Y empezó a instruirlos
Por: H. Pedro Cadena Díaz, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, haz mi corazón sencillo y humilde como el tuyo. Concédeme las gracias que necesito para confiar en Ti y dejarte guiarme.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos le contestaron: "Algunos dicen que eres Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas."
Entonces él les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías." Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitará al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: "¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Los discípulos llamaban a Jesús maestro. Sus enemigos también lo llamaban así (Lc 20,21). Jesús es el Maestro que nos enseña quién es Dios y quiénes somos nosotros.
¿Cuántas veces nos vemos en situaciones en las cuales no sabemos qué hacer, o qué decir, o qué pensar? Nos pasa como a la gente de la que acabamos de oír en el Evangelio. Tenemos opiniones sobre Jesús, sobre los demás, sobre muchas cosas. Pero en realidad, a veces no conocemos la verdad. Por eso pedimos: Señor, sé nuestro maestro. Tú dijiste «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» (Jn 14,6) Como a san Pedro, enséñanos quién eres. Como a los discípulos, muéstranos el camino de la felicidad, que es el camino del amor hasta la cruz.
A veces es duro estar en la escuela de Jesús. Dice el Evangelio que Él hablaba de su Pasión a los discípulos, y que «se lo explicaba con toda claridad.» Como leímos, a san Pedro le costó aceptar la cruz. Incluso a Jesús mismo le daba miedo morir (Mt 26, 36-39). Como a Él, a nosotros nos cuesta seguir la escuela del amor hasta la cruz. Pero Jesús nos enseña, con su ejemplo, que el camino de la plenitud es el camino del amor que se entrega siempre, en las buenas y también cuando duele. La cruz de Jesús es la prueba de su amor hasta el fin por nosotros: «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rm 5,8).
Señor, sé nuestro maestro. Queremos ser tus discípulos. Tú te entregas en cada instante, en cada Misa y en cada confesión. Concédenos aprender de Ti a amar al Padre sobre todas las cosas, y a nuestros hermanos como a nosotros mismos.
«La Biblia y la historia de la Iglesia nos enseñan que muchas veces, incluso los elegidos, andando en el camino, empiezan a pensar, a creerse y a comportarse como dueños de la salvación y no como beneficiarios, como controladores de los misterios de Dios y no como humildes distribuidores, como aduaneros de Dios y no como servidores del rebaño que se les ha confiado. Muchas veces ?por un celo excesivo y mal orientado? en lugar de seguir a Dios nos ponemos delante de él, como Pedro, que criticó al Maestro y mereció el reproche más severo que Cristo nunca dirigió a una persona: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!” (Mc 8,33).»
(Discurso de S.S. Francisco, 21 de diciembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un rato de oración reflexionaré quién es Jesús para mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.