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19 de marzo de 2019

El amor de un padre
Santo Evangelio según San Mateo 1, 16. 18-21. 24. San José, esposo de la Virgen María


Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, muchas cosas me inquietan, Tú, las conoces todas, las encomiendo a tu amor de Padre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Tantas veces uno se encuentra con personas para quienes su padre no ha sido la mejor persona, que les pegaba siendo niños, que les hizo daño, que se fue o que simplemente no estaba ahí en los momentos necesarios.

Claro está que nadie es perfecto, pero nos sentimos necesitados de algo o de algún momento de escucha, de comprensión, de apoyo. La sociedad actual va perdiendo cada vez más la figura del padre, y si ayer nos preocupaba que el hombre era demasiado autoritario o duro, hoy día nos vemos con un gran problema de la identidad masculina. ¿Y todo esto que tiene que ver con san José?

No es tan claro, pero si vemos como actuó san José, nos podemos dar cuenta que es el mejor modelo de padre que alguien pueda tener; y lo digo en serio. Tenemos el problema que queremos a un padre perfecto, pero si vemos la figura de María y el niño Jesús, nos podemos sorprender de la gran diferencia entre san José y las otras dos personas de la Sagrada Familia. E imaginémonos lo que significa rendir cuentas a Dios de sus dos mayores joyas. Por otro lado, nos enseña lo que significa ser hombre realmente, un hombre de bien (justo, como dice la Escritura), respetuoso y amable, decidido y cauteloso, valiente y discreto... Debemos ver realmente a san José como ese ejemplo de hombre de Dios, como un modelo para la sociedad actual. Pidamos al Señor la gracia de parecernos un poco a san José y ser «justos» ante los demás y ante Dios.

«El amor que sabe ver a Jesús presente en los más pequeños y débiles, y el deber sagrado de llevar a los niños a Jesús. En esta tarea, con sus gozos y sus penas, los encomiendo también a la protección de san José. Aprendan de él, que su ejemplo los inspire y los ayude en el cuidado amoroso de estos pequeños, que son el futuro de la sociedad colombiana, del mundo y de la Iglesia, para que, como el mismo Jesús, ellos puedan crecer, robustecerse en sabiduría, en gracia, delante de Dios y de los demás.»
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2017).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Estar atento a lo que el Espíritu Santo me quiera decir y pedirle que, como san José, sea capaz de vivir como un hombre de bien.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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