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Porque has sido fiel en las cosas de poco valor, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor
Meditación al Evangelio 31 de agosto de 2019 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Cuando alguien llega a la plenitud de su vida y se pregunta si ha valido la pena los esfuerzos, si pensaba encontrarse donde ahora está, cuáles son los sueños que no ha realizado… muchas veces descubrimos que personas con muchísimas cualidades y muchas oportunidades, han terminado por llevar una vida mediocre y apocada.

No han respondido a las grandes expectativas que se habían hecho sobre ellas y terminan como una flecha que no alcanza su objetivo. Nuevamente tenemos que reconocer que las parábolas tienen siempre un algo que no cuaja y que nos hace reflexionar profundamente.

La primera pregunta que le haríamos al Señor es por qué a unos les da más y otros menos. Esta realidad suscita muchas envidias, muchas inconformidades y pretextos para no trabajar. Cuando nos comparamos con los demás terminamos siendo orgullosos porque tenemos más que algunos, o envidiosos y acomplejados porque siempre hay alguien que tiene más que nosotros en algún sentido. Dios nos ha hechos diferentes e irrepetibles, pero a cada uno nos pide de acuerdo a lo que nos ha dado. A nadie pide más de lo que le dio.

Pero, eso sí, pide que pongamos todo nuestro esfuerzo. A quien le dio cinco le pide ganancia de cinco y de quien recibió uno esperaría ganancia de uno. El premio de los dos primeros es otorgado entre alabanzas. En cambio el tercero empieza disculpándose y acusando al dueño de injusto y exigente. Ya me extraña que no aparezca su resentimiento porque a él sólo le dio uno. Y lo que hace es esconder su talento y su dinero, no hacerlo producir.

Bueno, al menos este siervo puede entregar el talento completo, muchos de nosotros lo hemos dejado podrir o lo hemos perdido en el camino. O quizás lo hemos utilizado no para producir buenos frutos, sino para hacer el mal, para ganancias injustas y para maltratar a los hermanos. Todo lo que poseemos tiene una carga social a favor de los hermanos y una responsabilidad grande de la que daremos cuentas a Dios: de nuestro tiempo, de las oportunidades, de las personas que nos rodean… todo es don y regalo, pero a todo debemos darle su justa y equilibrada atención para producir buenos frutos.







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