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El Purgatorio

El purgatorio y el Infierno
Se habla sobre el purgatorio y el infierno y la realidad visible que estos representan.


Por: Pa´que te salves | Fuente: Catholic.net






El Purgatorio y el Infierno son dos realidades sobrenaturales de las cuales se habla poco y se conocen mucho menos. Sin embargo, como católicos sabemos que después de morir, nuestra alma puede irse al Cielo, al Purgatorio o al Infierno: depende de cómo fue nuestra vida en la Tierra.

En tiempos pasados, cuando se enseñaba la fe, se nos decía mucho: “Dios te va a castigar” o “Te vas a ir al infierno”. Frases por el estilo nos impedían entender la bondad de Dios.

Ahora, en cambio, las afirmaciones que escuchamos con mayor frecuencia son: “El infierno no existe” o “No pasa nada si hiciste algo malo”.

Pareciera que se está en el otro extremo y no se llega a la verdadera comprensión de lo que es el Infierno o el Purgatorio.

De hecho, hay quienes sostienen que el Demonio ganó una batalla importante: el hacer creer al hombre que el Infierno no existe...

El Infierno es un estado que corresponde, en el más allá, a los que mueren en pecado mortal y enemistad con Dios, habiendo perdido la gracia santificante por un acto personal, es decir, inteligente, libre y voluntario.

¿Crees que si no existiera el Infierno, Jesús hubiera empleado su tiempo, que Él sabía muy valioso, hablando de una mentira, algo ficticio, sólo para asustar a los hombres? Jesucristo sabía lo que es el Infierno y por eso vino al mundo: a librarnos de ese castigo eterno y a enseñarnos el camino para llegar al Cielo.

Por otra parte, si el Infierno no existiera, ¿qué sentido tendría la salvación? ¿A qué hubiera venido Jesús al mundo? ¿A salvarnos de qué?

No podemos escapar de creer que el Infierno es algo real. Debemos tomar en serio la posibilidad de ser desgraciados para siempre.

¿Existe el Purgatorio?

Las almas que llegaron a la muerte en estado de gracia, pero no totalmente purificadas para entrar al Cielo, pasan a un estado de purificación que conocemos con el nombre de Purgatorio.

Existe el riesgo de presentar al Purgatorio como un “infierno temporal”. Pero debe quedar claro que no es así. No sólo son distintos, sino contrarios, ya que el Infierno se centra en el odio, mientras que el Purgatorio se centra en el amor.

El retraso en la posesión de la persona amada provoca sufrimiento y ese sufrimiento purifica el amor, lleva a un amor más pleno. De esto se trata el Purgatorio: amor fundado en la esperanza de estar con el amado, al cual no se puede alcanzar en ese momento.

¿Cómo es posible que exista el Infierno, si Dios es infinitamente misericordioso?

Dios ofrece su amistad sobrenatural al hombre, quien puede rechazarla libremente. Dios ofrece esta amistad gratuita y libremente, pero nunca la impone. Además, nos da la vida terrena para elegirla.
Después de la muerte, el hombre ya no tendrá posibilidad de elección. El hombre que ha rechazado en su vida la amistad con Dios, ya no es admitido a ella.

Esta conciencia de no admisión y el saber que ya no tiene remedio, que ya no hay posibilidad de conversión, hace que surja en el condenado el odio y el endurecimiento.

En el momento de la muerte, el alma separada del cuerpo, por ser espíritu puro, queda fija para siempre en la posición a favor o en contra de Dios que tenía en el último momento de vida. Dios rechaza eternamente al condenado, pero no porque lo odie, pues su amor es siempre fiel, sino porque el condenado está eternamente cerrado a recibir el perdón. ¿Cómo poder perdonar a alguien que no quiere ser perdonado?

¿Hay alguien que realmente esté en el Infierno?

Eso no lo podemos afirmar. Sabemos que existe el Infierno con la misma certeza con la afirmamos que existe el Cielo. La Iglesia nos asegura que hay gente en el Cielo y que son los que han sido canonizados (declarados santos o santas). Pero, nunca se ha hecho una “canonización al revés”, que nos asegure que cierta persona está en el Infierno.

Sin embargo, hay quienes Dios les ha concedido una visión del Infierno, como Santa Teresa de Ávila, que escribió: “Vi almas que caían al Infierno como hojas que caen en el otoño”.

¿Puedo salvarme si me arrepiento en el último momento?

Es demasiado arriesgado pensar que puedes vivir como quieras y arrepentirte en el momento de la muerte, pues ese momento será muy difícil para ti.

Como dijo la Madre Teresa: “En el momento de la agonía, el hombre sufre tanto, que es muy fácil que se sienta invadido por la desesperación y la angustia, y estos sentimientos lo vuelvan incapaz de arrepentirse y recibir el perdón de Dios”.

Será muy difícil que en el último momento tengas la fuerza y la valentía para arrepentirte, si viviste toda tu vida lejos de Dios. Sin embargo, si te empeñas en arriesgarte, es verdad que Dios te da la posibilidad de arrepentirte hasta el último instante de vida y puedes salvarte con ese único acto de arrepentimiento

¿En qué consistirán las penas del Infierno?

Así como en el Cielo disfrutaremos plenamente, como hombres formados de cuerpo y alma, en el Infierno también se darán dos elementos de sufrimiento:

El sufrimiento del alma por no poder ver a Dios, llamado pena de daño. Este sufrimiento se deriva de que los que fueron condenados ya vieron a Dios, con toda su belleza y grandiosidad, en el día del juicio y… ya no lo podrán ver jamás. Es el sufrimiento ocasionado por sentirse irresistiblemente atraídos hacia Dios, sabiéndose eternamente rechazados por Él.

El sufrimiento del cuerpo o pena de sentido.

Aquí se trata de un elemento material que causa un daño físico, un dolor intensísimo en el cuerpo. Para significar este gran sufrimiento, Cristo habla en el Evangelio de “fuego”, y aunque no necesariamente es un fuego como el que conocemos en la Tierra, ésta es la imagen que comúnmente tenemos de las penas del Infierno.

¿Puede un condenado arrepentirse?

¡Ojalá pudiera, pero ya no tiene esta posibilidad! El corazón de los condenados se endurece. Sufren por no estar con Dios, pero ese sufrimiento se transforma en envidia y en odio. Se convierten en enemigos de Dios.

Santa María Magdalena de Pazzi oyó una vez la voz de Dios que le dijo:
“Entre los condenados reina el odio, pues cada uno ve ahí a aquél que fue la causa de su condenación y lo odia por haberlo llevado ahí. De esta manera, los recién llegados aumentan la rabia que ya existía antes de su llegada”.

¿Podemos imaginar el Infierno?

Si hacemos la operación inversa a pensar en el Cielo, es posible hacernos una idea aproximada acerca de cómo podría ser el Infierno. Aunque será una analogía, pues como ya dijimos, el cuerpo resucitado no será un cuerpo como el que ahora tenemos, sino diferente, que ya no estará sujeto al espacio y al tiempo.

Para hacerte una idea de lo que es el Infierno, imagina el lugar más horrible que puedas, quítale lo poco bello que le quede y llénalo de las cosas más repugnantes y aterradoras. Imagínate haciendo lo que más aborreces, sufriendo dolores en todo el cuerpo; contemplando imágenes espantosas; escuchando sonidos estridentes y desafinados; experimentando los sabores más amargos; sufriendo con los olores más desagradables, y sintiendo en tu corazón los peores sentimientos: envidia, celos, remordimiento, rencor, odio.

Después, rodéate de las personas más abominables que te puedas imaginar: orgullosas, envidiosas, egoístas, criticonas, sarcásticas, sádicas y degeneradas. Y lo peor de todo… te sientes irresistiblemente atraído hacia Dios y sabes que nunca podrás llegar a estar con Él.

Piensa que en ese lugar estarás aprisionado para siempre, sin posibilidad alguna de escapar. Esta puede ser una imagen semejante al Infierno, pero debes tener la seguridad de que cualquier cosa que te imagines será mínima frente a la realidad, pues nuestra condición humana nos hace incapaz de imaginar un sufrimiento sin límites.

El camino seguro para ir al infierno:

Si sigues los pasos que a continuación se presentan, puedes estar seguro de estar en el camino ancho y espacioso que lleva a la perdición. No tienes que hacer todo, sólo con que cumplas bien alguno de ellos, habrás asegurado tu infelicidad eterna.

Búrlate de lo que hacen los demás, con la seguridad de que nadie puede hacer las cosas tan bien como las haces tú. Piensa sólo en ti, en tus intereses y deseos y no vayas a cometer nunca el error de preocuparte por lo que piensan o sienten los demás. Siempre muéstrate indiferente ante los problemas de los demás. Convéncete de que cada cual debe de preocuparse de lo propio.

Procura desconfiar de todo el mundo. Piensa mal de todos y de todo. No olvides hablar mal de ellos y hacer públicos sus errores.

Cuando alguien te haga enojar, descarga tu furia sobre él con actos y palabras. Nunca vayas a cometer el error de perdonarlo.

Prueba todas las experiencias autodestructivas que se te presenten en el camino. Sigue los consejos de todas las campañas publicitarias, ve todas las películas y revistas que lleguen a tus manos, sin importar su contenido, de esta manera llenarás tu corazón de ideas materialistas y ya no existirá lugar alguno por donde Dios pueda entrar. Ten cuidado de no dejar ni un hueco, pues Dios puede infiltrarse por ahí para intentar salvarte.

Apégate lo que más puedas a las cosas materiales. Funda tu felicidad en ellas y siéntete desgraciado cuando no tengas algo o pierdas aquello que ya tenías. Desea siempre tener más y más, y nunca vayas a compartirlo con nadie.

Come y bebe lo más que puedas. Si se trata de bebidas alcohólicas o drogas, aún mejor. De esta manera, perderás la conciencia de tus actos y podrás cometer atrocidades sin los molestos remordimientos de conciencia que tal vez podrían hacerte cambiar.

Entristécete por todo lo bueno que les suceda a los demás y deséales el mal a todos. Piensa que nadie tiene derecho a ser más feliz que tú. Si esto llegara a suceder, saca todas las armas para destruir con tus actos y tus palabras a la persona que haya osado tener una cualidad o una cosa que tú mereces y ella no.

No te esfuerces por nada. Cualquier cosa que te cueste un poco podría hacer de ti una mejor persona y librarte del infierno.
¡Cuidado!

Jamás hagas oración.

¿Dónde se habla del Infierno en el Evangelio?

Jesucristo habla del Infierno en el Evangelio y expresa claramente su carácter de castigo doloroso y eterno.

Algunas de estas citas se encuentran en:
San Mateo:
“Quien dijere a su hermano “insensato”, será reo de la gehena del fuego” (5,22).
“No temáis a los que matan el cuerpo; temed más bien a los que pueden arruinar el cuerpo y el alma en el fuego eterno” (10,28).
“Y los echarán al horno de fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes” (13,50).
“Atadlo y echadlo fuera a las tinieblas, donde habrá llanto y crujir de dientes” (22,13).
“Y el siervo inútil será arrojado a las tinieblas”. (25,30)
“ irán éstos al tormento eterno” (25,46).
San Marcos:
“Más te vale entrar manco al Cielo, que entrar con las dos manos a la gehena, al fuego inextinguible” (9,43-48).
San Lucas:
“… para que no vengan también ellos a este lugar de tormento…” (16, 28).

Algunas personas, incluso algunos sacerdotes, podrán decirte que el Infierno es una especie de Purgatorio transitorio.
Recuerda que el Infierno es la separación eterna de Dios, infelicidad plena (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1033-1037).
También, podrás encontrar a quienes te digan que el Purgatorio es un invento de la Edad Media. El Purgatorio es la purificación final de los elegidos, completamente distinta del castigo de los condenados (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1031).

El verdadero camino es el de la puerta estrecha, si queremos llegar a Dios.




 







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