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Concibió a tu Hijo único por obra del Espíritu Santo
Al comienzo del año la tomamos de la mano y nos disponemos a caminar por este lapso de la mano de nuestra tierna madre.


Por: Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez | Fuente: Semanario Alégrate



Sin perder la gloria de la virginidad

La Sagrada Tradición testifica que María es la llena de gracia. Pablo de Ors afirma que, “para poder ser la llena de gracia antes se ha tenido que vaciar de todo, incluso de sí misma. Este es el centro de la cuestión, ella concibe y da a luz porque ha hecho vacío” (Biografía de la Luz, pág. 27). El prefacio de la maternidad de la santísima virgen María afirma: “porque ella concibió a tu Hijo único por obra del Espíritu Santo, y sin perder la gloria de su virginidad, hizo resplandecer sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro. La santísima Virgen María, la nueva Eva, madre de todo el género humano, supo escuchar la voluntad de Dios y responder con su valiente timidez a la llamada que Él le hizo para colaborar en el misterio de la encarnación, su función se expresa de manera muy simple, pero a la vez muy compleja. Su tarea consistió simplemente en dejar que Dios lo hiciera todo. Que el Poderoso hiciera sus grandes obras en ella.

La sorpresa de María

En aquella covacha en la que, según los arqueólogos se pudo encontrar María el día glorioso que lo cambió todo, aquel en el que un ángel entró a donde ella se encontraba. Como afirma la Escritura, la jovencita se turbó por sus palabras, no de ver a esta figura desconocidísima del ángel, cuyo nombre -Gabriel-, significa: “Dios se ha mostrado fuerte”, y cómo no, si ante la débil apariencia de esta muchacha Dios irrumpe con una fuerza implacable. Dios ha querido poner su morada entre los hombres, por amor se ha encarnado, no ha venido a vengar la condena antigua de un pecado, sino a mostrar el caudal de amor que esconde el corazón que tanto ha amado al mundo.

Llena de gracia



De nadie más se ha dicho lo que de María pronunció el ángel, “llena de gracia”, ella era la mujer que Dios había elegido y la había colmado de todos sus dones y de todas sus gracias, lo que esto quiere decir es que “Dios la poseía mucho más que el esposo posee a la esposa” (cfr. José Luis Martín Descalzo, Vida y misterio de Jesús de Nazareth, pág., 70), era Dios mismo quien la había elegido y la había inundado de todo lo que la quiso llenar para, después, invitarla a formar parte de una misión grandísima, del cumplimiento de la promesa por la que tanto esperaron los profetas.

Comenzar de su mano

Nuestra madre la Iglesia nos concede la oportunidad de comenzar el año de la mano amorosa de María, que en el primer día del año se nos presenta como Madre. La maternidad divina hace alusión a que, por un designio de lo alto, ella ha sido elegida para ser la madre del Mesías. Pero, ha sido el mismo Jesús, quien en la cruz le entregó a Juan en María una madre, y en Juan estamos representados todos los discípulos que, al comienzo del año la tomamos de la mano y nos disponemos a caminar por este lapso de la mano de nuestra tierna madre.







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