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El sendero para ir al cielo
Dios no me ha hecho


Por: Jacobo Nieto, L.C. | Fuente: Gama - Virtudes y Valores



 

 

¡Cuántas veces hemos deseado que alguien nos indique con claridad el camino seguro para ser plenamente felices! Afortunadamente, Cristo ya nos indicó en el Evangelio, sed como niños, “pues de los que son como ellos es el Reino de los cielos” (Mc 10,14). Dios nos ha marcado el sendero, a nosotros nos toca seguirlo.

Sin duda alguna, nos sorprende que cada niño sea único. Para ellos cada día y cada noche encierran una aventura desconocida. Cada niño está inmerso en un mundo creativo, totalmente novedoso e inigualable.

Con ocasión del Encuentro de Juventud y Familia celebrado en México en el año 2004, un grupo de chicos sorprendieron a los participantes. Todos vestían playeras grises con un gran código de barras en el frente que decía: “Dios no me hizo en serie” y por la parte trasera se leía: “me hizo en serio”. ¡Cuánto nos olvidamos de esto! Nos sentimos como uno más en la “serie” de hombres que habitan en el planeta y no recordamos que somos únicos e irrepetibles a los ojos de Dios.

Al olvidar esta realidad, la rutina fácilmente entra en nuestra vida, convirtiendo nuestras acciones en el fruto de un “así lo hacen todos”. Este automatismo que nos hace buscar lo que todos buscan, querer lo que todos quieren, desear las mismas y predecibles aspiraciones que todos desean: dinero, salud, honor… y poco a poco perdemos la inocencia del niño, para quien todo es nuevo y digno de admiración.

“Teme no admirarte”, decía Beethoven. La admiración también es propia de los niños, para ellos es asombroso ver un águila volar, escuchar el canto melódico de un pajarillo, contemplar un puente enorme sobre un río. A nosotros, ¿qué nos asombra? o ¿es que la edad ya nos hizo indiferentes ante las maravillas de Dios y los extraordinarios frutos del ingenio humano?

La próxima ocasión que venga un niño y nos pida una respuesta a un fenómeno para él desconocido, abramos nuestro corazón y admirémonos con él. Así recordaremos que no somos “uno más en la serie” y comenzaremos a vivir la vida en lugar de ser vividos por ella. Este es el inicio del sendero que nos llevará al cielo, pues “el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Mc 10,15).

 

 



 

 

 

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