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Amor y justicia
Son los fieles laicos quienes deben actuar en favor de un orden justo.


Por: Ramón López González | Fuente: Semanario Alégrate



Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas est nos habla en su segunda parte, sobre cómo cumplir en el ámbito eclesial el mandamiento del amor al prójimo, el cual hemos recibido de Dios de manera gratuita y misteriosa. En la Iglesia primitiva se compartían los bienes con los más necesitados (Cfr. Hch 2, 42-45), y a lo largo de la historia de la Iglesia y hasta el presente se ha conservado su esencia, en palabras de su santidad dice así: “Pero el núcleo central ha permanecido: en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa.” (Cfr. Deus Caritas est). La caridad en la Iglesia no es un asistencialismo social sino un verdadero oficio espiritual, orientado hacia la persona en su realidad concreta.

Su Santidad recuerda una objeción que aparece en el siglo XIX de orientación marxista, en la cual se sostiene que los pobres no necesitan de obras de caridad, sino de justicia. La razón de ello estaría en que las obras de caridad no permitirían que los ricos desplieguen una sociedad justa y conforme al derecho de todos, silenciando así su conciencia estarían conservando su posición social y despojarían a los pobres de sus derechos, o dicho de otro modo “que el derecho no debe ser el instrumento de poder de unos pocos, sino expresión del interés común de todos […]” (Cfr. Entre razón y religión. Dialéctica de la secularización). A propósito de la objeción marxista responde con la doctrina social de la Iglesia sosteniendo que es el Estado el que debe procurar la justicia y por ende se debe garantizar a cada uno su parte de los bienes comunes. La caridad se orienta entonces al interior de la vida de la Iglesia, y en la vida social. Respecto de lo primero, la Iglesia realiza el servicio de la caridad (diakonia) dada su naturaleza y como una de sus tareas primordiales junto con el anuncio de la Palabra (Kerygma-martyria) y la celebración de los Sacramentos (leiturgia). En el caso de la vida social recuerda que son los fieles laicos quienes deben actuar en favor de un orden justo, pues es la caridad lo que debe animar toda la existencia y en el caso de la actividad política, está la deben vivir como “caridad social”, como búsqueda de lo común de los intereses particulares sobre en todo en favor de los más necesitados –a quienes se les debe aminorar su sufrimiento.







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