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Una paz que funciona
¡Cuánto sufre la humanidad por no saberse reconciliar, cuántos retrasos padece por no saber perdonar! La paz es la condición para el desarrollo, pero una verdadera paz es posible solamente por el perdón


Por: ´Roberto Villatoro, LC | Fuente: Catholic.net



 

 

Uno de los temas que más está de moda hoy en día es el tema de la paz. Todos la queremos. Queremos paz en Libia, también en México y, por supuesto, en todos los países del mundo. La inseguridad nos aterra, nos amenaza. No podemos salir de casa sin tomar nuestras precauciones ¡Nos urge la paz!

Pero es que inclusive aquellos que la perturban, ellos mismos la desean. Aquellos que inician una guerra, lo que quieren es vencer al enemigo y estar en paz. Por tanto, lo que ansían es llegar a una paz cubierta de gloria. No buscan suprimirla; lo que quieren es tenerla como a ellos les gusta (Cfr. Agustín de Hipona, De civitate Dei, XIX, 12).

Ese es el problema, que la quieren como a ellos les gusta. Y no les importa pasar por encima de quien sea con tal de lograrla. El bien de uno, o de unos pocos, sin importar el respeto o perturbar al otro.

Y si todo el mundo quiere la paz, ¿por qué no la hay? ¿Por qué vemos tantas muertes y violencia? Tal vez la paz que aparentamos vivir, pues no estamos en guerra, es muy frágil, muy quebradiza. ¿Cómo podemos iniciar una paz más duradera, que nos asegure el necesario bienestar?

Madre Teresa de Calcuta, premio Nobel de la paz en 1979, decía que la paz comienza con una sonrisa. Pero la misma sonrisa brota del interior de cada uno. No se trata de sonreír todo el día por compromiso. Tiene que ser algo más. ¡No podemos hacernos la ilusión de que la simple ausencia de guerra es paz! No puede ser la paz una carencia, tiene que ser positiva, pro-activa. Respetar el bien de los demás, buscar su bien, interesarse por los demás, comenzando por la familia. De forma que la paz no sea algo meramente superficial que se quiebre fácilmente, sino que se mantenga.

Al fin y al cabo esta carencia se reduce a un problema de egoísmo. Querer mi bien, o el de los míos, a pesar del bien de otros. Y por eso robos, muertes, fraudes, mentiras… Empieza en cada uno. Por lo que, si somos lógicos, la paz comienza en el interior de nuestros corazones.

Y para rescatarla y mantenerla de haber una disposición personal diferente. Tenemos que dar el primer paso. Ayudando, rompiendo los muros que hay entre compañeros de trabajo o de clase, o con aquellos que piensan diferente, tengan otras creencias o preferencias políticas. No se trata de ganar y ser mejor, si no de ayudar a los demás, a la sociedad, al país.

Para que esta paz se dé, tiene que estar acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad. Con equidad, teniendo los mismos derechos que todos, sin anteponer los propios intereses. Con verdad, pues es muy fácil aparentar la paz con los demás, incluso en la misma familia. Con justicia, y no hay justicia sin perdón. ¡Cuánto sufre la humanidad por no saberse reconciliar, cuántos retrasos padece por no saber perdonar! La paz es la condición para el desarrollo, pero una verdadera paz es posible solamente por el perdón (Juan Pablo II, Mensaje para la XXXV jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2002).

Porque no siempre haremos lo correcto y es más, muchas veces haremos maldades, así es el hombre. Sólo el perdón nos llevará a conciliar los errores que el hombre comete y la paz, eso que desea. Y finalmente con solidaridad, para que la paz no se quede en “un no hacer daño a nadie” sino en hacer el bien a los demás. De ahí, de ese deseo, nacerá una sonrisa y comenzará la paz.

 

 



 

 

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