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Contexto mental y paz interior
Necesitamos construir un nuevo contexto cultural y social, un humanismo donde la ley sea el amor como nos dice Jesús.


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net



Veremos ahora como un cambio de contexto mental acerca de la realidad es indispensable en este camino hacia la paz interior.  Hay cosas que pasan que no nos gustan, que nos hacen sufrir, que pueden hacernos perder la paz: padecemos una enfermedad, vemos que hay guerras donde muere gente inocente, etc. 

El contexto mental une las experiencias pasadas, los conocimientos, pensamientos, emociones… a la hora de enfrentarnos a algo nuevo. Nos da un modo de comprensión fundamental, para la interpretación de la información nueva. Y así vemos que dos personas ante un mismo hecho tienen reacciones muy distintas, incluso una puede hundirse y la otra crecer interiormente. Nos puede ayudar a una mayor comprensión si ampliamos el contexto mental. Pensemos en cuando estudiamos algo, por ejemplo un problema de matemáticas: no lo entendíamos hasta que hemos adquirido un contexto en el que ya todo lo vemos claro. Vemos las cosas no cuando simplemente examinamos unos datos, sino que hemos de hacerlo con un determinado contexto. Al cambiar éste, las explicaciones intelectuales del anterior ya no encajan, por ejemplo cuando hace mucho tiempo se vio que la tierra era redonda y no plana. 

Un paradigma es un contexto generalizado, un punto de vista. También puede significar “campo general”. Un paradigma, por lo tanto, determina de antemano el rango de posibles experiencias o descubrimientos, y es un factor sobre el que la consciencia ordinaria no tiene conocimiento. Así, la comprensión de que “todo es para bien”, nos da confianza de que, a pesar de esas cosas que pasan, confiamos en que de ahí saldrá un bien, en esta vida o en el más allá. Debemos comprender la realidad espiritual y hacerla real en nosotros. Se dice que la mente no puede aceptar lo que no comprende, así que se hace indispensable una comprensión de la realidad de forma distinta, esperanzada.

Cuando hacemos una foto, es muy importante el encuadre o enfoque, es decir la perspectiva o ventana a través de la cual nuestra vista, con la cámara fotográfica, ve la realidad. Puede ser un enfoque más pequeño, como lo que le pasa a los caballos de tiro que les ponen unas orejeras que limitan la visión a lo que tienen delante, el camino. La mente puede tener un contexto amplio, o uno pequeño. Lógicamente si tiene una perspectiva pequeña, como mirar por el agujero de una herradura, veremos solo el problema sin su contexto, y eso nos hará perder la paz. El ampliar el contexto mental, entre otras cosas es necesario para ganar paz. 

Si imaginamos un mundo en dos dimensiones, y aparece una persona en tres dimensiones, se sorprenderán de que alguien les mire desde arriba, serán conscientes de las limitaciones que tienen con sus dos dimensiones. Pero hasta entonces, no saben que están limitados (https://youtu.be/CR8cO554H4U). No podemos pensar fuera de nuestro contexto. Hace 2000 años pensaríamos quizá que solo existía la tierra conocida, y el cabo Finisterra en Galicia significaba eso: que ahí estaba el “final de la tierra”. Galileo tenía intuiciones más avanzadas en su tiempo, pensaba que el sol se movía y que la tierra tampoco era inmóvil. Tenemos ciertas intuiciones, pero necesitan un contexto para desarrollarse plenamente.



Cada cultura ha tenido un contexto. Necesitamos recontextualizarnos. A nivel espiritual, el contexto depende del nivel espiritual o de consciencia de cada persona. Por ejemplo en el catolicismo se desarrolló una moral de mandamientos y de pecados, que agobiaba a las personas, cuando en realidad lo esencial del cristiano es la filiación divina, no tanto luchar en ser perfectos sino en abandonarnos en las manos de Dios, como santa Teresita de Jesús nos recordó. También el Cardenal Newman había dicho que seguir la conciencia era lo esencial.1 Son personas que vienen a despertarnos, como el niño del cuento exclama “¡el rey está desnudo!”.

Pero quedan muchos contextos equivocados, tanto a nivel personal (el complejo de culpa que acabamos de decir), familiar (formas de machismo o de falta de respeto), social (tantos modos de opresión y manipulación). Hemos visto como muchas veces hay una obsesión por la sexualidad (tanto en negarla como en absolutizarla), vemos a veces una casuística puritana y otras demasiado laxa... La religión debería iluminar cada contexto cultural, sin uniformar tampoco, y que esas opiniones distintas no sean causa de peleas, como dice el papa Francisco: “Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13), es decir, cuando nos introduzca perfectamente en el misterio de Cristo y podamos ver todo con su mirada. Además, en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales”.2 Necesitamos construir un nuevo contexto cultural y social, un humanismo donde la ley sea el amor como nos dice Jesús, que es el príncipe de la paz y quien nos puede guiar para que todos tengamos paz.

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1. John Henry Newman, An Essay on the Development of Christian Doctrine (Londres: J. Toovey, 1845).

2. Francisco, Exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, de 19 de marzo de 2016, no 3.









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