El riesgo de ser demasiado precavidos
Por: Pbro. Francisco Ontiveros | Fuente: Semanario Alégrate
Tres comparaciones de Mateo
En su Discurso Apocalíptico, Mateo ha colocado tres parábolas del Señor: “el criado fiel y prudente” (cfr. Mt 24, 45-51), “las doncellas previsoras y las descuidadas” (cfr. Mt 25, 1-13), “los talentos” (cfr. Mt 25, 14- 30). Estas tres parábolas son análogas. Esto es, tienen puntos en común, pero también aspectos que las distancian unas de otras. En las tres es evidente la importancia de esperar con atención y vigilancia. Tanto el criado fiel, como las doncellas prudentes, como los criados del amo, en todos queda al descubierto la importancia de esperar, de que la espera sea vigilante y atenta. El criado espera, las vírgenes esperan la llegada del esposo y los criados a los que les fueron encomendados los talentos deben esperar la llegada de su señor. En este aspecto estriba la semejanza de las tres parábolas.
La parábola de los talentos
Jesús se vale de esta narración para fortalecer su explicación del Reino de los cielos, eso es lo que le ocupa y lo verdaderamente importante. Los personajes son un hombre que debe ausentarse, cuyo motivo no se nos explica ni se alude de ningún modo. Éste tiene tres criados a los que les encomienda sus bienes; a uno le dio cinco, a otros dos y al último sólo uno. Y sin más explicaciones se marchó. Es notorio que no les dice expresamente que con lo que les ha dado deban conseguir más, pero tampoco les dice lo contario.
Vigilantes y productivos
La distancia que tiene esta parábola con las dos anteriores es que, en esta, a la espera se le agrega un dato importante. No se trata de esperar como se espera impaciente el turno en la fila para ser atendidos. Se trata de una espera creativa. Vigilantes y productivos. Esas son las dos coordenadas que definen a los seguidores del Señor. El de los cinco talentos consigue otros cinco, el que tenía dos hace uso de todas sus habilidades y consigue otros dos, por el camino de la honestidad, en un intercambio de habilidades y destreza, al final entregan más de lo que recibieron.
El criado demasiado precavido
El acento recae en el tercer criado. El sirviente nervioso, cauto, que piensa todos los escenarios posibles y que es, incluso, un tanto catastrófico, porque piensa todo lo malo que puede suceder si se arriesga y mejor decide estar en paz. Entierra el talento que no le pertenece para entregar intacto lo que recibió. Tal parece que proceder con demasiada cautela no es bueno. A su miedo se le agrega una dosis de pereza y prefiere no ensuciarse las manos, no arriesgar. El trasfondo de esta narración está en que los discípulos del Señor hemos recibido todos, al menos un talento, y ya tenemos claro que la opción de enterrarlo no es la correcta. Con lo que Dios ha confiado en nuestras pobres manos hemos de producir frutos, frutos abundantes. La espera del Señor se hace venciendo la rutina, la pereza, la modorra y la comodidad. Se trata de ser valientes, decididos, arriesgados y lanzarse a la aventura arriesgándolo todo. ¡Líbranos Señor de la tentación de cavar hoyos y enterrar tus dones!