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El milagro de los panes y los peces nos desafía a ser solidarios y generosos
Jesús nos promete que estará con nosotros hasta el fin del mundo


Por: Redacción | Fuente: Catholic.net



El pasaje evangélico sobre la multiplicación de los panes y los peces nos muestra la compasión y el poder de Jesús, que se preocupa por las necesidades materiales y espirituales de la multitud que lo sigue. Jesús no quiere que nadie pase hambre ni se desmaye por el camino, sino que todos queden satisfechos y fortalecidos con su palabra y su pan. Jesús también nos enseña a confiar en su providencia y a compartir lo que tenemos con los demás, por poco que sea.

El milagro de los panes y los peces es una prefiguración de la Eucaristía, donde Jesús se entrega a sí mismo como alimento para nuestra vida. En la Eucaristía, Jesús toma el pan, lo bendice, lo parte y lo da a sus discípulos, como hizo en aquel día. Jesús se hace presente en el pan y el vino, y nos invita a participar de su cuerpo y su sangre, que son fuente de gracia y salvación.

El milagro de los panes y los peces también nos habla de la abundancia y la generosidad de Dios, que no escatima en darnos lo que necesitamos y más. Jesús no solo alimenta a la multitud, sino que hace que sobre comida, que se recoge en siete canastos. El número siete simboliza la plenitud y la perfección, y nos recuerda que Dios es el creador y el señor de todo. Dios nos da más de lo que podemos pedir o imaginar, y nos llama a ser agradecidos y a reconocer su bondad.

El milagro de los panes y los peces también nos interpela sobre nuestra actitud ante las necesidades de los demás. Los discípulos se sienten impotentes y escépticos ante la situación, y se preguntan de dónde se puede conseguir pan para tanta gente. Jesús les pide que le traigan lo que tienen, aunque sea poco, y lo multiplica para alimentar a todos. Jesús nos pide que colaboremos con él, que pongamos a su disposición nuestros recursos, nuestros talentos, nuestros dones, y que los usemos para el bien común.

El milagro de los panes y los peces también nos desafía a ser solidarios y generosos con los que tienen hambre, tanto física como espiritual. Hoy, en el mundo, hay mucha gente que sufre por la pobreza, la injusticia, la violencia, la opresión, la soledad, la desesperanza. Jesús nos dice: “Denles ustedes de comer”. Jesús nos invita a ser sus manos, sus pies, su voz, su corazón, y a llevar su amor, su paz, su alegría, su esperanza, a los que más lo necesitan.



El milagro de los panes y los peces también nos anima a ser humildes y a reconocer que todo lo que tenemos es un don de Dios, y que sin él no podemos hacer nada. Jesús no se atribuye el mérito del milagro, sino que pronuncia la acción de gracias al Padre, que es la fuente de todo bien. Jesús nos enseña a vivir en la gratitud y la alabanza, y a dar gloria a Dios por sus obras maravillosas.

El milagro de los panes y los peces también nos inspira a ser misioneros y a anunciar el Evangelio a todos los pueblos. Jesús no se queda con la multitud, sino que los despide y se va a otra región, a seguir predicando el reino de Dios. Jesús nos envía a nosotros también a ser sus testigos, a llevar su mensaje de salvación, a hacer discípulos de todas las naciones. Jesús nos promete que estará con nosotros hasta el fin del mundo, y que nos dará su Espíritu para que nos guíe y nos fortalezca.

El milagro de los panes y los peces también nos llama a ser fieles y a seguir a Jesús, a pesar de las dificultades y las tentaciones. Jesús sabe que la multitud lo busca por el pan que perece, y no por el pan que da vida eterna. Jesús sabe que muchos lo abandonarán cuando les hable de su pasión y su muerte. Jesús sabe que sus discípulos lo negarán y lo traicionarán. Pero Jesús no se desanima ni se desentiende, sino que sigue amando y dando su vida por todos. Jesús nos pide que lo amemos y lo sigamos, que no nos dejemos seducir por el mundo, que no perdamos la fe ni la esperanza, que no nos cansemos de hacer el bien.







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