El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
De lo que hay en el corazón habla la boca, es un refrán que con frecuencia escuchamos y que tiene mucha razón. ¿De qué habla Jesús? Siempre está hablando de su Padre.
Toda su actuación, su palabra, su testimonio son en relación con la voluntad de su Padre. Quien no conoce al Padre, no puede entender la forma de vivir de Jesús. Es contraria a los intereses del mundo. Hoy decimos que el mundo necesita espiritualidad, pero después lo queremos saciar con migajas de espiritualidad, con descansos sicológicos, con terapias, pero sigue el corazón vacío.
Nos hemos enfrascado tanto en las cosas materiales que ya miramos muy poco al cielo. La primera lectura de este día podría ser un ejemplo típico de estas dos formas de vivir. Los discípulos deciden vivir conforme a la voluntad de Dios, pero para las autoridades judías parece sorprendente la actitud de quienes prefieren arrostrar los peligros y las dificultades y que se atreven a decir que primero hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
Nosotros hemos reducido la espiritualidad a un ámbito intimista que no tendría mucho que ver con la realidad. Los apóstoles entienden que toda la realidad está impregnada de Dios, que Dios tiene primacía. Y no es que la realidad del hombre este peleada con Dios. Todo lo contrario: entre más fiel es el hombre a Dios, más se realiza como persona.
La dicotomía y oposición que manifiesta Juan el Bautista al presentar a Jesús, ante los que discuten, no es una falsa interpretación de un hombre dividido donde la parte corporal no cuenta o a duras penas se sobrelleva. Sino es la vocación del hombre que es consciente de que, al buscar a Dios, al acercarse a Dios, encuentra la plena realización. Así presenta el Bautista a Jesús, como venido de lo alto, y así se convierte en su testigo.
Hoy nosotros también debemos ser testigos de la Resurrección del Señor buscando la vida eterna, no en oposición a la vida diaria, sino dando el sentido a cada momento de nuestra existencia como camino de encuentro y de retorno al Padre. ¿Cómo vivimos cada instante de nuestro día?