El Corazón Inmaculado de María
María conservaba todas estas cosas en su corazón
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Si ayer al celebrar la fiesta del Sagrado Corazón nos gozábamos y disfrutábamos del amor de Jesús, hoy se nos invita a adentrarnos en el corazón de María. Nos encontramos en la intimidad de la donación, del silencio, de la escucha, del amor. Así con la confianza que ofrece una madre, con el respeto y el cariño que nos da, nos acercamos hasta ella.
¿Qué hay en el corazón de María? La respuesta que hoy obtiene de su hijo perdido nos ayudará a comprender qué significó para María ser la madre de Jesús y qué significa ser nuestra madre. Jesús en sus palabras manifiesta por primera vez la relación especial que tiene con su Padre Dios y cómo su vida entera está centrada en cumplir su voluntad.
A María le causarían extrañeza estas palabras, pero no están lejos de la respuesta valiente y confiada que ella misma dio al ángel Gabriel asumiendo su misión como madre del Salvador: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Disponibilidad total de María, del mismo modo que Jesús. Esto es lo que guarda María en su corazón, y esto es lo que le da vida y sentido a su caminar.
Son muchos los momentos en que tendrá que recurrir al silencio, a la reflexión y a aceptar en su corazón la voluntad de Dios, con alegría, con disponibilidad y con servicio. “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”, dirá en otra ocasión Jesús queriendo alabar a María más que por su maternidad, por su fidelidad a la palabra. Y, cuando ha asumido junto con Jesús el camino de la cruz, también recibe el encargo último como herencia e intercambio: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Es la petición del hijo que muere para que el amor de madre se extienda a todos los hermanos. ¿Qué hay en el corazón de María? Fidelidad a la palabra, servicio sin condiciones al necesitado, atención a las carencias de los hermanos, obediencia al impulso del Espíritu y un amor incondicional a cada uno de sus hijos. Hoy a cada uno de nosotros nos dice Jesús: “Hijo, ahí tienes a tu madre”. Acerquémonos con confianza, pongamos nuestros dolores, nuestras dudas y nuestras miserias, en este corazón amoroso. Imitemos la actitud de María, valiente, decidida, con un corazón lleno de amor.