San Buenaventura
No he venido a traer la paz, sino la guerra
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
¿A quién no le parecen sorprendentes las palabras que hoy nos ofrece San Mateo? Siempre hemos afirmado e insistido en buscar una verdadera paz, siempre luchamos contra las divisiones, procuramos y aseguramos que el respeto en la familia es la base de una sociedad sana. Sin embargo, hoy encontramos sentencias en los labios de Jesús que nos desconciertan si no atendemos al espíritu con que son dichas y recogidas. Jesús es el signo más grande de paz, es Él el príncipe de la paz.
En su nacimiento se proclamó “paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” ¿Entonces por qué nos dice que no ha venido a traer la paz sino la guerra? ¿Se justifican con estas palabras las guerras religiosas que siempre han dividido a los pueblos y han causado tantas desgracias? De ninguna manera. Estas sentencias que recoge San Mateo nos vienen a expresar la radicalidad que Jesús exige a todos sus discípulos. No pide una guerra de intereses y egoísmos como las que nos inventamos nosotros.
No favorece una división por intereses mezquinos como sucede en nuestros grupos y aun en nuestras familias. Pero sí deja muy en claro que su seguimiento no es un “juego”, no es una postura exterior, que pueda compaginarse con actitudes injustas, provengan de quien provengan. Nadie más exigente que Jesús en el cuidado de la familia y en el respeto a los padres, pero no pueden los lazos familiares excusarnos de vivir plenamente el Evangelio.
Es triste comprobar que hay grandes líderes que traicionan y engañan por lazos familiares. No podemos decir y exigir verdades al exterior y vivir en la injusticia y en la mentira al interior de los hogares. Las palabras de Jesús, lejos de apartarnos del hogar y de la familia, establecen una exigencia mayor de coherencia y amor al interior de nuestras familias.
La paz que necesitamos construir con Cristo no es una paz de indiferencia o de acomodos políticos en detrimento de la verdad y de la justicia. La paz que Jesús exige es un fuego que arde en contra de la mentira y la discriminación; que ilumina la oscuridad de la corrupción y del engaño; que descubre el interior del corazón. ¿Qué nos hace pensar esta radicalidad de Jesús?