San Apolinar
Les mandó que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Hay personas que quisieran separar vida de evangelio, como si los problemas de la sociedad, sus anhelos, sus dificultades, no tuvieran nada que ver con el evangelio. Para Jesús no es así: hay una estrecha relación entre el amor de Dios y la justicia.
Su actividad no se reduce a meras acciones externas o a curaciones que sólo satisfagan la curiosidad y la necesidad inmediata. Va mucho más lejos y nos lo recuerdan las lecturas de este día. Primeramente, el profeta Miqueas hace un duro recuento de las injusticias que cometen los poderosos en contra de los indefensos: codician y roban los campos; codician y usurpan las casas… violan los derechos, arruinan al hombre.
Ante todas estas maldades el Señor no puede permanecer en silencio y hace una dura recriminación al pueblo de Israel que permite tales atrocidades. No puede mirar Dios con beneplácito las injusticias y el dolor de los sencillos y anuncia un duro castigo. Y en el Evangelio, después de que Jesús ha curado a muchos enfermos, se les pide silencio, pero recordando palabras enigmáticas del profeta Isaías: “En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia”
Nosotros hemos distorsionado el Evangelio y lo hemos encerrado en las sacristías. Somos capaces de convivir con nuestra religiosidad y cometiendo atropellos, robos y violencia. La grave corrupción y ola de violencia que azota nuestro país, no puede estar acorde con quienes nos decimos cristianos. Una fe que no transforme la sociedad no es verdadera fe. Y cuando se utilizan los símbolos religiosos para cometer iniquidades estamos atentando contra la voluntad de Dios.
Las palabras de Isaías tendrían que aplicarse a todo cristiano, ya que por el bautismo somos junto con Cristo: sacerdotes, profetas y pastores. También nosotros deberíamos tener esa sensibilidad para dar esperanza, no tumbar la caña resquebrajada, no apagar la mecha que aún humea. Más bien luchar por la justicia y la verdad, despertar la esperanza, hasta que el Señor haga triunfar la justicia sobre la tierra.