Fe y superstición: La lucha espiritual según el Papa Francisco
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
En su catequesis del 25 de septiembre de 2024, el Papa Francisco nos invita a reflexionar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto, un episodio que revela profundas verdades espirituales y contemporáneas. Según el Evangelio de Mateo, Jesús, después de su bautismo, fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado por el diablo. Al superar esta prueba, Jesús regresó a Galilea habiendo demostrado su capacidad de liberar a otros de la influencia de Satanás.
El Papa Francisco destaca que, aunque en ciertos círculos culturales se niega la existencia del diablo, considerándolo una mera metáfora o símbolo del inconsciente colectivo, esta negación es, en sí misma, una astucia del maligno. Citando a Charles Baudelaire, el Papa recuerda que “el mayor ardid del diablo es hacer creer que no existe”. En un mundo tecnológico y secularizado, la presencia del mal se manifiesta de formas sutiles y engañosas, desde el ocultismo y la superstición hasta las sectas satánicas.
El Papa advierte que, aunque el diablo puede ser expulsado por la fe, vuelve a entrar a través de la superstición. Este fenómeno subraya la importancia de no dialogar con el diablo, ya que hacerlo nos pone en peligro espiritual. La prueba más contundente de la existencia de Satanás no se encuentra en los pecadores o posesos, sino en los santos, quienes enfrentan las formas más extremas e inhumanas de maldad.
La Iglesia católica, consciente de esta realidad, es prudente y rigurosa en el ejercicio del exorcismo, diferenciándose de las representaciones sensacionalistas que a menudo vemos en el cine. Esta prudencia refleja una comprensión profunda de la naturaleza del mal y la necesidad de abordarlo con seriedad y discernimiento.
Esta catequesis del Papa Francisco nos llama a una reflexión profunda sobre la realidad del mal y la importancia de la fe y la prudencia en nuestra vida espiritual. Nos recuerda que, aunque el mal puede adoptar muchas formas, la fuerza del Espíritu Santo y la fe en Dios son nuestras mayores defensas contra sus engaños.