Cada Papa, una Respuesta del Espíritu
Por: Rafael Moya | Fuente: Cristo en la Ciudad

Desde Juan XXIII hasta Francisco, cada elección papal ha sido mucho más que un proceso canónico. Ha sido una respuesta. Una señal del Espíritu Santo a las preguntas que la Iglesia y el mundo gritaban —a veces sin saberlo— en cada etapa de su historia.
¿Cuál fue la gran pregunta en cada época?
¿Y cuál fue la respuesta que Dios susurró a través de sus pastores?
Juan XXIII (1958-1963)
Pregunta:
¿Cómo hablar al mundo moderno sin perder el alma de la Iglesia?
Respuesta:
Un anciano de ternura robusta que abrió las ventanas del Vaticano II para que el aire fresco del Espíritu renovara la Iglesia.
Pablo VI (1963-1978)
Pregunta:
¿Quién puede sostener la barca entre el viento del Concilio y las tormentas del mundo?
Respuesta:
Un equilibrista del Espíritu. Intelectual, fiel, doliente. Pablo VI consolidó lo sembrado y cuidó la unidad.
Juan Pablo I (1978)
Pregunta:
¿Puede el Evangelio expresarse con ternura sin perder firmeza?
Respuesta:
Una sonrisa breve y eterna. Un pastor que duró solo 33 días... pero dejó grabada la posibilidad de una Iglesia amable y cercana.
Juan Pablo II (1978-2005)
Pregunta:
¿Quién podrá hablarle al mundo herido por la guerra, el totalitarismo y el vacío existencial?
Respuesta:
Un peregrino incansable, forjado bajo el yugo comunista y con voz de libertad. Un Papa global que convirtió las fronteras en altares.
Benedicto XVI (2005-2013)
Pregunta:
¿Quién puede pensar la fe sin miedo y explicar la verdad con amor?
Respuesta:
Un teólogo humilde. Un pastor sin estridencias que renunció por amor, enseñando que la fuerza también se mide en libertad.
Francisco (2013-2025)
Pregunta:
¿Puede la Iglesia salir de sí misma, caminar con los pobres y volver al Evangelio sin maquillaje?
Respuesta:
Un Papa del fin del mundo. Con sandalias de barro, voz profética, y un corazón dispuesto a "oler a oveja".
El pastor que bajó del balcón para caminar con todos.
Y ahora... 2025
La nueva pregunta que el Espíritu susurra al Cónclave:
¿Quién podrá reconciliar a una Iglesia fracturada, global, a veces confundida... sin perder lo esencial del Evangelio?
Pero, ya camina entre nosotros.
Silencioso. Profundo. Enraizado.
Porque así suele actuar Dios:
No entre fuegos artificiales,
sino entre las brasas que siguen ardiendo.
"No elegimos nosotros al Papa... nos abrimos al Espíritu para que Él lo señale."

