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AMEMOS AL PRÓJIMO COMO JESÚS LO HACE



Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net



Dos de los evangelistas, Mateo y Marcos, nos narran el mismo evento de cuando un doctor (maestro) de la Ley le preguntó a Jesús cuál es el principal mandamiento, y la respuesta es conocida prácticamente por cualquier cristiano.

Tomemos la versión de Marcos (Mc 12, 29-34): Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que estos».
Mateo 22,40 dice: «De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

El maestro de la Ley le contestó a Jesús:
«Has hablado muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todas las víctimas y sacrificios».

Tiempo después, san Pablo escribió en su carta a los Romanos:
«El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás, y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10).

Efectivamente, todos los Diez Mandamientos, esos recibidos por Moisés, se cumplen en los dos que Jesús resumió. Difícil, pero posible para quienes se proponen llevar su vida conforme a los deseos de Dios, y pidiendo perdón, arrepentidos de nuestros pecados.



Pero después Jesús nos la puso más difícil, cuando en la noche tras la cena de Pascua, dijo algo esencial a sus apóstoles:
«Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado» (Jn 15,12).
¿Cómo es esto?

En su evangelio, Juan (capítulo 15, 9-14) nos dice la forma en que Jesús nos ama y cómo podemos hacerlo nosotros:
«Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado».
Y se los reitera enseguida:
«Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando» (Jn 15,17).

El amor de Jesús es perfecto, inalcanzable para la débil naturaleza humana, pero en realidad lo que Él desea es que intentemos, lo mejor posible, amar al prójimo como Él lo ama. Para procurar amar al prójimo como Jesús lo ama (como dijo, cumpliendo los mandamientos del Padre), es necesario conocer su vida, sus milagros, su predicación, su actitud ante quienes se presentaban a Él y escuchaban su voz y presenciaban esos milagros. Lo aprendemos de la Escritura.

El perdón. Una de sus principales enseñanzas es el perdón, ese acto que humanamente puede verse como muy difícil, a veces casi imposible, pero que, conforme a la enseñanza divina y con la ayuda del Espíritu Santo, podemos hacer. Muchos mártires, en el momento de su ejecución, ofrecieron el perdón a sus verdugos. Si ellos pudieron perdonar a quienes les quitaban la vida, a veces en forma muy cruel, nosotros también podemos ejercer ese acto de amor que es perdonar a quienes nos ofenden, tal como ofrecemos en el rezo del Padrenuestro, la oración perfecta que Jesús nos enseñó.

Volvamos al tema: ¿Y cómo sabemos, además del perdón, la forma mejor de amar al prójimo en semejanza a como Jesús nos ama? Pues podemos recurrir a lo que Él mismo señaló como la razón para entrar en el Reino de los Cielos tras el gran juicio: practicar las obras de misericordia.
Amar al prójimo, no con buenos deseos y dejar que el necesitado, con la ayuda o no de Dios, vea resueltas sus necesidades sin nuestra ayuda, sino por medio de nuestras obras de misericordia, con la caridad (amor) practicada para el prójimo. Por supuesto que una manera esencial de amar al prójimo es rogar al Señor por él.



¿Queremos estar en el amor de Jesucristo y permanecer en su corazón? Lo dijo muy claro:
«Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor» (Jn 15,10).
Es decir, con los dos mandamientos de amar a Dios y al prójimo. Y que, así, sirviendo a Dios y al prójimo, el mundo nos reconozca como discípulos de Jesús, evangelizando con el ejemplo de una vida diaria conforme a los mandamientos del Maestro, tratando de hacerlo de la misma forma como el mismo Jesús nos ama.

Concluyendo, amemos al prójimo según lo dijo el Maestro:
«Como a nosotros mismos», en su enseñanza del segundo mandamiento que nos dejó, tan cerca de imitar humanamente el amor divino para amar según su petición en cuanto nos sea posible.
Lo reitero:
«Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado» (Jn 15,12).
Y agreguemos lo que dijo también:
«En esto reconocerán todos que sois discípulos míos, si tenéis amor unos para otros» (Jn 13,35).
Oremos al Señor para que, en el camino de la vida, nos guíe sobre la mejor y oportuna forma de ayudar (amar) al prójimo.







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