¿Cómo comenzar a sanar? Los 7 acuerdos del amor
Cinco heridas que enfrían el amor y cómo sanarlas desde la fe
Por: Catholic Net |

Vivimos tiempos en los que muchas parejas experimentan un profundo desgaste en su relación. No siempre por grandes traiciones, sino por heridas cotidianas que, cuando no se reconocen ni se curan, erosionan silenciosamente el amor.
La buena noticia es que Dios no abandona a los esposos. A través de la gracia del sacramento del matrimonio y del esfuerzo diario, es posible reconstruir lo que parece roto y volver a amar con un corazón nuevo. Identificar los errores y corregirlos es un acto de humildad… y también de esperanza.
A continuación, cinco actitudes que hieren el vínculo conyugal, y una propuesta sanadora inspirada en el Evangelio y en la sabiduría de la Iglesia.
1. El consumo de pornografía: traición silenciosa
La pornografía no es solo “entretenimiento para adultos”, como la cultura actual intenta justificar. Es un veneno para el alma y para la relación. Distorsiona la sexualidad, genera adicción, enfría la intimidad y cosifica al otro. Cuando uno de los cónyuges consume pornografía, abre una brecha emocional, espiritual y afectiva con su pareja.
Vivir una sexualidad sana exige pureza, dominio propio y una visión cristiana del cuerpo como templo del Espíritu Santo (cf. 1 Cor 6,19). Superar esta esclavitud es posible con ayuda, oración y dirección espiritual.
2. Reducir la provisión al aspecto económico
Proveer no es solo pagar las cuentas. El verdadero proveedor ofrece tiempo, escucha, consuelo y guía espiritual. Cuando uno de los cónyuges cree que basta con trabajar y “cumplir económicamente”, corre el riesgo de descuidar lo más valioso: su presencia
amorosa.
El matrimonio se fortalece con abrazos, conversaciones, risas, oración en común, silencio compartido. Dar solo dinero, sin el corazón, convierte el hogar en una oficina, no en una familia.
3. Falta de seguridad emocional, física y espiritual
La seguridad no se limita a cerrar con llave la puerta de la casa. También implica crear un entorno donde el otro se sienta libre de ser vulnerable sin ser juzgado. Significa cuidar el lenguaje, evitar la violencia verbal o pasiva, y brindar apoyo ante los miedos, dudas o
caídas.
Un hogar cristiano debe ser refugio, no campo de batalla. Lugar de acogida, no tribunal.
4. Pobre comunicación y ausencia de herramientas sanas para resolver conflictos
Muchos matrimonios se hunden por no saber hablar ni escuchar. O porque creen que discutir es un pecado, cuando en realidad lo destructivo no es el conflicto, sino la forma en que se enfrenta. Gritar, callar por rencor, usar el sarcasmo o el chantaje emocional son armas que hieren el alma.
La clave es aprender a hablar desde el amor, a pedir perdón, a ceder. La humildad construye puentes donde el orgullo solo levanta muros.
5. Descuidar la vida de oración personal y en pareja
Un matrimonio sin oración es como un cuerpo sin alma. Cuando se deja de rezar, se deja de mirar con ojos de fe. Y entonces todo se vuelve carga, exigencia, cansancio. La oración renueva el amor, da fuerzas para perdonar, y pone a Dios en el centro, que es donde debe
estar.
Una pareja que ora unida, se mantiene unida. No por sus fuerzas, sino por la gracia que reciben al invocar al Señor.
¿Cómo comenzar a sanar? Los 7 acuerdos del amor
El psicólogo católico Doug Weiss propone siete acuerdos sencillos pero poderosos que, practicados con sinceridad, pueden renovar cualquier matrimonio. No son fórmulas mágicas, pero sí caminos concretos de amor:
1. Fidelidad: Seré fiel en todo momento y circunstancia, con el cuerpo, la mente y el corazón.
2. Paciencia: No intentaré cambiar a mi cónyuge, pero sí trabajaré en cambiar lo que sé que le afecta.
3. Perdón: Pediré perdón con prontitud, y perdonaré con generosidad.
4. Servicio: Me adelantaré a las necesidades de mi pareja, cuidando sus heridas con ternura.
5. Respeto: Nunca hablaré ni actuaré de modo que humille o avergüence a mi esposo/a.
6. Amabilidad: Mis gestos, palabras y tonos serán dulces, incluso en el cansancio o la rutina.
7. Celebración: Reconoceré y agradeceré los dones de mi pareja, en privado y en público.
Estos acuerdos no son promesas de una sola vez. Son decisiones que se renuevan cada día, con oración, esfuerzo y humildad.
El matrimonio es camino de santidad… y de cielo
Como enseña la Iglesia, el matrimonio es sacramento, es decir, signo eficaz del amor de Cristo por su Iglesia. Los esposos no están solos: son ministros de la gracia el uno para el otro. Cada acto de entrega, cada gesto de reconciliación, cada abrazo después de una pelea,
es una oportunidad de santificación.
No importa cuán herida esté tu relación: si te abres a la gracia de Dios y comienzas este camino de reconstrucción, el amor puede renacer. A veces no como fue al principio, sino más fuerte, más maduro, más luminoso.
Confía en Aquel que hizo del agua vino en unas bodas. Él puede hacer del desgaste una oportunidad, del dolor una nueva alianza, del matrimonio una puerta al cielo.

