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Salmo 15: "El Señor es nuestro Dios"

No les impidan a los niños que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos
Meditación al Evangelio 16 de agosto de 2025 (video)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.Net



Con mucha razón nuestros pueblos han encontrado en la fiesta de la Asunción una fuente de esperanza y aliento para su vida diaria. Ya las mismas lecturas, de forma simbólica, nos presentan lo que ocurre en todos nuestros ambientes: dragones poderosos que parecen engullir a los débiles e inocentes que han puesto su esperanza en Cristo. El dragón y la mujer en fiero combate nos presentan la debilidad de la mujer preñada que está a punto de dar vida pero que debe enfrentar la crueldad del monstruo perverso que quiere arrebatarle a su hijo. La bestia ha dominado, según el Apocalipsis, gran parte del mundo y los creyentes tiemblan de miedo. Sin embargo, la mujer logra escapar con su hijo y obtiene una victoria que llena de esperanza. Es verdad que hay maldad en el mundo, es verdad que el pecado y la violencia parecen dominar, pero la fuerza de Cristo, San Pablo dirá que de Cristo Resucitado, nos llena de seguridad para continuar en el combate. La fiesta de la Asunción, que en muchos de nuestros pueblos se celebra con singular alegría, es la manifestación de que el Reino de Dios se construye con los humildes y con los sencillos, con la “esclava del Señor”, que espera que se cumpla en ella su palabra. El canto del Magníficat lo deberíamos proclamar cada día como recuerdo de que la mano poderosa de Dios se hace real y concreta en la mano débil, temblorosa y miserable de cada hombre. Que el Reino se construye con los más pequeños y que no se puede apostar la construcción del Reino a base de poder y de riqueza. María, madre sencilla, mujer oculta, la mujer que sabe escuchar, hoy nos llena de esperanza y de ilusión no en nuestras pobres fuerzas, sino en la fuerza de “El que todo lo puede”. Hoy tenemos la oportunidad para, junto a María, enfrentar los nuevos dragones que buscan devorar la vida. Seamos fieles a la palabra y luchemos confiados más en la fuerza y el poder del Señor que en nuestras propias fuerzas. También nosotros debemos decir: “Somos esclavos, hágase en nosotros conforme a tu palabra”

 







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