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"Bien hecho, siervo fiel": el legado cristiano de Charlie Kirk
"Sanamos nuestras divisiones al hablar con personas con las que no estamos de acuerdo...Sanamos al país cuando permitimos el desacuerdo."


Por: Natasha Cheij | Fuente: Catholic.Net



Hace algunos años, mientras trabajaba en un medio de comunicación, compartí en una de mis redes sociales privadas una publicación que mostraba una bandera LGBTQ siendo pintada de blanco, acompañada con el mensaje: “basta de divisiones, a todos nos define la misma dignidad”. En otra ocasión, celebré una noticia que informaba que en un estado mexicano no se había aprobado el matrimonio entre parejas del mismo sexo.

Esos simples posts casi me cuestan el trabajo. Sin saberlo, se gestaba un complot entre mis propios compañeros. Para ellos, mis posiciones eran “discriminatorias” y me definían como homofóbica. Incluso un colega con el que trabajaba a diario subió a la oficina del CEO para advertir que no podía seguir colaborando con alguien que no apoyaba la adopción por parte de parejas homosexuales. La conclusión era clara: había que sacarme.

De repente, el mundo entero parecía volverse en mi contra. Algunos sonreían a mis espaldas celebrando la calumnia, y personas muy cercanas me recriminaron, sugiriendo que debía dividir mi vida en dos: una privada y otra laboral, donde mis principios no tuvieran lugar. Recuerdo con claridad la reunión de último minuto convocada por los directivos. Querían explicaciones. Necesitaban que yo negara ser “homofóbica”. Fue entonces cuando entendí la nueva persecución contra los cristianos: todo aquel que piense y actúe conforme al Evangelio auténticamente es catalogado como instigador de odio y división.

De esto se dio cuenta Charlie Kirk mucho antes que yo. Él veía la decadencia moral de su país y cómo las ideologías dominantes atrapaban fácilmente a jóvenes ingenuos con deseos de encajar y con sed de un sentido trascendente en sus vidas.

Charlie identifico a una edad muy temprana, que los jóvenes necesitaban voces claras, contundentes que los rescataran de una un sistema cultural que ha sacado a la Dios de la ecuación y que los ha convertido en presas fáciles de adoctrinar por una izquierda progresista globalista que se impone a través de la educación, los medios de comunicación y la política con narrativas anti-cristianas.



Con apenas 18 años, desde el garaje de la casa de sus padres en Lemont, Illinois, fundó Turning Point USA, un movimiento conservador para defender y restaurar los valores tradicionales norteamericanos que consideraba esenciales: el patriotismo, el respeto por la vida, la libertad, la defensa de la familia y la responsabilidad fiscal. Su objetivo era llegar a estudiantes en colegios y universidades, generando debates sustentados en argumentos sólidos para animarlos a buscar la verdad. O, al menos, a comprender que, pese a las diferencias, es posible alcanzar entendimientos mutuos.

Para Kirk, la libertad de expresión era un derecho que debía reivindicarse ante la clara amenaza de las narrativas ideológicas de izquierda que redefinieran la moral y la verdad objetiva. Desde muy joven entendió que a Estados Unidos, y a la civilización occidental en general, se la estaba desarraigando de sus tradiciones y valores. Por eso, quienes lo conocieron de cerca afirman que detrás de todo su trabajo había un propósito espiritual: provocar un despertar espiritual en los jóvenes norteamericanos para que volvieran a Dios.

A los jóvenes les aconsejaba: trabajo, disciplina, dejar de fumar marihuana, poner a Dios en el centro de sus vidas, casarse y tener hijos.

La Palabra de Dios siempre lo acompañó. Su deseo de amar y servir a Cristo lo llevó a profundizar en la teología, a hacerse preguntas y a buscar respuestas. Aunque creció en una familia cristiana evangélica, comenzó a acercarse a las enseñanzas de la Iglesia católica. En medio de todos los testimonios que surgen tras su muerte, varias personas que lo conocieron aseguran que asistía a misa los domingos y que lo veían en adoración al Santísimo. Incluso, según un amigo de la infancia, en algún momento pidió que lo pusieran en contacto con un sacerdote católico para conversar.

No sabemos si dentro de sus planes estaba una conversión formal al catolicismo. Sin embargo, en una entrevista con Tucker Carlson, mencionó abiertamente cómo muchos jóvenes y adultos se están convirtiendo al catolicismo ante la necesidad de enraizarse en tradiciones y valores sólidos. Su acercamiento a la Iglesia Católica es, en todo caso, una muestra de su incansable espíritu por buscar la verdad y de su anhelo de ser un instrumento de Jesucristo en el mundo.



Comprender y aceptar su muerte no es un asunto fácil de asimilar. Tan solo tenía 31 años. Dejó a una esposa y a dos hijos pequeños. Como dijo su joven viuda, Erika Kirk, en el discurso que pronunció tras su asesinato: “no entiendo qué propósito tiene todo esto, pero se que Dios sí”. Y es que sabemos que todo sucede para bien de los que aman a Dios.

Basta con mirar las redes sociales para ser testigos de los innumerables testimonios de personas que, tras el asesinato de Kirk, han experimentado un profundo deseo de volver a Dios y a la Iglesia. Leí, por ejemplo, el post de una joven que aseguraba querer renunciar a su trabajo en la controvertida plataforma OnlyFans y vivir en gracia de Dios. También me encontré con personas devastadas que, en medio del dolor, me aseguraban haber comprendido con mayor claridad el valor de nuestra fe y la importancia de defender nuestra doctrina y moral.

Por otro lado, Turning Point ha reportado haber recibido más de 37,000 solicitudes para abrir nuevas divisiones en colegios y universidades de Estados Unidos. Un signo claro de que su voz sigue resonando en muchos corazones, que reconocen que más allá de una batalla política o ideológica, estamos ante una batalla espiritual. Una batalla que se gana en la medida en que vivamos nuestra fe con más entrega, decisión y coherencia.

La vida terrenal de Charlie Kirk ha terminado, pero su legado de amor a Jesús y a sus enseñanzas, de disciplina y valentía en el trabajo, debe perdurar. “Bien hecho, mi buen siervo fiel” —esas eran las palabras que, según su viuda, siempre quiso escuchar Charlie, y que lo motivaban a trabajar sin perder tiempo por el Reino de los cielos. Confiamos en que la misericordia de Dios lo haya recibido de esa manera, y que hoy nosotros mismos nos preguntemos:

¿Estamos siendo buenos y fieles servidores de nuestro Señor?

 







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