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Gracias por no dejarme
 "Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo" (Salmo 23,4).


Por: Rafael Moya | Fuente: Cristo en la Ciudad



 

 Semáforo en rojo, lluvia cayendo sobre el parabrisas.

Afuera, la ciudad corre sin detenerse, pero adentro del alma hay un suspiro que se escapa:

“Gracias Dios, por no dejarme”.

 



Porque hay días en que los problemas pesan, los amigos fallan y hasta la fe parece frágil…

y, aun así, descubres que no caminas solo.

Él sigue allí, firme, sosteniendo tus pasos, guardando tus noches, levantándote en tus caídas.

Ese “gracias” no es una palabra ligera:

es el reconocimiento de que, incluso en la curva más difícil, Su mano no se soltó.



 “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo” (Salmo 23,4).







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