Menu




Autor: | Editorial:



Competitividad humana o amor cristiano

Autocrítica católica (6)

Domingo 13 de abril de 2003.


Hola, amigos:

La superación humana se logra compitiendo, dicen unos; y otros dicen que se logra por el conocimiento y el amor, casi como si se tratara de una utopía. ¿Qué pensar?


Breve preartículo


Acabo de leer un artículo aparecido en Libertad Digital, Madrid, 28 de marzo de 2003; me llegó por correo electrónico traducido al inglés del original en español; el autor parece ser Fernández-López. En el artículo se defiende la presente guerra contra Irak diciendo que “los pacifistas protegen a los tiranos e incitan a las guerras”. Como prueba de ello se cita una frase de Churchill dirigida a Chamberlain, en la que le decía: “Tu elección era entre la vergüenza y la guerra; tú elegiste la vergüenza, y lo que tendrás será la guerra” (Your choice was between shame and war; you chose shame and you will have war). Al final del artículo se dice lo siguiente:

    Finalmente, es importante no confundir a los pacifistas con los pacíficos. Jesucristo prometió a estos últimos un premio admirable: “Vosotros seréis llamados hijos de Dios”. Los pacíficos son aquellos que aman la verdadera paz, definida por San Agustín como “la tranquilidad del orden”. Por el contrario, si los pacifistas hablan de paz, ello es como un pretexto para engañar e inmovilizar a los pacíficos, quienes controlan el orden.

También es usual que en nuestra época se diga que la competitividad es la mejor forma ―o al menos una de las mejores― de superarse personal y humanamente. En realidad la guerra es una gran competencia, y la competitividad es una guerra o un conjunto de guerras en pequeño, porque en uno y otro caso alguien mira por su propio interés, incluso a costa del interés del otro. Ni en las guerras ni en las competencias se mira por el bien del otro, en lo cual consiste amar, que es al primer mandamiento cristiano. San Pablo lo dice con mucha claridad:

    No hagáis nada por espíritu de competencia, nada por vanagloria; antes, llevados de la humildad, teneos unos a otros por superiores, no atendiendo cada uno a su propio interés, sino al de los otros. Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, quien, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2, 3-8).

Es interesante, tal vez indispensable, considerar estos dos diversos planteamientos referentes a la guerra y a la competitividad. El comunismo dijo que la superación humana se logra por la guerra, la revolucionaria lucha de clases; el capitalismo dice que la superación humana se logra por esa pequeña guerra que es la competitividad de todos contra todos: ¡los extremos se tocan! Lo curioso es que ambas posturas hayan querido encontrar fundamento en el cristianismo.

Aunque los artículos de esta serie pueden leerse independientemente, hay entre ellos una relación; debido a lo cual se aprovechará mejor la lectura de cada uno si previamente se han leído los anteriores, que pueden encontrarse activando el siguiente vínculo:

Autocrítica católica


Cuerpo del artículo

Indudablemente puede haber concesiones diplomáticas vergonzosas, y quizá las de Chamberlain ante Hitler lo hayan sido. Sin embargo, de ahí no se puede inferir que la guerra sea una opción moralmente válida para librarse de la vergüenza en las negociaciones diplomáticas. Si las concesiones hechas por Chamberlain, por muy vergonzosas que hayan sido, hubieran logrado evitar la guerra, sin duda habrían sido mejores que la guerra sostenida por Churchill. Lo valioso es la paz, no la buena imagen del propio ego, ni de los egos de muchos.

Pretender controlar el orden matando, es en sí mismo un desorden. Cristo de ninguna manera llama pacíficos a quienes logran la paz por medio de guerras. El solo hecho de no lograr mantener la paz mediante el diálogo y el acuerdo es ya un vergonzoso fracaso, y la guerra es el natural castigo debido a esa ineptitud. Habría que definir con claridad lo que se entiende por pacifista, sus diversas nociones, manifestaciones, etcétera.

El Diccionario de la Lengua Española define pacifista como “Perteneciente o relativo al pacifismo. Dícese del partidario del pacifismo”. Y define pacifismo como “Conjunto de doctrinas encaminadas a mantener la paz entre las naciones”. Por tanto, pacifista es el partidario del conjunto de doctrinas encaminadas a mantener la paz entre las naciones.

Hay que estar muy alerta para no ir a usar el término pacifista como una etiqueta peyorativa para desacreditar a los que aman y buscan la paz. ¿No es acaso una artimaña de los que promueven la guerra? Si mordemos ese anzuelo, no sólo seremos unos ingenuos, sino también unos tontos que nos hacemos cómplices de los beligerantes.


Diversas manifestaciones del pacifismo

De una manera genérica se puede considerar como pacifista toda doctrina y actitud individual o colectiva que defiende y exalta la paz frente a la guerra. En sentido amplio el pacifismo consiste en tal aspiración o tendencia genérica hacia la paz. En un sentido estricto el pacifismo es una oposición concreta a toda forma de guerra y de violencia. En este sentido el pacifismo ha dado lugar a diversos movimientos sociales.

Existen diversos fundamentos en apoyo del pacifismo. Podemos mencionar los simplemente humanos o naturales, los religiosos y los utilitarios. Entre los naturales está la hermandad entre todos los hombres, vistos como una gran familia humana, y la esperanza de poder llegar a una humanidad sin distinción de naciones, razas, etcétera.

Entre los fundamentos religiosos está la creencia de que los hombres estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, con la consecuente dignidad de la persona humana, lo mismo que sus derechos inalienables. Es de gran importancia el perdón, tanto en lo individual como en lo social, lo mismo que el amor a los enemigos, el responder al mal con el bien, y a la violencia con la mansedumbre.

Los fundamentos utilitarios destacan la improcedencia utilitaria de la guerra y de la violencia, los sacrificios humanos y materiales que implican, su ineficacia para establecer una paz duradera, la imposibilidad de regular eficazmente la legitimidad del tipo de los armamentos usados, y finalmente la inadmisibilidad absoluta, moral y práctica, de la guerra nuclear moderna a causa del peligro de ir a destruir la vida humana en su totalidad.

Casi todos los sistemas filosóficos defienden el pacifismo como un ideal. Sin embargo, hay tres pensadores modernos que han sostenido el pacifismo como no violencia activa: Tolstoi, Gandhi y Martin Luther King. Los tres están estrechamente relacionados, ya que Gandhi fue discípulo de Tolstoi, y Luther King se inspiró ampliamente en Gandhi.

Tolstoi fue consciente de las desigualdades e injusticias en las relaciones sociales, políticas e internacionales en el mundo y la Rusia de su tiempo, pero frente a ellas no vio como solución la violencia y la lucha de clases, sino la no violencia y un cambio general de conciencia, es decir, una conversión al amor.

Gandhi desarrolló las ideas pacifistas de Tolstoi con base en ideas tomadas de las doctrinas religiosas hindúes, de la Biblia y del Corán. Y las llevó a la práctica en forma de método concreto de acción a fin de liberar a su patria de la dominación inglesa. Gandhi sostiene que “La no violencia, en su forma activa, es buena voluntad hacia todo lo que vive. Es perfecto amor”.

Martin Luther King llevó a la práctica el principio de la no violencia activa de una manera similar a Gandhi. Para él es ante todo un método, y en su doctrina su aplicación tiene un fundamento práctico. Afirma lo siguiente:

    Más recientemente he visto muy clara la necesidad de la no-violencia en las relaciones internacionales... Si partimos de la base de que la humanidad tiene derecho a sobrevivir, tendremos que encontrar una alternativa a la guerra y a la destrucción. En la era de los vehículos espaciales y los proyectiles balísticos, la elección está entre la no-violencia y la no existencia.


Pros y contras del pacifismo

Existe una íntima relación entre cristianismo y pacifismo. Hoy se dice que la posición cristiana, católica, es la de un pacifismo que podría calificarse de relativo, según el cual la paz y la no violencia se consideran como un ideal y una aspiración, pero sin excluir la licitud de la violencia individual y la guerra en los casos de legítima defensa. En el Concilio Vaticano II se dijo lo siguiente:

    Mientras exista el riesgo de una guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de medios eficaces, una vez agotados todos los recursos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de legítima defensa a los gobiernos (Gaudium et spes, nn. 79 y 80).

Sin embargo, ahí mismo se hace una excepción respecto a la llamada guerra total en el sentido de que “las armas científicas traspasan los límites de la legítima defensa”, y en consecuencia se condena como crimen contra la humanidad toda acción bélica que “tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes”. La pregunta es: ¿cómo han de dejar de usar esas armas los países que entraron en guerra justa, si van perdiendo? Parece que las armas nucleares hacen imperativo que se condene toda guerra. ¿No debió ser así desde siempre?

Las posturas pacifistas han llegado hasta los casos de los objetores de conciencia, quienes reclaman el derecho a no participar en acciones bélicas o violentas. Si se ejerciera por todos el reclamo de los objetores de conciencia ―que los beligerantes y sus ingenuos seguidores tildan de antipatriota― se acabarían todas las guerras automáticamente, como por arte de magia.

Entonces serían los gobernantes beligerantes mismos los que tendrían que salir a luchar individualmente, con puñales, en alguna arena como la de una plaza de toros. Obviamente, ellos no quieren eso, sino quedarse cómodamente en sus casas mientras unos jóvenes inocentes van al campo de batalla a entregar sus vidas, y a dejar viudas a sus esposas, y huérfanos a sus hijos. Ésa es la enorme vergüenza y la gran responsabilidad de los gobernantes beligerantes, quienes un día tendrán que dar estrechísima cuenta a Dios de todos sus crímenes.

En la Edad Moderna el movimiento pacifista se inició en 1896 con la fundación de los premios Nobel de la Paz. En 1920 se fundó la Corte Internacional de Justicia en La Haya. El pacto Kellogg de renuncia a la guerra, celebrado en París en 1928, fue una tentativa de este género, a la cual siguieron otras, entre ellas la firma por casi todas las naciones del pacto antibélico (1935-1936), propuesto por el Ministro de Relaciones Exteriores argentino, doctor Saavedra Lamas. No obstante tan bellas aspiraciones, tuvo lugar la Segunda Guerra Mundial y el mundo vive bajo el temor de una guerra nuclear total.

Parece, pues, que el pacifismo consiste en ideologías y movimientos que representan un bello ideal, pero inalcanzable en la realidad. Parece tener las ventajas de un ideal sin el cual la humanidad sería mucho menos valiosa y digna, pero también las desventajas de todas la utopías. Sin embargo, a nivel individual el pacifismo es realizable, de lo cual han dejado constancia histórica todos los mártires. ¿No será posible también, de alguna forma, el pacifismo social, nacional e internacional?


El pacifismo, ¿exigencia cristiana?

Ante estos temas es casi imposible no pensar en esa peculiar sociedad que fue la primera Iglesia. Su vida estuvo marcada por el ejemplo de Cristo mismo, que predicó el amor a los enemigos y poner la otra mejilla a la bofetada. También quisieron hacerlo rey a fin de librar al pueblo hebreo de la opresión romana, pero Él no aceptó el ofrecimiento. ¿Qué diría Jesús hoy si le preguntáramos sobre todos estos temas?

Maestro, si mi hermano se acerca con ánimos de matarme, ¿puedo yo matarlo a él antes de que él me mate a mí? ¿Qué respondería Jesucristo a esta pregunta? ¿Podemos siquiera imaginar que respondiera aclarándonos los detalles morales de la defensa propia, que hoy tenemos por legítima? ¿Qué nos sucede a los cristianos de hoy, sin excluir a quienes están constituidos en Magisterio? ¿Usaría el Papa el recurso a la defensa propia para salvar su vida? ¿No? Entonces, ¿por qué a los demás nos permiten usar ese recurso? ¿Acaso hay una Moral para cristianos de primera, y otra para cristianos de segunda?

La primera Iglesia fue pacifista en extremo: se dejó matar sin usar violencia alguna para defenderse. Ciertamente se defendió mediante la apología escrita y el diálogo; ahí están los escritos de los Padres apologistas. Y lo más notable es que esa Iglesia pobre e indefensa triunfó sobre al Imperio Romano, al que convirtió al cristianismo. Ése es el caso más claro, y quizá el único, en que el cristianismo triunfa sin lugar a dudas: el caso en que esa sociedad no hizo nada por organizarse y defenderse mediante una guerra justa, ni los mártires hicieron nada por echar mano al recurso de la defensa propia.

¿Nada nos dice esa tremenda lección de la historia de la Iglesia, que acuñó la frase de que “la sangre de los mártires es semillero de los cristianos”? A mí me dice que no puede, que no debe haber cristianos de segunda. Dime, hijo, ¿eres un laico comprometido? Padre, permítame, antes de responderle, hacerle yo esta otra pregunta: ¿Es usted un sacerdote comprometido? Quizá su respuesta me dé un poco de luz para poder responderle.

¿Por qué dividimos en comprometidos y no-comprometidos a los laicos, y no a los religiosos, a los sacerdotes, a los Obispos y a los Papas? Todo me indica que a los laicos, que somos la inmensa mayoría, nos siguen considerando cristianos de segunda; y que por eso nuestro mundo está como está. Recordemos que la mayor parte de los mártires fueron laicos. ¿No estará el inicio de la solución de la paz mundial en que todos los cristianos seamos objetores de conciencia, y si por eso nuestros gobiernos nos matan, que nos maten?

Me parece que Cristo nos dice algo como esto: Si tú vives mi doctrina en toda su radical exigencia, entonces Yo arreglaré tu sociedad. Pero si tú quieres arreglar tu sociedad sin vivir las exigencias de mi doctrina, entonces Yo esperaré para ver cómo te quedan los arreglos sociales que hagas. Los primeros cristianos hicieron lo primero, y nosotros estamos haciendo lo segundo. ¡Y así está nuestro mundo! ¿No es verdad?

En fin, ya me estoy alargando demasiado. Sólo he querido platicarles los temas que esta cruel guerra ha traído a mi mente y a mi oración personal. Sea de ello lo que fuere, tal vez nos den algo en qué pensar. Y de ninguna manera parece, pues, justificable usar el término pacifista como una etiqueta peyorativa para desacreditar a los que, por todos los medios posibles, aman y buscan la paz.



Otros artículos

Si quiere usted suscribir a alguien a estos artículos, puede hacerlo incluyendo y enviando su email en la "Lista de correo" que aparece en la columna de la derecha en la página a la que conduce el vínculo anterior:


Reportar anuncio inapropiado |

Another one window

Hello!