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Autor: | Editorial:



Un niño subnormal. Dios responde
UN NIÑO SUBNORMAL

Quizás has visto, algunas veces, en tu vida pasar a tu lado niños subnormales. Nunca me olvido de aquel niño subnormal de 15 años, que parecía de tres años, a quien sus padres tenían escondido en su casa para que nadie supiera su tragedia, porque creían que ese niño era un castigo de Dios. Pero un niño, aunque sea subnormal, no es ningún castigo de Dios.

Dice el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica Familiaris consortio: “La vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Por eso, la Iglesia está a favor de la vida”. No hay vidas más valiosas que otras. Toda vida humana tiene un sentido y un valor en el plan de Dios y todos los seres humanos tienen los mismos derechos.

Pearl S. Buck, premio Nóbel de literatura de 1938, era madre de un niño subnormal. Y ella escribió:

“Si hubiese podido conocer previamente que mi hijo iba a ser un niño subnormal ¿lo habría abortado? La respuesta es NO. Habría elegido la vida para él. Y esto por dos razones. En primer lugar, me da miedo que el poder de elección sobre la vida y la muerte esté en manos de un ser humano. Y, en segundo lugar, porque la vida de este hijo no ha estado desprovista de sentido. Al contrario, ha traído consuelo a muchas personas y apoyo práctico a muchos padres de niños subnormales. Ciertamente, lo ha hecho a través de mí, pero sin él yo no hubiera tenido la oportunidad de aprender a aceptar el sufrimiento y hacer que esa aceptación sea útil para los otros.

Un niño subnormal tiene algo que aportar en la vida, incluso a la vida de las personas normales. Ellos nos dan lección de paciencia, comprensión y misericordia, lecciones que nosotros necesitamos aprender. Yo quiero agradecer a Dios este regalo que me ha dado con mi hijo subnormal”.


¿Serías tú también capaz de agradecer a Dios un hijo subnormal como un verdadero regalo de Dios? ¿O preferirías abortarlo? Piensa que para Dios no hay vidas sin sentido y estos niños tienen un alma tan grande y hermosa como la tuya, y quizás más bella, porque son inocentes. Algún día los verás en el cielo, sanos y normales y, entonces, te quedarás admirado de su alegría y de su hermosura. Realmente, son niños inocentes con un alma bella, un verdadero regalo de Dios, que necesitan ser amados, pero que también nos enseñan a amar.
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