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La Cuestión Fundamental
En este primer capítulo clave para este libro no sólo por la importancia que revisten en sí las cuestiones consideradas en él sino por el lugar que éstas ocupan en la estructura de este escrito tocaremos dos puntos claves: el primero, que los protestantes en general, y en particular las sectas que apelan constantemente a la Biblia, no pueden fundamentar el uso que hacen de ella; es decir, no saben por qué usan la Biblia. La usan, tanto para su devoción y alimento particular (lo cual alabamos y deseamos que continúen haciéndolo) cuanto para objetar a los católicos las enseñanzas principales de nuestra fe (¿quién no ha escuchado hasta el cansancio la pregunta: dónde dice la Biblia que...?), en lo cual hay un abuso pasmoso, puesto que precisamente ellos deberían primero probar por qué tiene que estar en la Biblia lo que nosotros enseñamos y creemos, lo cual no pueden hacerlo, porque la Biblia no dice que todo tiene que estar allí. Atención con esto: no estamos diciendo que las verdades de nuestra fe no estén en la Biblia, sino que, si bien están allí (explícita o implícitamente, como veremos en los siguientes capítulos), el que tengan que estar no es doctrina bíblica. Por otro lado, se supone que si ellos pretenden que una verdad para ser creída deba estar en la Biblia, es porque creen que la Biblia es Palabra de Dios; pero ¿cómo saben y prueban esto? ¿dónde dice la Biblia que ella es Palabra o Revelación de Dios?; es más, ¿en dónde dice la Biblia qué es la Biblia, es decir, cuántos y cuáles libros forman parte de la Biblia? ¡En ninguna parte! ¡No se preocupen! La Biblia es Palabra de Dios, y los libros que se contienen en nuestras Biblias son inspirados por Dios (aunque en algunas Biblias protestantes falten algunos libros o algunos de ellos estén allí pero como de dudosa inspiración); pero sólo la Iglesia católica y la Tradición pueden garantizar esta verdad: que la Biblia es Palabra de Dios y que está conformada por tales y cuales libros y que tales o cuales traducciones responden al sentido literal de los textos originales. Esto los protestantes lo aceptan en su conclusión (la inspiración de la Biblia) pero no en sus premisas o causas (que la única garante de esta verdad, o sea, la única que puede garantizar que esta verdad es verdad, es la Iglesia católica). Con la Reforma de Lutero, Calvino y Zwinglio (antes había habido otros intentos similares, algunos de los cuales todavía perduran, como el de Juan Hus, pero no fueron tan determinantes históricamente como la obra de estos llamados reformadores o rebeldes al magisterio de la Iglesia católica) los primeros protestantes (y luego las iglesias y sectas que se desmembraron de ellos hasta nuestros días) se quedaron con esta verdad, pero rechazaron a la Maestra que la enseñaba y la garantizaba (la Iglesia), cayendo en un fideísmo (o sea en un acto no de fe sino de fe verdaderamente ciega, que no se confunde con la fe verdadera).
La segunda verdad que quiero exponer en este capítulo es que la Tradición no se contrapone a la Biblia, sino que la complementa, y más todavía, es la que le hace de soporte y garantía ; y que ¡incluso esto es una doctrina bíblica! Sin la Tradición no sabríamos que hay libros inspirados, ni cuáles son, ni cómo deben entenderse.
Los cristianos no católicos no pueden fundamentar el uso que hacen de la Biblia
Las objeciones y dificultades que ponen los no católicos son numerosas, casi todas basadas en malas comprensiones de textos bíblicos o lecturas parciales de la Sagrada Escritura. Trataremos en los siguientes capítulos de responder católicamente a cada una de esas objeciones. Sin embargo, hay un problema fundamental que, para ser honestos, los cristianos no católicos deben resolver primero, y es el problema de los principios fundamentales de su fe cristiana. Ellos presentan muchas dificultades, todas a partir de su lectura personal de la Biblia; pero el hecho fundamental es que, para poder hacer esto, primero deben justificar por qué usan la Biblia y qué derecho tienen para hacerlo, y, segundo , deben justificar con qué derecho ellos se atribuyen el derecho de interpretar privadamente la Biblia. El recurso exclusivo a la Biblia y el derecho de interpretarla privadamente son los dos grandes principios que todo el cristianismo no católico ha heredado de los primeros reformadores. El gran problema del cristianismo no católico es que los dos principios son imposibles de fundamentar y llevan a un círculo vicioso y a un callejón sin salida.
Empezaré, pues, demostrando la inconsistencia de estos principios. Y como ellos son claves, al tocar en los siguientes capítulos las distintas objeciones que los no católicos presentan a los católicos apoyándose en la Biblia , volveré una y otra vez a recordar que en línea de principio no se les debe responder a sus objeciones hasta tanto ellos no demuestren con qué derecho usan la Biblia; mis respuestas a las objeciones puntuales, por tanto, serán más bien de carácter ilustrativo para los mismos católicos (es decir, para ayudarles a profundizar su fe) puesto que un no católico, al no poder demostrar su derecho a usar la Biblia, tampoco puede exigir una respuesta a sus preguntas (que no obstante, por caridad, podemos darles).
En este primer capítulo haré varias referencias a un valioso opúsculo publicado hace muchos años por el gran apologista católico, Antonio J. Colom, S. J., titulado Cómo defender nuestra fe. El tema que trata allí el P. Colom se encuentra también en numerosos textos clásicos de apologética católica; él tiene el mérito de formular los argumentos con gran precisión y poder de síntesis; en varias partes lo citaré textualmente.
Nota: el mundo del protestantismo abarca un espectro demasiado amplio de denominaciones e iglesias como para intentar una crítica pormenorizada de cada una de ellas; téngase en cuenta, por tanto, que al hablar de Protestantismo abarcamos tanto a las iglesias surgidas inmediatamente de la Reforma (luteranismo, calvinismo, anglicanismo, bautistas, etc.) llamadas a veces denominaciones tradicionales, como también a sectas protestantes (adventistas del Séptimo día, pentecostales, distintas divisiones del evangelismo, etc.; por extensión englobamos en esta categoría a los Testigos de Jehová y hasta cierto punto a los Mormones, porque también ellos hacen uso de la Biblia, aunque no son propiamente religiones cristianas pues no aceptan la divinidad de Jesucristo y el dogma de la Santísima Trinidad, fundamentos del cristianismo tanto católico como no católico). Por tanto, si bien hay diferencias esenciales entre estas denominaciones y sectas, tienen en común la aceptación de los principios fundamentales de la Reforma protestante y las principales objeciones que hacen al catolicismo. En cuanto a las objeciones que son exclusivas de algunas sectas (como los Testigos de Jehová o los Adventistas), lo aclararemos en los casos particulares. En cuanto a la belicosidad contra el Catolicismo, hay que distinguir entre las personas: hay miembros de algunas sectas que son muy respetuosos de las creencias ajenas y hay miembros de denominaciones tradicionales que tienen una gran beligerancia contra la Iglesia católica, como reconocen algunos protestantes convertidos al catolicismo (por ejemplo, ex calvinistas). Hay que reconocer, y éste es en gran medida el propósito de este libro, que muchas de estas personas no están animadas por mala voluntad, sino por una errónea comprensión de la fe católica, que hace comprensible su rechazo activo de nuestra Iglesia. Quisiera que estas páginas también les sirvieran a ellos para despejar algunos equívocos sobre lo que creemos los católicos.
La segunda verdad que quiero exponer en este capítulo es que la Tradición no se contrapone a la Biblia, sino que la complementa, y más todavía, es la que le hace de soporte y garantía ; y que ¡incluso esto es una doctrina bíblica! Sin la Tradición no sabríamos que hay libros inspirados, ni cuáles son, ni cómo deben entenderse.
Los cristianos no católicos no pueden fundamentar el uso que hacen de la Biblia
Las objeciones y dificultades que ponen los no católicos son numerosas, casi todas basadas en malas comprensiones de textos bíblicos o lecturas parciales de la Sagrada Escritura. Trataremos en los siguientes capítulos de responder católicamente a cada una de esas objeciones. Sin embargo, hay un problema fundamental que, para ser honestos, los cristianos no católicos deben resolver primero, y es el problema de los principios fundamentales de su fe cristiana. Ellos presentan muchas dificultades, todas a partir de su lectura personal de la Biblia; pero el hecho fundamental es que, para poder hacer esto, primero deben justificar por qué usan la Biblia y qué derecho tienen para hacerlo, y, segundo , deben justificar con qué derecho ellos se atribuyen el derecho de interpretar privadamente la Biblia. El recurso exclusivo a la Biblia y el derecho de interpretarla privadamente son los dos grandes principios que todo el cristianismo no católico ha heredado de los primeros reformadores. El gran problema del cristianismo no católico es que los dos principios son imposibles de fundamentar y llevan a un círculo vicioso y a un callejón sin salida.
Empezaré, pues, demostrando la inconsistencia de estos principios. Y como ellos son claves, al tocar en los siguientes capítulos las distintas objeciones que los no católicos presentan a los católicos apoyándose en la Biblia , volveré una y otra vez a recordar que en línea de principio no se les debe responder a sus objeciones hasta tanto ellos no demuestren con qué derecho usan la Biblia; mis respuestas a las objeciones puntuales, por tanto, serán más bien de carácter ilustrativo para los mismos católicos (es decir, para ayudarles a profundizar su fe) puesto que un no católico, al no poder demostrar su derecho a usar la Biblia, tampoco puede exigir una respuesta a sus preguntas (que no obstante, por caridad, podemos darles).
En este primer capítulo haré varias referencias a un valioso opúsculo publicado hace muchos años por el gran apologista católico, Antonio J. Colom, S. J., titulado Cómo defender nuestra fe. El tema que trata allí el P. Colom se encuentra también en numerosos textos clásicos de apologética católica; él tiene el mérito de formular los argumentos con gran precisión y poder de síntesis; en varias partes lo citaré textualmente.
Nota: el mundo del protestantismo abarca un espectro demasiado amplio de denominaciones e iglesias como para intentar una crítica pormenorizada de cada una de ellas; téngase en cuenta, por tanto, que al hablar de Protestantismo abarcamos tanto a las iglesias surgidas inmediatamente de la Reforma (luteranismo, calvinismo, anglicanismo, bautistas, etc.) llamadas a veces denominaciones tradicionales, como también a sectas protestantes (adventistas del Séptimo día, pentecostales, distintas divisiones del evangelismo, etc.; por extensión englobamos en esta categoría a los Testigos de Jehová y hasta cierto punto a los Mormones, porque también ellos hacen uso de la Biblia, aunque no son propiamente religiones cristianas pues no aceptan la divinidad de Jesucristo y el dogma de la Santísima Trinidad, fundamentos del cristianismo tanto católico como no católico). Por tanto, si bien hay diferencias esenciales entre estas denominaciones y sectas, tienen en común la aceptación de los principios fundamentales de la Reforma protestante y las principales objeciones que hacen al catolicismo. En cuanto a las objeciones que son exclusivas de algunas sectas (como los Testigos de Jehová o los Adventistas), lo aclararemos en los casos particulares. En cuanto a la belicosidad contra el Catolicismo, hay que distinguir entre las personas: hay miembros de algunas sectas que son muy respetuosos de las creencias ajenas y hay miembros de denominaciones tradicionales que tienen una gran beligerancia contra la Iglesia católica, como reconocen algunos protestantes convertidos al catolicismo (por ejemplo, ex calvinistas). Hay que reconocer, y éste es en gran medida el propósito de este libro, que muchas de estas personas no están animadas por mala voluntad, sino por una errónea comprensión de la fe católica, que hace comprensible su rechazo activo de nuestra Iglesia. Quisiera que estas páginas también les sirvieran a ellos para despejar algunos equívocos sobre lo que creemos los católicos.