Autor: | Editorial:
Hombres mediocres. Hombres insatisfechos
HOMBRES MEDIOCRES
¡Qué triste es ver pasar por la vida hombres sin entusiasmo, que se contentan con cualquier cosa y no tienen aspiraciones de mejorar! A veces, atribuyen todos sus errores y fracasos a su mala suerte o a que les han hecho daño. No comprenden que, para triunfar y hacer algo que valga la pena, hay que trabajar, hay que emplearse a fondo, hay que dar lo mejor de sí mismos, pero ellos parecen que no están dispuestos a luchar. Lamentablemente, muchos padres de familia educan a sus hijos en la ley del mínimo esfuerzo y se lo dan todo hecho. De esta manera, los hacen egoístas y caprichosos, creyendo que tienen derecho a todo. Así estarán mal preparados para enfrentar la lucha por la vida.
Esta mentalidad de comodidad y mediocridad se ve fomentada por la cultura light, suave. Alimentos light, bajos en calorías, sin colesterol y sin riesgo para subir de peso. Cigarrillos light, de lechuga, con el mismo sabor, pero sin nicotina. Matrimonios light, convivientes o solo casados por lo civil, pero sin compromiso definitivo. De esta manera, se vive también una moral light, ligera, en la que uno puede hacer lo que quiera sin que nadie le pueda limitar su libertad. Ni la religión ni los padres ni el Estado pueden oponerse a lo que quieran hacer. De ahí caen fácilmente en la droga, el alcohol, el sexo libre y, en último término, en el egoísmo y la ruina humana.
Es la cultura del yo, yo, yo, que predomina en todas las actitudes vitales y hace vivir a cada uno independientemente de los demás. Es querer todo y rápido con el mínimo esfuerzo. Es el egoísmo brutal. Es querer trabajar, por ejemplo, medio tiempo y tener sueldo de Ministros. Y, si esto no es posible, seguir otro camino más fácil: la estafa y el robo, es decir, la mentira y el engaño como norma de vida.
Por eso, tú procura no ser una víctima light de esta cultura de la comodidad. Nada grande se puede conseguir sin esfuerzo y sin sacrificio. Lucha, trabaja, esfuérzate, estudia, no seas superficial, vive con profundidad y seriedad. Sé responsable. Decía Saint Exupery que ser hombre es ser responsable. Un hombre, que no quiere esforzarse, nunca hará nada que valga la pena. Será un hombre hueco por dentro. Quizás tiene mucha palabrería, pero su corazón está vacío y terminará su vida sin pena ni gloria, si es que no termina drogadicto, alcohólico y abandonado de su propia familia. Son hombres que, como diría Homes: morirán con toda su música dentro, sin haber desarrollado tantas cualidades hermosas que Dios les había regalado y que desperdiciaron por falta de esfuerzo y dedicación.
Considero que el pecado de omisión es uno de los más grandes pecados: no hacer lo que debíamos hacer, no ser lo que debemos ser, no esforzarnos por cumplir nuestra misión, no rendir al máximo con las cualidades que hemos recibido. Ciertamente, todos los flojos y comodones, que estudian para no trabajar, son los mayores fracasados, porque su vida será mediocre, superficial, sin metas ni aspiraciones. ¡Qué pena! Vivir sin vivir, vivir por vivir, seguir tirando, caminar sin rumbo, sin saber a dónde ir. Ésta es la tragedia de muchos hombres actuales, que viven sin ideales y no tienen estrellas que alcanzar, porque no tienen sueños de grandeza ni superación. Al final, terminarán frustrados con una sensación de inutilidad y de vacío, que les hará sentir la mentira existencial en que vivieron toda su vida.
Muchos de estos mediocres, si trabajan, lo hacen como si fuera un castigo insoportable (otros ni siquiera buscan trabajo). Soportan tener que trabajar y trabajan sin ganas. Sólo esperan que llegue el viernes por la tarde para vivir de fiesta en fiesta el fin de semana. ¡Qué pobres hombres, que arrastran su cuerpo, soñolientos de lunes a viernes, esperando que llegue la fiesta! Viven para gozar sin otras aspiraciones mayores. Hombres sin alma, que sólo piensan en satisfacer su cuerpo. Muchos de ellos han perdido la autoestima y se dejan llevar del pesimismo y de la autocompasión, no creen en sí mismos ni en los demás, y a Dios lo ven demasiado lejano como para tomarlo en serio. Son como muertos vivientes, que no tienen esperanzas.
Por eso, si tú un día te despiertas con mal ánimo y sientes tu vida vacía y te dices a ti mismo no vale la pena vivir así, es que estás muerto por dentro. Levanta la cabeza, escucha la voz de tu Padre Dios, que te mira desde el cielo de tu corazón y arrepiéntete y pídele fuerzas para luchar y trabajar por una vida mejor. No importa, si eres pobre, ignorante, enfermo, anciano o lo que sea. Tu vida vale infinitamente para Dios y, mientras puedas amar, puedes dar sentido a tu vida. No te desanimes y ama siempre. Ama y haz lo que quieras, decía S. Agustín.
Sin embargo, hay demasiada gente que no se acepta así misma y, por eso, no creen en sus cualidades para triunfar y para hacer algo que valga la pena. Son eternos fracasados. Tienen miedo de sí mismos y no se emplean a fondo en lo que hacen, siempre hacen las cosas a medias, para cumplir, para quedar bien y nada más. No tienen aspiraciones. Al menor fracaso se desaniman y se retiran. Por ejemplo, una esposa que a las primeras peleas se divorcia; un empresario que al primer negocio que sale mal, deja la empresa; un estudiante que, al primer suspenso, abandona los estudios... ¡Cuántos fracasados por no confiar en sí mismos, cuando su Padre celestial está ilusionado y tiene tantos planes maravillosos para ellos! Tú tienes una misión que cumplir, tú no eres menos que otros, tú tienes tus propias cualidades. Tú debes responder de tus talentos y de tu misión. ¿Lo estás haciendo?
No tengas envidia de los otros. Lo importante es cumplir bien tu misión, porque ante Dios todos somos iguales. En el teatro de la vida, no hay papeles malos, sino malos actores. No importa, si a ti te toca desempeñar el papel de un humilde empleado y a otros el de reyes o doctores, lo importante es que cumplas bien tu papel. Y Dios tu Padre estará orgulloso de ti. No importa tanto lo que haces, sino el amor con que lo haces. No lo olvides. Pero tienes que ser un hombre alegre y optimista para alegrar la vida de los demás. Porque, si te levantas por la mañana, pensando que te sucederá lo peor, probablemente te irá mal y no habrás puesto lo suficiente de tu parte. No vivas a la defensiva, pensando que todo el mundo te quiere mal. Levántate, pensando que éste será un buen día y todo te saldrá mejor. Y, aunque al final las cosas no salgan como tú querías, Dios estará contento contigo y podrás dormir con la conciencia tranquila de haber puesto lo mejor de tu parte. Decía Walt Disney: Si te esfuerzas lo suficiente, por muchos que sean los deseos de tu corazón, tus sueños se convertirán en realidad.
Que no te pase a ti como a aquel niño que fue con su padre a visitar unas grutas maravillosas y el niño gritó: ¡Qué horrible! y el eco repitió: ¡Qué horrible!. Entonces, su papá le dijo: Escucha, hijo mío. Y gritó: ¡Maravilloso!. Y el eco respondió ¡Maravilloso!. ¿Cómo es tu actitud ante la vida? Si sólo ves lo negativo de las cosas y los defectos de las personas, entonces todo te parecerá mal e irás por el mundo con el ceño fruncido y amargando a todos; pero, si ves lo positivo y eres comprensivo y amigable con los demás, entonces serás una persona agradable y repartirás alegría a tu alrededor y todos querrán ser tus amigos.
Por supuesto que encontrarás muchas dificultades. Pero decía un autor: con las piedras que encuentres en el camino, sé delicado y llévatelas y, si no las puedes cargar a hombros como hermanas, al menos, déjalas atrás como amigas. No te desesperes por lo que no puedes cambiar, pero esfuérzate en superarte cada día más. Dios mira tu esfuerzo y te felicitará. Al final, no importa, si has triunfado humanamente, Dios te preguntará si has luchado, eso es lo que cuenta. Pon de tu parte todo lo que puedas y lo demás déjaselo a Dios.
Dios es tu Padre, tu eres su hijo y debes dar lo mejor de ti mismo. Un hijo de Dios debe tener calidad humana y espiritual. Tu Padre celestial no puede contentarse con cualquier cosa. Porque, así como exiges productos de primera calidad, así tu Padre te exige calidad extra en tu vida. No importa tanto las cualidades humanas que tengas, el amor es lo que da calidad a tu vida. Cuanto más amas, eres más como persona. Y, si tu Padre Dios está contento de tus luchas y esfuerzos, ante Él ya has triunfado y tu triunfo te lo reconocerá por toda la eternidad.
Pero no olvides nunca que ser bueno cuesta, que la virtud se consigue con esfuerzo y que no hay nada grande sin esfuerzo y sin sacrificio. ¿Tienes voluntad para trabajar y esforzarte al máximo para ser lo que tienes que ser? Al morir, el amor de Dios te enfrentará con el santo que deberías haber sido (Julien Green). Aspira a lo más grande y más profundo, a ser mejor cada día, aspira a las altas cumbres, aspira a la santidad.
Un día leía esta noticia. En un pueblecito de Suiza, al pie de grandes montañas, un auto había arrollado un águila real. Esta ave majestuosa, que vuela sobre las nubes, había sido arrollada por un auto que corre a ras del suelo. ¿Por qué? Porque descubrió en la carretera un animal muerto y bajó a darse un festín y se olvidó de todo lo que le rodeaba, no vio el peligro que le amenazaba en tierra, no miraba el sol refulgente que le invitaba a remontarse... Pues bien, tu alma es como un águila real llamada a volar por las alturas, no te olvides de tu destino eterno y no vayas tras la carroña que te rodea como la pornografía, el afán desmedido del dinero, los vicios y todo lo que te ata a este mundo. No te olvides que tienes un alma inmortal, que desea la inmensidad del cielo azul y aspira a la eternidad de Dios. No seas víctima de tu propia mediocridad y de tus pecados. Levanta el vuelo a las alturas, sueña con el aire puro de las cimas elevadas y no te dejes encerrar en la cárcel de tus vicios y placeres.
Toma tu vida en tus manos, no te detengas, sigue avanzando, mira siempre adelante. Atrévete a vivir en plenitud. Mientras haya vidas que salvar, hombres hambrientos a quienes puedas dar de comer, ignorantes a quienes enseñar o malvados a quienes rescatar... tu vida vale mucho. Jesús te dice que tomes tu cruz de cada día y lo sigas (Cf Lc 9,23). El que pone su mano en el arado y mira hacia atrás no vale para el reino de Dios (Lc 9,62). Por eso, con su ayuda, puedes decir convencido: Todo lo puedo en Aquel (Cristo) que me fortalece (Fil 4,13).
HOMBRES INSATISFECHOS
¡Cuántos hombres caminan por la vida sin aceptarse como son, arrastrando la pesada cadena de sus propias limitaciones personales! Es como si le dijeran a Dios en cada instante: No me gusta cómo me has hecho, fúndeme y hazme de nuevo, porque así nunca seré feliz. Quizás creen que para ser feliz hace falta tener buen cuerpo, salud, dinero, inteligencia y otras cosas que ellos desean. Pero lo más importante es aceptarse como se es y desarrollar al máximo las cualidades recibidas de Dios. Nadie es perfecto, pero tampoco hay vidas inútiles y sin sentido para Dios. Todos somos valiosos para Él. Más aún, todos somos sus hijos, con la misma dignidad y la misma categoría, no hay hombres de segunda clase para nuestro Padre celestial. Habrá quienes tengan más cualidades para cumplir la misión que Dios les ha encomendado, pero cada uno tiene una misión y debe cumplirla; pues, de otro modo, habrá un vacío en el mundo y él será responsable del mal que hizo y del bien que dejó de hacer.
Ahora mírate a ti mismo. Haz un examen de conciencia ¿Te aceptas como eres? ¿Alguna vez le has dado gracias a Dios por ser así? ¿No? ¿Por qué no lo haces hoy mismo? ¿No puedes? Vamos a ver. ¿Te avergüenzas de tus manos y tratas de ocultarlas? ¿Qué sería de ti sin tus manos? ¿Cómo podrías trabajar? ¿No te gustan tus ojos, tu nariz, tus dientes, tu estatura, tu color? Entonces, es como si se convirtieran en tus enemigos, porque los rechazas y te haces mucho daño a ti mismo y te quitan las ganas de vivir. ¿Te gustaría tener buena salud, buena casa, mucho dinero, más inteligencia, etc., etc.? Acepta la realidad y no te desprecies, tienes muchos dones de Dios y debes valorarte más.
Acepta con paz ese defecto corporal que tienes, sea calvicie, miopía, cojera, gordura, nariz prominente, pequeña estatura... No te hagas daño a ti mismo. Ve el lado positivo de las cosas y busca tus cualidades para desarrollarlas y dale siempre gracias a Dios, tu Padre. ¡Cuánta gente con menos cualidades que tú, incluso enfermos y ancianos, son felices! ¿Por qué tú no puedes serlo?
No te rebeles contra Dios y dale gracias por tu vida. Te pondré unos ejemplos. Alexander Solschenizyn, premio Nóbel de literatura, estuvo 11 años prisionero en un campo de concentración en Siberia. En su obra Archipiélago Gulag escribe: Alégrate, cuando no tirites de frío, cuando el hambre y la sed no desgarren tus entrañas. Cuando no sientas rota la espina dorsal, cuando puedas caminar con ambas piernas y tomar las cosas con ambas manos y ver con ambos ojos y oír con ambos oídos.
Eddie Rickenbacker estuvo veintiún días perdido en una balsa en el Pacífico, durante la segunda guerra mundial. Cuando le preguntaron qué lección había aprendido de esa experiencia, dijo: La lección más grande que he aprendido es la de no quejarme nunca, mientras tenga agua y comida suficiente para vivir.
Hellen Keller, a los dos años de edad, sufrió un ataque de fiebre cerebral y quedó sorda y ciega para toda la vida. Pero ella no se amilanó y aprendió a leer y escribir y realizó estudios superiores. Fundó 50 escuelas para ciegos y escribió libros que se han traducido a 50 idiomas. A sus 77 años, todavía seguía dando conferencias y ayudando a sordos y ciegos del mundo entero. Y decía: He luchado para descubrirme a mí misma una razón para vivir y un campo en el que pudiera ser útil. Yo creo que podemos ser felices aquí y ahora, si cumplimos fielmente nuestro deber. Hasta la más humilde ocupación es un arte, si encierra esfuerzo y amor por lo demás.
Si ella pudo ser feliz y ser útil a tantos seres humanos ¿por qué tú, que ves y oyes, no puedes serlo? Tú eres una persona única en el mundo. Tú no eres fotocopia. Lucha contra tu sentido de inutilidad o de derrota, libérate de la autocompasión. No te des por vencido, siempre hay algo que hacer por los demás. Y tú puedes ser feliz, haciendo felices a los demás. Pero, si te das por vencido, nadie podrá hacer nada por ti. Acepta la responsabilidad de tu propia vida. No sólo por ti mismo, sino también por los demás, que te necesitan y esperan mucho de ti para ser mejores y más felices.
¡Se necesita tan poco para ser feliz! Incluso, aunque hayas cometido muchos errores, Dios te los va a perdonar, acércate como un hijo arrepentido y ten la seguridad de que te va a perdonar, aunque nadie te perdone. Y siempre estás a tiempo para empezar de nuevo. Mientras hay vida, hay esperanza, no te hundas en la desesperación. Mira la vida de frente. La vida continúa y Dios sigue confiando en ti. Pase lo que pase, confía tú también en Él. Y escucha lo que te dice tu Padre Dios.
Querido hijo:
Te amo con todo mi corazón de Padre y tengo muchas esperanzas en ti. Desde toda la eternidad he pensado en ti y he trazado un plan maravilloso para ti. Hijo mío, no tengas miedo, porque yo siempre estoy contigo. Puedes llamarme a cualquier hora del día o de la noche, porque tengo todo mi tiempo exclusivamente para ti. Háblame con confianza. Ayer te vi que estabas triste y pensé que querías hablar conmigo. Esperé, pero no me dirigiste la palabra. Sin embargo, quiero decirte que aún te amo y sigo confiando en ti.
Te vi dormir en la noche y te envié mis rayos de luna para besar tu frente... esperé hasta la mañana. Mas tú con tu prisa tampoco me hablaste. Entonces, mis lágrimas se mezclaron con las gotas de lluvia que caían. Hoy te sigo viendo triste y quisiera consolarte con mis rayos de sol, con mi cielo azul, con los paisajes de los campos y el aroma y el color de mis hermosas flores. Te grito mi amor a través del zumbido de las hojas agitadas por el viento, a través del canto de los pájaros y del rumor del riachuelo. Pero parece que tú no te das cuenta.
Hijo mío, ¿acaso no escuchas mi voz, que está en el fondo de tu alma o quieres taparla con ruidos y más ruidos y músicas estridentes? ¿Crees que te voy a dejar? Eres demasiado importante para mí y te amo demasiado como para olvidarme de ti. Mi voz te sigue como tu sombra y mi amor te envuelve con el aire que respiras. No me tengas miedo. Ven a Mí. Si has caído y tienes vergüenza, no temas, yo lo sé todo y te comprendo y tengo misericordia de ti. Sólo te pido que lo reconozcas y que te esfuerces para que podamos ser nuevamente amigos, de verdad.
Hijo mío, te amo y necesito de tu amor y de tu cariño. Todos los días te estoy esperando de modo especial en la Eucaristía. ¿No tendrás un tiempo libre para venir a visitarme? ¿Me dices que estás muy ocupado? ¿Que no tienes tiempo? No te preocupes, puedo seguir esperándote, porque te amo y nunca me cansaré de ti.
¡Qué triste es ver pasar por la vida hombres sin entusiasmo, que se contentan con cualquier cosa y no tienen aspiraciones de mejorar! A veces, atribuyen todos sus errores y fracasos a su mala suerte o a que les han hecho daño. No comprenden que, para triunfar y hacer algo que valga la pena, hay que trabajar, hay que emplearse a fondo, hay que dar lo mejor de sí mismos, pero ellos parecen que no están dispuestos a luchar. Lamentablemente, muchos padres de familia educan a sus hijos en la ley del mínimo esfuerzo y se lo dan todo hecho. De esta manera, los hacen egoístas y caprichosos, creyendo que tienen derecho a todo. Así estarán mal preparados para enfrentar la lucha por la vida.
Esta mentalidad de comodidad y mediocridad se ve fomentada por la cultura light, suave. Alimentos light, bajos en calorías, sin colesterol y sin riesgo para subir de peso. Cigarrillos light, de lechuga, con el mismo sabor, pero sin nicotina. Matrimonios light, convivientes o solo casados por lo civil, pero sin compromiso definitivo. De esta manera, se vive también una moral light, ligera, en la que uno puede hacer lo que quiera sin que nadie le pueda limitar su libertad. Ni la religión ni los padres ni el Estado pueden oponerse a lo que quieran hacer. De ahí caen fácilmente en la droga, el alcohol, el sexo libre y, en último término, en el egoísmo y la ruina humana.
Es la cultura del yo, yo, yo, que predomina en todas las actitudes vitales y hace vivir a cada uno independientemente de los demás. Es querer todo y rápido con el mínimo esfuerzo. Es el egoísmo brutal. Es querer trabajar, por ejemplo, medio tiempo y tener sueldo de Ministros. Y, si esto no es posible, seguir otro camino más fácil: la estafa y el robo, es decir, la mentira y el engaño como norma de vida.
Por eso, tú procura no ser una víctima light de esta cultura de la comodidad. Nada grande se puede conseguir sin esfuerzo y sin sacrificio. Lucha, trabaja, esfuérzate, estudia, no seas superficial, vive con profundidad y seriedad. Sé responsable. Decía Saint Exupery que ser hombre es ser responsable. Un hombre, que no quiere esforzarse, nunca hará nada que valga la pena. Será un hombre hueco por dentro. Quizás tiene mucha palabrería, pero su corazón está vacío y terminará su vida sin pena ni gloria, si es que no termina drogadicto, alcohólico y abandonado de su propia familia. Son hombres que, como diría Homes: morirán con toda su música dentro, sin haber desarrollado tantas cualidades hermosas que Dios les había regalado y que desperdiciaron por falta de esfuerzo y dedicación.
Considero que el pecado de omisión es uno de los más grandes pecados: no hacer lo que debíamos hacer, no ser lo que debemos ser, no esforzarnos por cumplir nuestra misión, no rendir al máximo con las cualidades que hemos recibido. Ciertamente, todos los flojos y comodones, que estudian para no trabajar, son los mayores fracasados, porque su vida será mediocre, superficial, sin metas ni aspiraciones. ¡Qué pena! Vivir sin vivir, vivir por vivir, seguir tirando, caminar sin rumbo, sin saber a dónde ir. Ésta es la tragedia de muchos hombres actuales, que viven sin ideales y no tienen estrellas que alcanzar, porque no tienen sueños de grandeza ni superación. Al final, terminarán frustrados con una sensación de inutilidad y de vacío, que les hará sentir la mentira existencial en que vivieron toda su vida.
Muchos de estos mediocres, si trabajan, lo hacen como si fuera un castigo insoportable (otros ni siquiera buscan trabajo). Soportan tener que trabajar y trabajan sin ganas. Sólo esperan que llegue el viernes por la tarde para vivir de fiesta en fiesta el fin de semana. ¡Qué pobres hombres, que arrastran su cuerpo, soñolientos de lunes a viernes, esperando que llegue la fiesta! Viven para gozar sin otras aspiraciones mayores. Hombres sin alma, que sólo piensan en satisfacer su cuerpo. Muchos de ellos han perdido la autoestima y se dejan llevar del pesimismo y de la autocompasión, no creen en sí mismos ni en los demás, y a Dios lo ven demasiado lejano como para tomarlo en serio. Son como muertos vivientes, que no tienen esperanzas.
Por eso, si tú un día te despiertas con mal ánimo y sientes tu vida vacía y te dices a ti mismo no vale la pena vivir así, es que estás muerto por dentro. Levanta la cabeza, escucha la voz de tu Padre Dios, que te mira desde el cielo de tu corazón y arrepiéntete y pídele fuerzas para luchar y trabajar por una vida mejor. No importa, si eres pobre, ignorante, enfermo, anciano o lo que sea. Tu vida vale infinitamente para Dios y, mientras puedas amar, puedes dar sentido a tu vida. No te desanimes y ama siempre. Ama y haz lo que quieras, decía S. Agustín.
Sin embargo, hay demasiada gente que no se acepta así misma y, por eso, no creen en sus cualidades para triunfar y para hacer algo que valga la pena. Son eternos fracasados. Tienen miedo de sí mismos y no se emplean a fondo en lo que hacen, siempre hacen las cosas a medias, para cumplir, para quedar bien y nada más. No tienen aspiraciones. Al menor fracaso se desaniman y se retiran. Por ejemplo, una esposa que a las primeras peleas se divorcia; un empresario que al primer negocio que sale mal, deja la empresa; un estudiante que, al primer suspenso, abandona los estudios... ¡Cuántos fracasados por no confiar en sí mismos, cuando su Padre celestial está ilusionado y tiene tantos planes maravillosos para ellos! Tú tienes una misión que cumplir, tú no eres menos que otros, tú tienes tus propias cualidades. Tú debes responder de tus talentos y de tu misión. ¿Lo estás haciendo?
No tengas envidia de los otros. Lo importante es cumplir bien tu misión, porque ante Dios todos somos iguales. En el teatro de la vida, no hay papeles malos, sino malos actores. No importa, si a ti te toca desempeñar el papel de un humilde empleado y a otros el de reyes o doctores, lo importante es que cumplas bien tu papel. Y Dios tu Padre estará orgulloso de ti. No importa tanto lo que haces, sino el amor con que lo haces. No lo olvides. Pero tienes que ser un hombre alegre y optimista para alegrar la vida de los demás. Porque, si te levantas por la mañana, pensando que te sucederá lo peor, probablemente te irá mal y no habrás puesto lo suficiente de tu parte. No vivas a la defensiva, pensando que todo el mundo te quiere mal. Levántate, pensando que éste será un buen día y todo te saldrá mejor. Y, aunque al final las cosas no salgan como tú querías, Dios estará contento contigo y podrás dormir con la conciencia tranquila de haber puesto lo mejor de tu parte. Decía Walt Disney: Si te esfuerzas lo suficiente, por muchos que sean los deseos de tu corazón, tus sueños se convertirán en realidad.
Que no te pase a ti como a aquel niño que fue con su padre a visitar unas grutas maravillosas y el niño gritó: ¡Qué horrible! y el eco repitió: ¡Qué horrible!. Entonces, su papá le dijo: Escucha, hijo mío. Y gritó: ¡Maravilloso!. Y el eco respondió ¡Maravilloso!. ¿Cómo es tu actitud ante la vida? Si sólo ves lo negativo de las cosas y los defectos de las personas, entonces todo te parecerá mal e irás por el mundo con el ceño fruncido y amargando a todos; pero, si ves lo positivo y eres comprensivo y amigable con los demás, entonces serás una persona agradable y repartirás alegría a tu alrededor y todos querrán ser tus amigos.
Por supuesto que encontrarás muchas dificultades. Pero decía un autor: con las piedras que encuentres en el camino, sé delicado y llévatelas y, si no las puedes cargar a hombros como hermanas, al menos, déjalas atrás como amigas. No te desesperes por lo que no puedes cambiar, pero esfuérzate en superarte cada día más. Dios mira tu esfuerzo y te felicitará. Al final, no importa, si has triunfado humanamente, Dios te preguntará si has luchado, eso es lo que cuenta. Pon de tu parte todo lo que puedas y lo demás déjaselo a Dios.
Dios es tu Padre, tu eres su hijo y debes dar lo mejor de ti mismo. Un hijo de Dios debe tener calidad humana y espiritual. Tu Padre celestial no puede contentarse con cualquier cosa. Porque, así como exiges productos de primera calidad, así tu Padre te exige calidad extra en tu vida. No importa tanto las cualidades humanas que tengas, el amor es lo que da calidad a tu vida. Cuanto más amas, eres más como persona. Y, si tu Padre Dios está contento de tus luchas y esfuerzos, ante Él ya has triunfado y tu triunfo te lo reconocerá por toda la eternidad.
Pero no olvides nunca que ser bueno cuesta, que la virtud se consigue con esfuerzo y que no hay nada grande sin esfuerzo y sin sacrificio. ¿Tienes voluntad para trabajar y esforzarte al máximo para ser lo que tienes que ser? Al morir, el amor de Dios te enfrentará con el santo que deberías haber sido (Julien Green). Aspira a lo más grande y más profundo, a ser mejor cada día, aspira a las altas cumbres, aspira a la santidad.
Un día leía esta noticia. En un pueblecito de Suiza, al pie de grandes montañas, un auto había arrollado un águila real. Esta ave majestuosa, que vuela sobre las nubes, había sido arrollada por un auto que corre a ras del suelo. ¿Por qué? Porque descubrió en la carretera un animal muerto y bajó a darse un festín y se olvidó de todo lo que le rodeaba, no vio el peligro que le amenazaba en tierra, no miraba el sol refulgente que le invitaba a remontarse... Pues bien, tu alma es como un águila real llamada a volar por las alturas, no te olvides de tu destino eterno y no vayas tras la carroña que te rodea como la pornografía, el afán desmedido del dinero, los vicios y todo lo que te ata a este mundo. No te olvides que tienes un alma inmortal, que desea la inmensidad del cielo azul y aspira a la eternidad de Dios. No seas víctima de tu propia mediocridad y de tus pecados. Levanta el vuelo a las alturas, sueña con el aire puro de las cimas elevadas y no te dejes encerrar en la cárcel de tus vicios y placeres.
Toma tu vida en tus manos, no te detengas, sigue avanzando, mira siempre adelante. Atrévete a vivir en plenitud. Mientras haya vidas que salvar, hombres hambrientos a quienes puedas dar de comer, ignorantes a quienes enseñar o malvados a quienes rescatar... tu vida vale mucho. Jesús te dice que tomes tu cruz de cada día y lo sigas (Cf Lc 9,23). El que pone su mano en el arado y mira hacia atrás no vale para el reino de Dios (Lc 9,62). Por eso, con su ayuda, puedes decir convencido: Todo lo puedo en Aquel (Cristo) que me fortalece (Fil 4,13).
HOMBRES INSATISFECHOS
¡Cuántos hombres caminan por la vida sin aceptarse como son, arrastrando la pesada cadena de sus propias limitaciones personales! Es como si le dijeran a Dios en cada instante: No me gusta cómo me has hecho, fúndeme y hazme de nuevo, porque así nunca seré feliz. Quizás creen que para ser feliz hace falta tener buen cuerpo, salud, dinero, inteligencia y otras cosas que ellos desean. Pero lo más importante es aceptarse como se es y desarrollar al máximo las cualidades recibidas de Dios. Nadie es perfecto, pero tampoco hay vidas inútiles y sin sentido para Dios. Todos somos valiosos para Él. Más aún, todos somos sus hijos, con la misma dignidad y la misma categoría, no hay hombres de segunda clase para nuestro Padre celestial. Habrá quienes tengan más cualidades para cumplir la misión que Dios les ha encomendado, pero cada uno tiene una misión y debe cumplirla; pues, de otro modo, habrá un vacío en el mundo y él será responsable del mal que hizo y del bien que dejó de hacer.
Ahora mírate a ti mismo. Haz un examen de conciencia ¿Te aceptas como eres? ¿Alguna vez le has dado gracias a Dios por ser así? ¿No? ¿Por qué no lo haces hoy mismo? ¿No puedes? Vamos a ver. ¿Te avergüenzas de tus manos y tratas de ocultarlas? ¿Qué sería de ti sin tus manos? ¿Cómo podrías trabajar? ¿No te gustan tus ojos, tu nariz, tus dientes, tu estatura, tu color? Entonces, es como si se convirtieran en tus enemigos, porque los rechazas y te haces mucho daño a ti mismo y te quitan las ganas de vivir. ¿Te gustaría tener buena salud, buena casa, mucho dinero, más inteligencia, etc., etc.? Acepta la realidad y no te desprecies, tienes muchos dones de Dios y debes valorarte más.
Acepta con paz ese defecto corporal que tienes, sea calvicie, miopía, cojera, gordura, nariz prominente, pequeña estatura... No te hagas daño a ti mismo. Ve el lado positivo de las cosas y busca tus cualidades para desarrollarlas y dale siempre gracias a Dios, tu Padre. ¡Cuánta gente con menos cualidades que tú, incluso enfermos y ancianos, son felices! ¿Por qué tú no puedes serlo?
No te rebeles contra Dios y dale gracias por tu vida. Te pondré unos ejemplos. Alexander Solschenizyn, premio Nóbel de literatura, estuvo 11 años prisionero en un campo de concentración en Siberia. En su obra Archipiélago Gulag escribe: Alégrate, cuando no tirites de frío, cuando el hambre y la sed no desgarren tus entrañas. Cuando no sientas rota la espina dorsal, cuando puedas caminar con ambas piernas y tomar las cosas con ambas manos y ver con ambos ojos y oír con ambos oídos.
Eddie Rickenbacker estuvo veintiún días perdido en una balsa en el Pacífico, durante la segunda guerra mundial. Cuando le preguntaron qué lección había aprendido de esa experiencia, dijo: La lección más grande que he aprendido es la de no quejarme nunca, mientras tenga agua y comida suficiente para vivir.
Hellen Keller, a los dos años de edad, sufrió un ataque de fiebre cerebral y quedó sorda y ciega para toda la vida. Pero ella no se amilanó y aprendió a leer y escribir y realizó estudios superiores. Fundó 50 escuelas para ciegos y escribió libros que se han traducido a 50 idiomas. A sus 77 años, todavía seguía dando conferencias y ayudando a sordos y ciegos del mundo entero. Y decía: He luchado para descubrirme a mí misma una razón para vivir y un campo en el que pudiera ser útil. Yo creo que podemos ser felices aquí y ahora, si cumplimos fielmente nuestro deber. Hasta la más humilde ocupación es un arte, si encierra esfuerzo y amor por lo demás.
Si ella pudo ser feliz y ser útil a tantos seres humanos ¿por qué tú, que ves y oyes, no puedes serlo? Tú eres una persona única en el mundo. Tú no eres fotocopia. Lucha contra tu sentido de inutilidad o de derrota, libérate de la autocompasión. No te des por vencido, siempre hay algo que hacer por los demás. Y tú puedes ser feliz, haciendo felices a los demás. Pero, si te das por vencido, nadie podrá hacer nada por ti. Acepta la responsabilidad de tu propia vida. No sólo por ti mismo, sino también por los demás, que te necesitan y esperan mucho de ti para ser mejores y más felices.
¡Se necesita tan poco para ser feliz! Incluso, aunque hayas cometido muchos errores, Dios te los va a perdonar, acércate como un hijo arrepentido y ten la seguridad de que te va a perdonar, aunque nadie te perdone. Y siempre estás a tiempo para empezar de nuevo. Mientras hay vida, hay esperanza, no te hundas en la desesperación. Mira la vida de frente. La vida continúa y Dios sigue confiando en ti. Pase lo que pase, confía tú también en Él. Y escucha lo que te dice tu Padre Dios.
Querido hijo:
Te amo con todo mi corazón de Padre y tengo muchas esperanzas en ti. Desde toda la eternidad he pensado en ti y he trazado un plan maravilloso para ti. Hijo mío, no tengas miedo, porque yo siempre estoy contigo. Puedes llamarme a cualquier hora del día o de la noche, porque tengo todo mi tiempo exclusivamente para ti. Háblame con confianza. Ayer te vi que estabas triste y pensé que querías hablar conmigo. Esperé, pero no me dirigiste la palabra. Sin embargo, quiero decirte que aún te amo y sigo confiando en ti.
Te vi dormir en la noche y te envié mis rayos de luna para besar tu frente... esperé hasta la mañana. Mas tú con tu prisa tampoco me hablaste. Entonces, mis lágrimas se mezclaron con las gotas de lluvia que caían. Hoy te sigo viendo triste y quisiera consolarte con mis rayos de sol, con mi cielo azul, con los paisajes de los campos y el aroma y el color de mis hermosas flores. Te grito mi amor a través del zumbido de las hojas agitadas por el viento, a través del canto de los pájaros y del rumor del riachuelo. Pero parece que tú no te das cuenta.
Hijo mío, ¿acaso no escuchas mi voz, que está en el fondo de tu alma o quieres taparla con ruidos y más ruidos y músicas estridentes? ¿Crees que te voy a dejar? Eres demasiado importante para mí y te amo demasiado como para olvidarme de ti. Mi voz te sigue como tu sombra y mi amor te envuelve con el aire que respiras. No me tengas miedo. Ven a Mí. Si has caído y tienes vergüenza, no temas, yo lo sé todo y te comprendo y tengo misericordia de ti. Sólo te pido que lo reconozcas y que te esfuerces para que podamos ser nuevamente amigos, de verdad.
Hijo mío, te amo y necesito de tu amor y de tu cariño. Todos los días te estoy esperando de modo especial en la Eucaristía. ¿No tendrás un tiempo libre para venir a visitarme? ¿Me dices que estás muy ocupado? ¿Que no tienes tiempo? No te preocupes, puedo seguir esperándote, porque te amo y nunca me cansaré de ti.