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Saber elegir a un psicoterapeuta
La experiencia de recibir orientación o tratamiento por parte de un profesional competente ha sido y será muy positiva pero...


Por: . | Fuente: cpsisalud



La psicología clínica es una ciencia que está alcanzando un gran desarrollo en nuestra sociedad. La experiencia de recibir orientación o tratamiento por parte de un profesional competente ha sido y será muy positiva para mucha gente, y para algunas personas, resulta vital para su bienestar y calidad de vida. Pero no siempre es así. Existen una gran cantidad de tratamientos psicológicos y de psicoterapeutas.

Esta actividad es ejercida fundamentalmente por médicos y psicólogos, aunque hay algunos otros “profesionales” de dudosa titulación y formación.

La calidad y efectividad de los tratamientos es muy variable, como lo es también la metodología y los honorarios de los diversos terapeutas. La mayoría de profesionales tiene un comportamiento ético correcto, y por fortuna, la formación de los psicólogos clínicos es cada vez mejor y el intrusismo es denunciado con mayor frecuencia.

Sin embargo, el usuario de estos servicios se encuentra algunas veces desprotegido ante prácticas pseudocientíficas, ineficaces y en ocasiones ante actitudes engañosas, abusivas y otras veces ante auténticas patrañas (que por cierto, resultan carísimas)

¿Cómo identificar a los terapeutas incompetentes, antiéticos o charlatanes?
guía breve para reconocerlos :



A pesar de la reputación, fama, prestigio, títulos, estudios, etc. que tenga el profesional al que se acuda, desconfíe de cualquiera que actúe del siguiente modo:

1. Quien le proponga, insinúe, o inicie deliberadamente cualquier clase de contacto físico-sexual alegando que “forma parte de la terapia”. Este tipo de conducta no es aceptable bajo ningún concepto. (De hecho, es constitutiva de delito.) Póngalo en conocimiento del colegio profesional al que pertenezca, o denúncielo en el juzgado, sobre todo si no posee titulación como psicólogo o médico.

2. Quien pase la mayor parte de las sesiones hablándole de su propia vida, sus problemas, su mujer, sus necesidades sexuales, la vida de otros pacientes, etc.

3. Quien le requiera, como condición para realizar la terapia, cantidades de dinero a cuenta, que corte toda relación con sus padres, pareja, hijos, la adquisición de algún artefacto “energético” o cualquier otra petición irrazonable y absurda.

4. Quien le diga que sabe exactamente cuál es su problema y cómo solucionarlo, sin haber hablado apenas unos minutos, o quien diga estar especializado no en problemas específicos como ansiedad o depresión sino en tratar todos los problemas como si tuvieran una única causa, aplicando la misma terapia “tal o cual” (p.ej. “hipnoterapeuta” “bioenergética”,”risoterapia” o “pnl”) para todo.

5. Quien le diga que ha de ser hipnotizado para descubrir sus recuerdos ocultos de vidas pasadas, memorias reprimidas, entidades malignas o cualquier tipo de patraña sobrenatural por el estilo.

6. Quien trate de persuadirle para que acepte ciertas nociones o creencias religiosas, metafísicas o pseudocientíficas como condición terapéutica. Para recibir un buen tratamiento psicológico, no es necesario creer en Dios, la reencarnación, energías telúricas, posesiones infernales, memorias ocultas, nuevas eras, etc. Aunque estas creencias están muy extendidas y son bastante seductoras para algunas personas necesitadas de ayuda que son especialmente vulnerables y crédulas ante los sistemas doctrinales esotéricos.

Una creciente minoría de clínicos parece basar principalmente su actividad profesional de evaluación y tratamiento psicológico en su “gran” experiencia clínica y la intuición más que en conocimiento fundamentado en investigación científica. En consecuencia, el abismo entre la práctica clínica y los resultados de estudios empíricos se ensancha constantemente, con lo que se erosiona la imagen profesional del psicólogo clínico, y puede llegar a cuestionarse seriamente la confianza del usuario que accede a los servicios de tratamiento psicológico.

No se trata de un problema nuevo, sino que ha estado presente desde los orígenes de la profesión. Actualmente, la formación científica del psicólogo ha mejorado sustancialmente, pero algunos clínicos, por discapacidad ética, pereza mental, lucro creciente o simple incompetencia se instalan en estas prácticas, puesto que gozan de excelentes medios de promoción directa e indirecta y de relativa impunidad, ya que las denuncias y sanciones por mala praxis son muy escasas.

En los últimos años, ha habido un incremento vertiginoso de cursos, masters, y programas formativos en psicología clínica, que dedican una escasa, si no ausente, atención al fundamento científico de las intervenciones y técnicas que ofrecen enseñar.

La floreciente industria de la psicoterapia “new age” ha propiciado el crecimiento de la oferta de métodos psicoterapéuticos de dudosa o desconocida validez. Como una serie incompleta de terapias dudosas que se ofertan ampliamente en el mercado, podemos mencionar, por ejemplo: terapia de grito primal, respiración holotrópica, sexo tántrico, terapia de vidas pasadas, rebirthing, método Silva de control mental, grafoterapia, vegetoterapia caracteroanalítica, programación neurolingüística, constelaciones familiares, desposesión, terapia chamánica, risoterapia, y un largo etcétera de tratamientos relacionados con esoterismo, nueva era, conciencia cuántica, extraterrestres, equilibración de “energías”, reencarnación, y toda suerte de pseudoconceptos tan estrafalarios como incontrastables.

La generosa cobertura mediática de que gozan estas prácticas está tan ampliamente extendida como escasa es la evaluación crítica de sus pretensiones terapéuticas.

Por otra parte, la industria editorial de la autoayuda produce centenares de títulos nuevos cada año, y muchos de ellos prometen soluciones sencillas y rápidas para problemas complejos y discapacitantes. Aunque hay algunos materiales pueden resultar útiles, la mayoría de textos carecen del mínimo fundamento científico. Además, están apareciendo diversos “psicogurús” en los medios de comunicación que proporcionan consejos y explicaciones de cuestionable validez científica a una audiencia receptiva y posiblemente vulnerable de personas con diversos problemas psicológicos, que quedan maravillados ante la “profundidad” de las reflexiones, pero sus problemas cotidianos y dificultades emocionales quedan sin respuesta, en el mejor de los casos.

Muchas prácticas igualmente cuestionables pueden encontrarse en el ámbito de la evaluación psicológica y el diagnóstico. A pesar de la evidencia abrumadora de la superioridad de los métodos objetivos actuariales sobre el juicio clínico [1] (Godoy, 1996; Grove, Zald, Lebow, Snitz y Nelson, 2000), algunos clínicos confían excesivamente en su propia opinión y experiencia, y de modo imprudente pueden hacer diagnósticos sesgados y cometer diversos errores de razonamiento ( por ej. sesgos confirmatorios o correlaciones ilusorias) en la formulación de un caso. Por otro lado, algunos clínicos fundamentan sus interpretaciones e informes mediante métodos controvertidos y científicamente cuestionables, por ejemplo: técnicas proyectivas de dibujo de figura humana, test de manchas de tinta Rorschach y sus variantes, inventario tipológico Myers-Briggs, muñecas anatómicamente detalladas, eneagrama, etc.

Por desgracia, no existe ninguna garantía de que un determinado terapeuta esté adecuadamente formado, sea éticamente correcto, responsable, o incluso de que esté cuerdo. El usuario ha de saber defenderse solo, ejerciendo el derecho y el deber de informarse del fundamento científico de la psicoterapia que está recibiendo y de la capacitación del profesional que la aplica. Recuerde que siempre tiene derecho en cualquier momento a recibir una segunda opinión confidencial, con o sin permiso de su terapeuta.

[1] Grove, W. M., Zald, D. H., Lebow, B. S., Snitz, B. E., Nelson, C. (2000). Clinical versus mechanical prediction: A meta-analysis. Psychological Assessment, 12, 19-30.

Godoy, J. (1996) : Toma de decisiones y juicio clínico. Madrid. Pirámide.

 

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