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Sugerencias para la homilía del domingo

B - Domingo 15o. del Tiempo Ordinario
Primera: Am 7, 12-15; Segunda: Ef 1, 3-14; Evangelio: Mc 6, 7-13


Por: P. Antonio Izquierdo | Fuente: Catholic.net



Sagrada Escritura:

Primera: Am 7, 12-15
Segunda: Ef 1, 3-14
Evangelio: Mc 6, 7-13





Nexo entre las lecturas

El punto de encuentro de las lecturas es la misión. El Evangelio habla de la misión que Jesús da a los Doce: "Comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos". El profeta Amós, en la primera lectura, subraya que profetiza, no por voluntad o iniciativa personal, sino "porque el Señor le agarró y le hizo dejar el rebaño diciendo: ´Ve a profetizar a mi pueblo Israel´". El himno cristológico de la carta a los efesios (segunda lectura), canta los frutos de la misión en la conciencia de los cristianos: la bendición de Dios Padre, la elección en Cristo, la adopción filial, la redención y el perdón de los pecados, la revelación de los designios de Dios sobre la historia, el bautismo en el Espíritu Santo.


Mensaje doctrinal

1. La misión en la Iglesia-comunión, la concepción de la Iglesia-comunión; y esta concepción de la Iglesia se ha desarrollado notablemente en los siguientes decenios hasta nuestros días. La eclesiología de comunión entraña la eclesiología de misión. En las palabras y enseñanzas de Jesús encontramos ambas: "Padre, que todos sean uno..." (Jn 17, 21); "esto os mando que os améis unos a otros" (Jn 15,17), por una parte; y por otra, "Eligió a Doce para enviarlos a predicar" (Mc 3-14); "Comenzó a enviarlos de dos en dos" (Mc 6, 7); "Id y predicad" (Mt 28,19). La comunión entre las Iglesias reclama que las que tienen más evangelizadores, catequistas, consagrados, sacerdotes, los envíen a aquéllas que tienen menos o que están urgentemente necesitadas. En esto debe prevalecer el bien supremo de toda la Iglesia, sobre el bien particular de una Iglesia local. La comunión dentro de cada Iglesia local pide igualmente un marcado sentido de misión y un notable espíritu misionero para evangelizar y promover la evangelización de los fieles cristianos sobre una recta concepción de la Iglesia, como Iglesia-comunión, por encima de otras concepciones: Iglesia-institución benéfica, Iglesia-sociedad perfecta, Iglesia-poder, etc. ¡Urgente misión que realizar por parte de todos!

2. Misión de Jesús-Misión de la Iglesia. El evangelista Marcos pone de relieve que la misión de los Doce (de la Iglesia) es la misma misión de Jesús. En efecto, en Mc 6,13 nos dice que los Doce "predicaban la conversión, expulsaban demonios, curaban". Esto corresponde a la misión de Jesús: "Convertíos y creed en el evangelio" (Mc 1,15); "había curado a muchos, y cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarlo" (3, 10) y finalmente "se fue a predicar en sus sinagogas por toda Galilea, expulsando los demonios" (Mc 1, 39). De los Doce se añade que "ungían a los enfermos con aceite". Se trata quizás de una referencia a la costumbre entre los primeros cristianos de la "unción de los enfermos en nombre del Señor, por parte de los presbíteros de la Iglesia", como exhorta la carta de Santiago en 5,14. En Santiago, en lugar de los Doce están los presbíteros (continuadores de los Doce) y en lugar del envío directo de Jesús tenemos la unción en nombre del Señor, es decir, de Cristo glorioso en el cielo. Por medio de todas esas acciones Jesús primero, y luego los Doce, nos mostraron los signos reveladores de la presencia del Reino de Dios entre los hombres.

3. Características de la misión. No son pocas las que se indican en los textos litúrgicos de este domingo.

1) Podríamos decir que se pide a los Doce (y a todos los hombres con misión) la comunión (de dos en dos), la pobreza (no tomar nada para el camino, excepto un bastón), la coherencia en una conducta humilde (quedarse en la casa, sin buscar otra mejor...), en una conducta regida por la libertad de espíritu (si en algún sitio no os reciben, salid y sacudid el polvo...); en una conducta valiente e intrépida (Amós que profetiza, aun con peligro de su vida...).

2) Los Doce en la misión encontrarán las mismas dificultades que ha encontrado Jesús. Como no han acogido ni han escuchado a Jesús, así tampoco en ocasiones acogerán o escucharán a los Doce. Ocho siglos antes sucedió lo mismo al profeta Amós, cuyo mensaje de justicia social y de crítica al culto exterior fue también rechazado por el sacerdote de Betel, Amasías.

3) La misión se caracteriza por los frutos, por los resultados, mediante la creación de comunidades de fe, en las que se bendice a Dios Padre, porque nos ha elegido en Cristo, nos ha hecho hijos adoptivos, nos ha redimido en su Hijo, nos ha dado a conocer los misterios de su voluntad y nos ha sellado con el Espíritu mediante el bautismo (segunda lectura)


Sugerencias pastorales

1. "La misión de la Iglesia se halla todavía en sus comienzos" (Juan Pablo II, Redemptoris Missio 1). Estas palabras pueden ser pronunciadas en cada generación y en cada época histórica, porque es necesario estar siempre comenzando. En efecto, siendo el Evangelio para todos, cuando llegan nuevos hombres a nuestro planeta hay que comenzar con ellos la labor de evangelización. Por otra parte, constatamos que los creyentes en Cristo, después de dos mil años de cristianismo, son aproximadamente el 27% de la población global. Queda, por tanto, un 73% al cual hay que hacer llegar el Evangelio de Jesucristo. ¿No será nuestro siglo XXI la hora de Dios para todos esos pueblos, sobre todo asiáticos, que todavía no conocen a Cristo? Por lo dicho es evidente que todos los cristianos tenemos que vivir "en estado de misión". Los padres de familia son "misioneros" de sus hijos; los maestros de sus alumnos; los médicos y enfermeros de sus pacientes; los voluntarios de aquéllos a quienes asisten; los párrocos y sus colaboradores de los fieles de su parroquia... Lo único que en esta hora de Dios no podemos hacer es cruzarnos de brazos, estar sin hacer nada. ¡Sería una postura irresponsable e indigna de un buen cristiano!

2. Libres para la misión. Para ser "misioneros" se requiere ser libres. Libres para aceptar esta dimensión propia de la vocación cristiana; libres para responder a Dios con generosidad, sin ataduras de instintos y pasiones egoístas; libres para seguir dócilmente las luces y los movimientos del Espíritu Santo dentro de nosotros mismos. Se nos pide ser libres de todo apego a los bienes y medios materiales, para presentarnos con el Evangelio puro, sin glosa; libres de todo orgullo y ansia de poder, con la conciencia clara de que somos servidores del hombre. Se nos pide estar únicamente equipados con un gran amor a Jesucristo, nuestro modelo; equipados con el Evangelio hecho vida; equipados con la confianza en Dios y con la esperanza en la acción del Espíritu Santo en el corazón de los hombres.


 

 

 

 

 









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