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La Religiosidad del niño de 9 a 12 años
Educadores Católicos /La Educación Moral y Religiosa

Fuente: Claretianos


La evolución de la imagen de Dios.



¿Cómo es Dios para el niño? El niño de 9-11 años se representa a Dios todavía de una forma más o menos antropomórfica (con rasgos humanos). Sin embargo lo va purificando, y al final de esta etapa llegará este proceso de espiritualización a su término. En la medida en que el niño no es capaz de representarse a Dios de una manera propiamente simbólica, no se desprende de estas formas antropomórficas. La capacidad de distinguir la significación de la materialidad del signo es adquirida al final de esta etapa (antes en la niña).

Esta es la etapa de la "atribuidad". Cuando el niño piensa en Dios le aplica una serie de atributos: grandeza, que sabe todo, está en todas partes, espiritualidad, bondad, justicia, fuerza, belleza... Cuando dibuja a Dios lo rodea de atributos que revelan su divinidad: estrellas, nubes, tronos...


IMAGEN MÁGICA DE DIOS



Según las investigaciones, el 54% de los niños de 9 años y el 36% de los de 11-12 vinculan todavía el mal cometido con el castigo automático. Este intencionalismo no es directamente religioso; pero estos investigadores constatan que los niños educados religiosamente lo vinculaban de manera espontánea con la voluntad de Dios.

A medida que decrece el Dios que castiga al que hace el mal, aumenta la imagen del Dios protector. Dios es omnipotente y está a su servicio; la oración puede todo porque Dios está al servicio del niño.

Para el niño los sacramentos tienen un carácter mágico: los sacramentos son eficaces independientemente de la conciencia y de la actitud del sujeto, pues no son capaces de distinguir la significación simbólica de los signos de su materialidad. El signo (agua, pan, gesto de perdón...) es una realidad que produce por sí misma los efectos religiosos. Esto más en los chicos que en las chicas. Si esta concepción perdura a través de los años, llegará un momento en que provocará una auténtica crisis religiosa. El individuo se percatará de lo irreal de esta postura e intentará liberarse de una religión que le infantiliza.


OTRAS CARACTERÍSTICAS


Se da un predominio del pensamiento abstracto, pero requiere una acción para concretar, es decir, percibe las ideas en los hechos. Deja de confundir lo real con lo imaginario. Continuamente se pregunta: ¿para qué sirve esto? ¿cómo se hace eso? Por eso no es extraño que se produzca un cierto escepticismo religioso. El niño de esta edad deja todo lo maravilloso de la infancia y rechaza todo lo maravilloso que pueda haber en los relatos religiosos.

En torno a los 11 años, como fruto del entorno y de los inicios del pensamiento formal, se presenta una crisis religiosa que algunos llaman "escepticismo religioso". Los motivos para creer en Dios son menos emotivos e intuitivos: son más lógicos. El pensamiento formal supera fantasías y se enfrenta con una realidad que no le permite aceptar explicaciones fáciles. Los conceptos religiosos aprendidos antes e imaginados de forma concreta u dentro de una situación concreta, alcanzan ahora validez universal.


Al final de esta etapa empiezan las dudas. Por un lado el niño empezará a sentir contradictorios e incomprensibles ciertos puntos antes admitidos ciegamente, y se le crearán dudas naturales, tales como la bilocación o la existencia de seres espirituales. Dudas que comienzan a preparar la verdadera crisis de la adolescencia. Otro elemento que contribuye a la crisis futura es el cambio experimentado por la figura del padre ante la madurez e inteligencia y la aparición de la voluntad propia.

Se produce una "desecación afectiva": no le gustan las manifestaciones de amor (besos, abrazos) ni la presencia de los padres. Tiene un gran control de las manifestaciones emocionales. A esta edad, apenas lloran. Por tanto, es normal que disminuya el carácter afectivo de su relación con Dios. La piedad y el sentimentalismo de la edad anterior decaen. Si no aprendió a rezar, a reconocer a Dios en las cosas, a escuchar la voz de su conciencia, ahora le costará trabajo.

Al final de esta etapa, debido a la mayor capacidad de pensamiento abstracto, el concepto de Dios se espiritualiza, sobre todo en las niñas. Dios es un ser distinto a los demás, está en todos partes, no se puede ver ni dibujar. Dios se presenta como el Señor del universo. Es un Dios aprendido en catequesis más que experimentado. Falta el elemento subjetivo, ya que Dios no ha sido descubierto aún como ser personal, lo cual no quiere decir que no posea un sentido real de Dios.


DIFERENCIAS A PARTIR DEL SEXO


El Dios de la ley y el Dios del amor. Continúa la diferencia entre niños y niñas en cuanto a la percepción de la imagen de Dios. El Dios de los niños está fuertemente marcado por la ley. El niño está más atento a lo que Dios quiere de él, que a lo que Dios es para él. El Dios de las niñas, por el contrario, en un Dios de amor que se le da en un encuentro afectuoso. A la niña le interesa más lo que Dios es para ella que lo que Dios quiere de ella.

Ritualismo y simbolismo. El modo de acercarse a los sacramentos propio de los chicos es distinto al de las chicas. Los chicos se muestran más ritualistas: se preocupan mucho por lo que se precisa hacer y por la razón de ser de los objetos cultuales. Y el despertar de la conciencia moral da a su ritualismo un carácter particular de obligación, y juzga como necesario un rito purificador antes de acercarse a lo sagrado. La niña no se detiene en los gestos y objetos rituales, sino que prefiere el sentido simbólico a la práctica material de los ritos. cada rito le interesa en la medida en que expresa su encuentro personal con Dios.