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Los estilos educativos ¿Qué clase de padre o madre eres tú?
Educadores Católicos /Cimientos de la Educación

Por: Diego Alonso Rotaeche | Fuente: sontushijos.org

Todo padre, —y cuando hable de padre me referiré tanto a los padres como a la madres—, tiene su propia forma de educar. Su manera de ser, el modo en que él mismo ha sido educado, la formación que ha recibido, su experiencia vital personal, etc. van conformando una concepción de la educación, un modo de comportarse y unas estrategias que aplica en la educación de su propio hijo —y cuando hable de hijos me referiré tanto a los hijos como a la hijas—. Es lo que llamamos el estilo educativo o estilo parental. Éste no es algo inmutable, sino que va evolucionando con los años, conforme se va ganando experiencia como educador, e incluso, en una familia, se puede utilizar un estilo diferente con cada uno de los hijos. Generalmente no educamos igual al hijo mayor que al pequeño.

La utilización de un estilo u otro por parte de los padres va a marcar una forma de comportamiento en el niño, y va a determinar las relaciones de convivencia que el hijo establezca en los diferentes entornos sociales.

En los años 80 los psicólogos americanos Eleanor Maccoby y John Martin analizaron esta cuestión e intentaron establecer unos patrones generales. Se dieron cuenta de que todo estilo educativo puede definirse por cuatro elementos fundamentales:

  • El grado de control que los padres quieren ejercer sobre sus hijos.

  • La comunicación entre los miembros de la familia, centrada, sobre todo en la participación de los hijos en la toma de decisiones.

  • Las exigencias de responsabilidad y madurez de los padres con respecto a los hijos en determinadas situaciones.

  • Las expresiones de afecto de los padres hacia sus hijos.

    Estas cuatro variables son como cuatro ingredientes que podemos combinar en diferente grado o nivel. En función de ello, Maccoby y Martin definieron cuatro estilos educativos que los padres pueden desarrollar:

 

Grado de Control

Nivel de Comunicación

Nivel de Exigencia

Grado de Afecto

Autoritario

Alto

Bajo

Alto

Bajo

Permisivo

Bajo

Alto

Bajo

Alto

Negligente

Bajo

Bajo

Bajo

Bajo

Asertivo

Alto

Alto

Alto

Alto

 

Al primero de ellos lo llamaron estilo autoritario. En él los padres ejercen un elevado grado de control sobre los hijos y su nivel de exigencia hacia ellos es también muy alto. Las normas son estrictas y su incumplimiento lleva directamente al castigo, sin promover siquiera la reflexión, ya que el nivel de comunicación es también muy bajo y los hijos no participan para nada en la toma de decisiones. Las expresiones de afecto son también mínimas y se utilizan para premiar o castigar ese comportamiento. El resultado suele ser hijos obedientes pero con un bajo nivel de autoestima y autocontrol. Son niños inseguros que pueden actuar de forma sumisa ante sus padres pero agresiva ante sus iguales o inferiores.

El segundo estilo, denominado permisivo, es el caso inverso al anterior. Los niveles de afecto y comunicación son altos, dejando que los hijos asuman un papel importante en la toma de decisiones. Sin embargo el control sobre la conducta es mínimo, al igual que los niveles de exigencia. No hay normas claras. Se deja total libertad a los hijos para hacer lo que desean, sin establecer un mínimo control sobre su comportamiento. Aunque aparentemente los niños parecen ser felices, éstos tienden también a presentar bajos niveles de autoestima y autocontrol y una excesiva dependencia respecto a sus padres. Con frecuencia tienden a mostrar conductas agresivas hacia los demás y dificultades en su relaciones sociales. Y es que, cuando en casa no existen reglas claras y no se supervisan las conductas de los hijos, se corre el riesgo de que éstos se impliquen en conductas problemáticas, o que tengan dificultades para controlar sus impulsos.

El tercer estilo es el denominado Negligente y se caracteriza por bajos niveles de exigencia, control, afecto y comunicación. Se da en aquellos padres pasotas, que permanecen indiferentes ante sus hijos. El niño llega a creer que no le importa a sus padres y que no le quieren. Por ello, tiende a generar en los niños baja autoestima y tendencias agresivas o pasivas.

Al cuarto estilo le podríamos llamar Asertivo –también se le ha llamado democrático o autorizado y es propio de aquellos padres y madres que presentando altos niveles de exigencia y control de la conducta de sus hijos, al mismo tiempo promueven la reflexión y el razonamiento y mantienen altos niveles de comunicación y afecto familiar. Los niños educados bajo este estilo suelen desarrollar una alta autoestima, independencia y autonomía y tienden a mantener buenas relaciones sociales.

Hay que advertir que, generalmente, ninguno de estos cuatro estilos se da en estado puro. La mayoría de los padres muestran características de más de un estilo.

De los cuatro estilos, el asertivo es el que ha demostrado aportar más beneficios para el desarrollo de los hijos. Por ello, vamos a detenernos en algunas de las características que definen a este tipo de padres.

  • Son padres que fijan unas normas claras y coherentes y explican a los hijos las razones de su establecimiento.

  • No quieren controlar todo ni reprimen la libertad del hijo. Por el contrario dejan que vaya asumiendo un papel importante en la toma de decisiones, de acuerdo a su nivel de madurez y vaya desarrollando su poder de decisión, respetando su personalidad y negociando con ellos, mediante intercambios verbales.

  • Fomentan los comportamientos positivos e inhiben los no adecuados.

  • Tienen unas altas expectativas de madurez hacia los hijos y además unas expectativas reales, sin esperar que su hijo sea el mejor en todo lo que hace. Los hijos no se sienten presionados, sino motivados a mejorar y apoyados, cuando los resultados no son los esperados.

  • Conocen bien a sus hijos, se preocupan genuinamente por ellos, supervisan su comportamiento y facilitan toda su experiencia y capacidad de juicio para cuidarles y ayudarles.

  • Las relaciones entre padres e hijos están presididas por el respeto mutuo, la cooperación y el sentido del humor.

  • Se comunican adecuadamente con los hijos y les dedican el tiempo necesario en calidad y cantidad, buscando los momentos apropiados para hablar. Juegan con ellos, disfrutan estando juntos y no dejan pasar ninguna oportunidad de estrechar los lazos de apego.

  • Son cálidos y afectuosos en su trato, no solo con los hijos, sino también en la relación conyugal, de modo que los hijos tienen un modelo de referencia permanente. No dejan de lado el contacto físico. Los besos, abrazos, achuchones... son moneda corriente en la vida familiar.

  • Toman en serio a sus hijos, sus preocupaciones y sentimientos y ellos mismos les expresan y comparten los suyos. Responden a las necesidades emocionales de los niños y no minimizan ningún sentimiento ni lo considera trivial o sin importancia.

  • Cuando se equivocan, son capaces de reconocer su error ante los hijos y pedirles perdón.

    En este punto, es importante que los padres nos preguntemos a cuál de estos patrones se parece más nuestro estilo parental. Como ya hemos dicho, éste no es inmutable sino que evoluciona con el tiempo y la experiencia, por lo que siempre estamos a tiempo de corregir aquellos aspectos mejorables. Aquí la formación a través de las escuelas de padres o cursos de orientación familiar puede ser un estupendo medio para reflexionar sobre el modo en que estamos educando y ayudarnos a esa mejora continua a la que todo padre debe aspirar.

 

El contenido es cortesía de nuestros aliados y amigos: Escuela de familias

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