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Laura
Religiosas /Religiosas Ejemplares

Por: Catholic.net | Fuente: Fe y Familia

Nació en Jericó, Antioquia, pequeña población colombiana, el 26 de mayo de 1874, en el hogar de una familia profundamente cristiana.
Recibió el Bautismo cuatro horas después de su nacimiento. Dos años tenía ella cuando su padre fue asesinado por defender la religión y la patria. Dejó a su esposa y sus tres hijos en orfandad y dura pobreza. De su madre, Laura aprendió a perdonar y a fortalecer su carácter con sentimientos cristianos.
Desde sus primeros años, su vida fue de incomprensiones y dolores. Supo lo que es sufrir como pobre huérfana, aceptando con amor el sacrificio, fue dominando las dificultades del camino.
La acción del Espíritu de Dios y la lectura espiritual especialmente de la Biblia, la llevaron por los caminos de la oración contemplativa, penitencia y el deseo de hacerse religiosa. Tenía sed de Dios y quería ir a Él.
Esta mujer latinoamericana admirable crece sin estudios, por las dificultades de la pobreza y la orfandad, hasta los 16 años cuando ingresa en la Normal de Institutoras de Medellín, donde estudia para ser maestra elemental.
Llegó a ser una erudita en su tiempo, una pedagoga connotada, formadora de cristianas generaciones, escritora castiza de alto vuelo y sabroso estilo, mística profunda por su experiencia de oración contemplativa.
En 1914, apoyada por el Obispo de Santa Fe de Antioquia, funda una familia religiosa: Las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, obra religiosa que rompe moldes y estructuras insuficientes para llevar a cabo su ideal misionero según lo expresa en su Autobiografía: Necesitaba mujeres intrépidas, valientes, inflamadas en el amor de Dios, que pudieran asimilar su vida a la de los pobres habitantes de la selva, para levantarlos hacia Dios.

Catequista de los indios
Su profesión de maestra la llevó por varias poblaciones de Antioquia y luego al Colegio de La Inmaculada en Medellín. En su magisterio no se contenta con el saber humano sino que expone magistralmente la doctrina del Evangelio. Forma con la palabra y el ejemplo el corazón de sus discípulas, en el amor a la Eucaristía y en los valores cristianos.
En un momento de su trayectoria como maestra, se siente llamada a realizar lo que ella llamaba “la Obra de los indios” que la impulsa a un trabajo heroico al servicio de los indígenas de las selvas de América.
Aceptando de antemano los sacrificios, pruebas y contradicciones que se ven venir, el grupo de “Misioneras catequistas de los indios” sale de Medellín el 5 de mayo de 1914.
Parten hacia lo desconocido, para abrirse paso en la tupida selva. Van, no con la fuerza de las armas, sino con la debilidad femenina apoyada en el Crucifijo y sostenida por un gran amor a María la Madre y Maestra de esta Obra misionera.
Comprende la dignidad humana y la vocación divina del indígena. Quiere insertarse en su cultura, vivir como ellos en pobreza, sencillez y humildad y de esta manera derribar el muro de discriminación racial.
Su Obra misionera rompió esquemas, para lanzar a la mujer como misionera en la vanguardia de la evangelización en América latina.
Esta infatigable misionera, pasó nueve años en silla de ruedas sin dejar su apostolado de la palabra y de la pluma. Murió en Medellín el 21 de octubre de 1949. Dejó extendida su Congregación de Misioneras en 90 casas distribuidas en tres países, con un número de 467 religiosas. En la actualidad las Misioneras trabajan en 19 países distribuidas en América, África y Europa.
Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II, el 25 de abril de 2004.