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La iniciacion Cristiana
Catequistas y Evangelizadores /Catequesis de IniciaciĆ³n Cristiana

Por: Isabel Carvallo, Educadora en la Fe, Tlalpan, D.F. | Fuente: Tiempos de Fe, Anio 2 No. 12, Septiembre - Octubre 2000

Toda nuestra vida está marca­da por una serie de ritos que varían de un lugar a otro, pero que expresan los sentimientos más profundos de deseo de felicidad, de bienestar, de protección, de vida.

Del nacimiento a la muerte, desde el primer corte de cabello del niño hasta los ritos funerarios, pasando por las fiestas comunitarias y sobre todo por el matrimonio, toda la vida de un pueblo está marcada por ges­tos y símbolos.

Luego están los símbolos de cada familia, aquellos recuerdos que se guardan en casa: la foto de la boda, del servicio militar, el diploma de final de estudios, etc.; pero junto a estos símbolos familiares y humanos están entrelazados de algún modo los sím­bolos religiosos, ya que signos, ritos, costumbres y tradiciones forman par­te fundamental de todas las culturas en todos los tiempos.

Este es el caso de Israel que, cuan­do nacía un niño judío o para que un hombre fuera admitido y pudiera iniciar­se como parte del pueblo judío, debe­rían ser circuncidados como signo de pertenencia al mismo pueblo de Israel. Gracias a los símbolos comunicamos a los demás nuestros sentimientos y mantenemos la identidad y la comu­nión. Una comida de familia refuerza los lazos del amor; un abrazo conyu­gal fomenta el amor de los esposos que fructifica en los hijos.

Cuanto más profunda sea la reali­dad que queremos expresar, tanto más necesario es el símbolo y más profun­do es su significado.

Tal parece que en la actualidad he­mos perdido en gran parte nuestra sensibilidad simbólica y cada día nos sentimos mas perdidos, pues el hom­bre no sólo vive de Televisión, de computadoras, de servicios robo­tizados, etc., necesita también signos, símbolos y gestos que den sentido a su vida.

Todo esto nos prepara para com­prender que además de símbolos na­turales, hay símbolos humanos e his­tóricos de Dios y a que la Iglesia tiene también sus propios signos y símbo­los, que se entrelazan con los huma­nos y religiosos, pero que poseen un sentido peculiar a la luz del misterio de la muerte y resurrección de Cristo.

A estos signos de Dios y de la Iglesia se les llama SACRAMENTOS, los cuales se dividen en tres grupos: De Iniciación Cristiana, que son Bautismo, Confirmación y Eucaristía; los de curación: Penitencia y Unción de los enfermos, y los que están al Servicio de la Comunidad: Matrimonio y Orden Sacerdotal.

"Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Con­firmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cier­ta analogía con el origen, el crecimien­to y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bau­tismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y así por me­dio de estos sacramentos de la inicia­ción cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad" (Pablo VI, const. Apost. corrsortium naturae cf OICA, praen. 1-2)." (CatIC n. 1212).

Pero ¿Por qué se llaman de Inicia­ción Cristiana? Nos remontaremos al si­glo IV cuando sé asume el término de Iniciación Cristiana para referirse al pro­ceso mediante el cual los creyentes en­tran en la plenitud de la vida cristiana, incorporándose al misterio de Cristo y de su Iglesia. Es el proceso catequético y sacramental a través del cual se llega a ser cristiano por medio de la celebra­ción y asimilación en la propia vida de los tres ritos sagrados: Bautismo, Con­firmación y Eucaristía.