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Comentario a la Liturgia. Domingo XXIII TO C
Escritores Actuales /Tais Gea: Comentario de la Liturgia

Por: Tais Gea | Fuente: Catholic.net

Un domingo más nos acercamos a la mesa del altar y a la mesa de la Palabra. Deseamos entrar en comunión con el Señor al recibirlo en la Eucaristía pero también deseamos entrar en comunión con él al recibirlo escuchando su Palabra. La Palabra de Dios guía nuestros pasos, nos muestra el camino y nos conduce al Señor. Es por eso que hay que escuchar esta Palabra divina con actitud abierta para conocer los designios de Dios y tener la gracia de adherirnos a ellos.

    El texto que nos presenta la liturgia de esta domingo en la primera lectura es tomado del libro de la Sabiduría. Este libro sapiencial fue escrito un siglo antes de la venida de Cristo. Es de los textos más tardíos de toda la escritura. En cierto sentido es una síntesis de toda la sabiduría adquirida por siglos por el pueblo de Israel. Además es un testimonio de la apertura del pensamiento judío al helenismo.

    Nos llama la atención que en esta síntesis de la sabiduría, el sabio judío, no puede más que reconocer la limitación del ser humano para conocer los designios de Dios. A pesar de siglos de búsqueda y de grandes sabios en toda la historia de Israel el autor no puede más que evidenciar que: «los pensamientos de los mortales son inseguros y sus razonamientos pueden equivocarse».

Este punto de partida es necesario para todos nosotros. En nuestra búsqueda de Dios y en nuestra búsqueda de la verdad estamos limitados. Deseamos conocer y en cierto sentido poseer la verdad y no nos queda más que reconocer con humildad, junto con el autor sagrado, que nos podemos equivocar y que nuestros pensamientos son inseguros.

    Sobre todo en lo que se refiere al conocimiento de Dios. El texto de sabiduría dice: «con dificultad conocemos lo que hay sobre la tierra y a duras penas encontramos lo que está a nuestro alcance. ¿Quién podrá descubrir lo que hay en el cielo?». Es decir, el principio de la sabiduría es reconocer que el conocimiento de Dios es un don. Pero para recibir el don, antes hay que darnos cuenta de la falta del mismo y por lo tanto hacer una súplica: «No tengo Señor la sabiduría. No puedo, por mis propios medios, alcanzar el conocimiento. Te pido Señor que me concedas el don de tu sabiduría».

    Es así como el sabio concluye su reflexión: «¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría, enviando tu santo espíritu de lo alto?». La sabiduría es por tanto un don del Espíritu que hay que suplicar. La sabiduría y la verdad es Dios mismo. Él se identifica con la verdad. Por lo tanto recibir el don de la sabiduría es recibir al mismo Dios que se identifica con ella. Es dejarse invadir por Dios y entonces sí ser sabio.

    Ahora bien ¿de qué sirve la sabiduría? La sabiduría en el libro de Proverbios es la mejor manera de vivir en armonía interior y en armonía social. Se puede decir que el sabio es aquel que vive rectamente, que vive según Dios. Es por eso que el autor de la Sabiduría nos dice que la sabiduría nos sirve para enderezar nuestros caminos y conocer lo que le agrada al Señor. Incluso llega a decir que la sabiduría es la que lleva a la salvación: «Solo con esa sabiduría se salvaron».

La sabiduría, por tanto, es un don que nos ayuda a conocer los caminos de Dios y a caminar por ellos. Es un don que nos indica el camino que nos conduce a Dios y en consecuencia a la felicidad. Es un don que nos proporciona salvación porque nos muestra el camino hacia la misma.

Sumemos nuestra voz a la del sabio y pidámosle a Dios que nos conceda el don de la sabiduría: «Espíritu divino, Espíritu de sabiduría, concédenos el don de conocer a Dios, de ver su rostro, de contemplar su amor. Que esta visión provoque en nosotros una adhesión a la sabiduría que se nos presenta. Que aprendamos a recorrer los caminos de la sabiduría que son los únicos que nos conducen a ti y por lo tanto a la felicidad. Amén.»