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El Cine por la paz
Comunicadores católicos /Cine, radio y televisión católicos

Por: P. Leonardo Nicolás Martínez García OFM, Secretario del I Congreso de Cine por la Paz | Fuente: Vatican.va

I MUESTRA Y CONGRESO DE CINE POR LA PAZ



El cine, imágenes para la cultura de la paz

y el diálogo entre los pueblos del Tercer Milenio



24-28 de septiembre de 2001, Cartagena de Indias, Colombia






El Consejo Pontificio de la Cultura con el auspicio del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, en colaboración con el Gobierno Nacional de la República de Colombia, el Ente dello Spettacolo y la Universidad San Buenaventura, Seccional de Cartagena, organizó la I Muestra y Congreso de Cine por la Paz.

Ha sido un rico manantial de reflexiones la I Muestra y el Congreso, de la que sin duda vendrán abundantes frutos para este país y para la Iglesia del Nuevo Mundo. Dada la importancia y actualidad del argumento tratado, son dignas de señalarse algunas consideraciones sobresalientes durante los días 24 y 25 de septiembre 2001.


Martes 25 de septiembre

Inició la Primera Muestra y Congreso de Cine presentando a todos los medios de comunicación, los anhelos de Paz que han motivado la realización de tan magno evento. Somos portadores no sólo de mensajes verbales, –se dijo– sino también de imágenes que colaboran a tener sentimientos claros de los muchos valores que dignifican al ser humano para que éste se sienta comprometido a vivir en paz.

Haciendo un poco de historia –cabe señalar que– el Consejo Pontificio de la Cultura, en cumplimiento de la voluntad del Santo Padre, entró en contacto con el Gobierno Colombiano a través de su embajada ante la Santa Sede con el Ministerio de la Cultura para gestionar este proyecto.

El Señor Arzobispo de Cartagena, gentilmente abrió las puertas de su Arquidiócesis en la celebración de los cien años de creación. Se logró el apoyo encomiable y el compromiso firme de la Universidad de San Buenaventura, la cual, coherente con el ideal de aquel de quien recibe su nombre, dibujaba ya en sus reflexiones teológicas, el árbol de la vida a donde pueden acudir todos aquellos que querían conocer la verdad. La organización del Festival Internacional de Cine y Televisión de Cartagena, con generosidad se convirtió en pieza clave para el éxito del evento.

Mientras se gestionaba lo necesario en Colombia, desde la Ciudad del Vaticano en el Consejo Pontificio de la Cultura, se hacía lo proprio. De Italia, participó una Delegación de alto nivel representando al Ente del Espectáculo, Cine Cittá Holding y Cinema Italia, con críticos, escritores, directores y personas del medio, conocedores todos de los valores que debe entrañar un cine que promueva al ser humano y genere cultura.

Para la Iglesia el camino es el hombre, y no se cansará de transmitir la esperanza de una cultura de paz para los pueblos del tercer milenio que comunique trascendencia y amor al otro. El cine, debe tener siempre el cometido de transmitir valores, cultura y paz. En este contexto el cine ha tenido una profunda relación con la Iglesia desde años pasados, buscando la unión entre los hombres.

Una tarea de tal naturaleza nos puede atemorizar, pero es una gran inversión, es un esfuerzo superior a las fuerzas propias. Desde el Evangelio, lo vemos como una semilla sembrada en tierra buena y de la que esperamos todos abundantes frutos.



Miércoles 26 de septiembre

El Primer día del Congreso fue presidido por S.E. Mons. Carlos José Ruiseco, Arzobispo de Cartagena, quien recordó que la Iglesia es la única institución que a lo largo de cuatro siglos de modo ininterrumpido, ha sido promotora de cultura y también de la búsqueda constante de la dignidad humana en la región. En estos cien años de haber sido elevada a la categoría de Arquidiócesis se apoya, para comunicar el Evangelio en los medios más modernos, porque la misión de la Iglesia es hacer siempre nuevo el conocimiento de Cristo.

Este Congreso y Muestra de Cine por la Paz y el diálogo entre los pueblos del Tercer Milenio, proyectó por primera vez, fuera de Europa, los logros y experiencias obtenidas con el Festival de Cine Espiritual Tertio Millennio, realizado repetidas veces en Roma. Se trata, como nos lo señaló el Nuncio en Colombia, S. E. Mons. Beniamino Stella, de contribuir a que se perciba el cine como un medio de singular importancia para el desarrollo de la cultura, la dignificación del hombre y la promoción del auténtico humanismo, bases fundamentales para construir la paz. La Iglesia no se puede marginar de las expresiones con que el hombre moderno genera conocimiento, crea puntos de encuentro y desarrolla los criterios y modos de vida.

El cine puede perfectamente promover el crecimiento de la persona, conducirla a la elevación, estética y espiritual, además de llevar al hombre en su camino hacia lo verdadero, lo bueno y lo bello. Al respecto dice el Papa Juan Pablo II: “El cine es un medio especial apto para contar el misterio inefable que circunda el mundo y el hombre”. El cine en la visión del Papa es un momento de diálogo, un comunicador de pensamiento, un creador de actitudes, un motivador de sentimientos; es, insiste el Santo Padre, “pedagogo no sólo de sus contemporáneos, sino también de las futuras generaciones”.

Desde estas perspectivas se deben establecer las relaciones entre el cine, la cultura y la paz. Entendamos que la paz no es algo que se realiza de una vez para siempre, sino el esfuerzo constante por responder en la verdad, el orden, la justicia y la fraternidad a las exigencias y desafíos que nos impone la historia.

El auténtico cine al servicio del hombre, no puede generar violencia, apoyando la amenaza constante de guerra, es necesario que se comprometa a instaurar una civilización del amor siempre y cuando como verdadero arte, sea realizado en favor del hombre y de su plena realización.

Es laudable constatar que este proyecto ha mirado a Colombia con el ánimo de crear mejores horizontes en una nación particularmente necesitada de paz. Que el cine se desborde presentando perspectivas de ética y valores, que aparezca en el estrado de la cultura como quien anuncia al ser humano en su trascendencia y dignidad. El cine puede ser creador de un nuevo humanismo, que nos involucra en el panorama del mundo y nos motiva a tomar posiciones. Al cine le pedimos hoy estrenar la película donde la paz no sea cortada con la palabra FIN.

Para la Iglesia, en el contexto de una nueva evangelización, se hace necesario, como bien lo decía el Embajador de Colombia ante la Santa Sede, Dr. Guillermo León Escobar-Herrán, comprender que no se trata únicamente de dejar de hacer el mal sino, de empezar a hacer el bien. Por eso, nuestra realidad nos pide, aún más nos exige, no sólo recuperar la paz, sino fundarla, pues ella ha desaparecido del panorama nacional y mundial. La paz nos apremia y por eso este evento es desafiante. Debemos unir al mundo, la ciencia y la técnica en una percepción humanista, ética y cristiana.

El cine no debe sólo revivir la historia o crear sueños, sino escribir el futuro pues goza de las más extraordinarias posibilidades para ello.

A este punto, es bueno recordar, que esta iniciativa nació en el corazón mismo de la Iglesia, que buscando promover el conocimiento de la persona, ve de modo positivo el cine y no le teme a los ‘mass media’ porque sin perder su misión de evangelizar, predicar y buscar la verdad, está abierta al diálogo fecundo, tiene un importante interés por el hombre, está segura que la ilumina el Espíritu mismo de Dios y que el cristianismo es la oportunidad dada por Dios al hombre de llegar a su pleno desarrollo. La Iglesia anuncia la verdad y propone al cine el sentido y la búsqueda de la verdad.

El cine, se ha ido abriendo paso en la historia. En sus orígenes poco valorado, hoy llega a ser aglutinador de masas, y un medio eficaz para tocar lo profundo del hombre. La Iglesia tuvo a bien intervenir y bendecir, tanto el cine, como los instrumentos que lo generan y los espectadores que lo observan. En este interés por el hombre, la Iglesia no se queda en su valoración meramente ética o artística sino que lo percibe desde su dimensión sociológica en un sentido profundo de pluralidad.

Agregamos a esto lo que el director polaco y también productor de cine, Krzysztof Zanussi, pone en el horizonte de nuestra reflexión, “estamos ciegos y sordos a la dimensión metafísica, la paz tiene una dimensión social, pero el cristianismo busca la salvación. Es recuperar el espacio a lo espiritual, a lo trascendente”.

No nos podemos dejar engañar por la publicidad que aparece más importante que la calidad misma del producto, el cine no puede ser valorado al mismo nivel de la venta de un vehículo o de cualquier otro elemento de comercio, que sólo genere industria y fines económicos. No se puede seguir en una globalización salvaje que no respeta la pluralidad de las culturas. Que el hombre se humanice y no se reduzca a un simple consumidor y que para ser libre no tenga que ser clandestino.

La pantalla gigante encierra la posibilidad de plasmar visiblemente nuestros sueños. Esta, invita hoy a que soñemos la paz y que tengamos la alegría de vivir dignamente.


Consideraciones

Con este sugestivo argumento de actualidad, la I Muestra y Congreso de Cine por la Paz, tuvo lugar en las instalaciones de la Universidad de San Buenaventura, en Cartagena de Indias, Colombia.

La iniciativa se orientó hacia una fecunda síntesis entre fe y cultura, para contribuir con eficiencia en la vida espiritual del Pueblo de Dios que peregrina en ese país y propiciar una cultura de la Paz. El proyecto quiso, ser un paso de colaboración en el esfuerzo por reducir y erradicar la violencia en el país y en el mundo, trabajando en favor de la unidad.

La muestra fue dedicada a una realidad de actualidad, la necesidad de paz. Los cristianos extraen de la palabra de Dios un excepcional patrimonio para la cultura de la paz. Al respecto, los valores culturales de Colombia, la familia, los pueblos, las tradiciones, los refranes o la sabiduría popular, constituyen los puntos de apoyo para una inculturación del Evangelio.

Cuando la Iglesia interviene en la dimensión temporal de la existencia humana para renovarla, une la dimensión moral y espiritual, guiando las ciencias hacia un actuar respetuoso de la persona en todos sus componentes y ante todo de su inalienable dignidad. La paz ofrece al hombre ya sea individual o socialmente, las condiciones de su realización y de su crecimiento. El desarrollo, fruto de la paz en la solidaridad, cubre el campo de los valores, ayudando al hombre a obtener aquello que es bueno y verdadero, respetando la dignidad y la libertad humana. La construcción de la cultura cristiana de la paz exige la educación de la consciencia en los valores morales para aprender a conocer y practicar el bien y evitar el mal. Esta cultura de la paz pasa a través de los moldes de la cultura, es decir: la escuela, la ciencia, las obras culturales, los ritos y costumbres. En efecto la constitución de una sociedad sana se cimienta en los valores éticos. Esto implica la preparación de futuros responsables políticos y la organización de una sociedad en el que el bien público sea respetado por todos.

Nunca como en esta época el cine, se muestra como el arte de mayor vigor, creatividad, impacto, vitalidad; un arte que se podría llamar “fuerte” y ciertamente insustituible, porque toca con frecuencia el bien y el mal, al grado de imponer modas y maneras de vestir, gustos y expectativas. Arte con miles de variantes y posibilidades, de múltiples proyectos técnicos y expresiones, porque la infinidad de posibilidades es alimentada y enriquecida por la fantasía humana.

Por ésta y otras razones, el séptimo arte tiene cuestionamientos y mucha potencialidad para actuar en lo externo y en el inconsciente del pueblo; puede ser un sorprendente medio que favorezca el verdadero humanismo, pero también, puede ser un instrumento capaz de suscitar en personas menos preparadas y desprovistas de una libre madurez crítica, interrogativos difíciles, angustias, tendencias peligrosas, investigaciones inútiles.

La Iglesia es consciente del reto, pues conoce la importancia de la cultura y de las comunicaciones sociales, y sabe que ambos campos son fundamentales para una pastoral, que conoce la realidad social y en particular la juvenil. De este modo, el cine por ser el arte más cercano a la sociedad, debe ser reflejo de la vida y ahondar en la dimensión totalizadora del hombre. De este modo el arte popular, puede tener predilección por los temas que abordan la tragedia y la felicidad de seres que nos rodean, y así el cine será un medio para descubrir la realidad y después la fantasía, porque la realidad habla independientemente de cualquier código lingüístico.

Por estos motivos, es apremiante que el cine recupere el espacio de los temas trascendentales, el de los temas espirituales, que sea valorado no más como una mercancía, sino como un medio para el humanismo. Por este camino, cabe la esperanza de lograr que la diversidad, en vez de ser motivo de odio o de violencia, se convierta en instrumento de encuentro y de fiesta, así como también punto de partida para la civilización del amor y de la paz.

Finalmente, al abordar el ámbito del cine como instrumento de paz y de diálogo entre los pueblos, se entró en un terreno muy delicado en este inicio de milenio. Por lo mismo, enfrentar y debatir el argumento es inaplazable y estratégico.

Estamos ante un medio potentísimo de comunicación social que exige una formación recta de conciencia. El cine en la medida que respete al hombre será un camino privilegiado para el diálogo entre los pueblos, que en la diversidad de las culturas, buscan la paz en el continente americano.


P. Leonardo Nicolás Martínez García OFM

Secretario del I Congreso de Cine por la Paz