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Matrimonio: para que haya crecimiento, no crisis
La felicidad es el resultado de una vida de entrega, por ello se puede ser feliz incluso con sufrimiento


Por: Emilio Avilés Cutillas | Fuente: forumlibertas



Seguro que habréis oído alguna vez la muy acertada idea de hablar del matrimonio, el amor hombre-mujer-, como de un trabajo apasionante. Lo encuentro acertadísimo. Creo que, en verdad, el matrimonio requiere esfuerzo y sacrificio y, a la vez, puede ser motivo de gran disfrute, si se cuida a diario.

El matrimonio, como las empresas, ha de ser próspero, de lo contrario entristece y aburre. Todos sabemos la gran cantidad de energías necesarias para –sin desaliento- sacar adelante un proyecto empresarial.

Igual ocurre en el matrimonio que en la vida laboral. Es en esa tarea diaria donde se ejercitan las virtudes humanas. Así se llega a encontrar la felicidad propia, buscando la de los demás. De esta manera la felicidad es el resultado de una vida de entrega, por ello se puede ser feliz incluso con sufrimiento.

Pensemos que la ceremonia de la boda sólo fue el principio. Poco a poco se empieza a entender y valorar que la reverencia hacia la esposa o el esposo es más importante que el amor. La reverencia es muy superior al respeto. La primera necesidad de reverencia proviene de conocer lo que es el hombre, la segunda de saber bien qué es el matrimonio. De lo contrario, es muy difícil que éste alcance su elevadísima plenitud.

Viene a cuento un simpático sucedido que os transcribo, aunque quizás ya lo sepáis. No pensemos que sea del siglo XVIII, pues es muy actual:

“Es la noche de bodas. El marido, con la mayor “naturalidad” del mundo, abre la puerta de la habitación nupcial, sin avisar. Su mujer, con dulzura y sin el menor rubor, le suplica: -Por favor, sal de la habitación y llama antes de entrar. –¿Por qué tanta ceremonia? -dice el marido. Y la esposa, pausada, sin inquietarse, con elegancia y buen humor, comenta: -Amado esposo mío, pues para que nunca olvides el valor del permiso que ahora mismo voy a concederte”.

Entrega y placer

Importa mucho no invertir los términos. Evitemos presentar la sexualidad como una condición previa para el amor. Es en realidad el amor matrimonial la condición primera para el regalo que es la entrega corporal. De lo contrario, el trato sexual separa y aleja al hombre y a la mujer, en lugar de unirlos. Como dice un amigo, el cerebro es el órgano sexual más poderoso.

Comprender es una tarea de amor hecha con la inteligencia. A última hora, comprender será compartir lo poco y lo mucho, lo grande y lo pequeño, lo temporal y lo eterno.

Por experiencia sabemos que, si queremos, somos capaces de sacar tiempo para todo aquello que verdaderamente nos interesa. Entonces ¿vamos a dejar de hacer un pequeño servicio a la esposa o a los hijos, por falta de tiempo?

Hay momentos en que irá muy bien desahogarnos, oxigenarnos de un tema que no acabamos de “cuadrar” con nuestro cónyuge. Bien, pero es vital tener esa confianza de amistad con la persona adecuada, en el momento oportuno y con cierta moderación.

No convirtamos el disgusto o la contradicción en una queja espectacular. Algunos fracasos personales e incluso problemas de salud o de carácter, se pueden convertir, si no se atienden a tiempo, en la excusa-causa para que la estabilidad del matrimonio pague las consecuencias. ¡Y eso no es justo!

Los medios que, en otro orden de cosas, por ejemplo el ámbito laboral, pondríamos para abordar con renovada ilusión una mejora personal y del equipo, parecen imposibles de poner en juego cuando se trata del matrimonio. ¡Pues no puede ser! Con sensatez, inteligencia y determinación, es preciso afrontar los sacrificios necesarios para mejorarse mutuamente, él y ella. Lo contrario es ser imprudentes. Y así, hasta las empresas más solventes acabarían en la bancarrota.

Es oportuno tener en cuenta que si lleváramos la cuenta de todos los defectos y errores de una persona, acabaríamos transformando en un ser despreciable hasta a la persona más encantadora. Todos necesitamos ejercitarnos desde muy chicos en la capacidad de pedir perdón y de perdonar.

El verdadero problema llega cuando hay desinterés por cuestiones familiares muy importantes como son la educación de los hijos, la administración del hogar o el trabajo del otro cónyuge. Es preciso evitar las “agendas ocultas” y recomenzar con sinceridad. Qué alivio será cuando al ver alguna incomprensión, no neguemos la injusticia que tenemos delante, pero reaccionemos renunciando a la venganza y queriendo lo mejor para el otro, a pesar de los pesares.

Ternura y unión

En estos asuntos nos urge ser reflexivos y objetivos. A veces, he visto gran preocupación por cómo puedan elegir los hijos una pareja adecuada para su matrimonio. Pues ¡ea!, mostrémosles un modelo de felicidad de carne y hueso.

En esta unión de dos personalidades que han de adaptarse, el marido y la mujer han de poner, enérgicamente, manos a la obra. Si el uno no se esfuerza, el otro deberá poner doble intensidad. Es un entrenamiento mutuo de libertad, responsabilidad y servicio, que construye la plenitud matrimonial.

Aunque no exista persona humana que sea capaz de satisfacer totalmente las necesidades de otro, sí encontramos en el matrimonio una fuerza que tiende a enlazar y a dar consistencia a dos diferentes maneras de ser.

Seguro que a todos nos agradará recordar algunos trucos para asegurar que ponemos los medios necesarios y razonables para ir a una. Como música de fondo tenemos el hecho clave, la prioridad, de intentar en todo momento adelantarnos a lo que pueda necesitar nuestra esposa o esposo. Es un “prejuicio” buenísimo que se puede adornar sistematizando detalles como:


-Tres días fijos a la semana llegar lo antes posible y puntualísimo a casa, evitando toca excusa laboral o de amistad.

- Al menos tres días a la semana, hablar tranquilamente, sin TV ni niños, antes de ir a descansar.

- Buscar y dar un beso “pausado” al esposo o esposa, nada más llegar a casa.

- Al menos una vez al mes salir a cenar o pasear los dos solos, como recién casados, hablando de temas de interés y agradables para ambos. Con paciencia, con tiempo. Saboreando la compañía de alguien que está a tu lado para facilitar las cosas, para buscar tu felicidad.

Todas y todos podríamos seguir la narración, pues cada uno sabe mejor que nadie lo que hace la vida más agradable a su propio cónyuge.

En fin, disfrutemos levantando, a diario, la principal empresa que tenemos entre manos, pues es la familia la realidad humana por excelencia, principio básico para cualquier mejora de la sociedad.



Comentarios al autor: emilioaviles@es.catholic.net
 

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