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Un padre de familia que no ha pasado de moda
Un hombre que no se compadece con la simplicidad del mero recuerdo de quien fue y lo que hizo, cuyas consecuencias disfrutamos y disfrutaremos eternamente


Por: Eduardo Armstrong | Fuente: Catholic.Net



Vivimos tiempos de vidas tensionadas al límite, donde las angustias, contradicciones y frustraciones son habituales en todo orden de cosas. La vida familiar y matrimonial no está exenta de esta realidad; Como tampoco, la de aquellos que a tan alto costo luchan para disponer de “hijos biológicos”, o tantos, que dicen ser padres por serlo biológicamente pero olvidando al único sentido trascendente de la paternidad –el cual nunca será biológico-.

Se buscan soluciones por los más diversos caminos, como el de la autorrealización, la autoayuda, o los del escapismo a los propios compromisos –hoy denominado “derecho al cambio”- generalmente fundamentado en algún consenso de opiniones –hoy denominado “apoyo” o “verdad”-.

Pero aun así, la vida continúa y las soluciones no llegan. Se habla de calidad de vida, pero pocos se preguntan ¿qué es una vida de calidad? Y se la tiende a comprender como a la ausencia de problemas o a la presencia de mayores facilidades, gustos y placeres.

Se dice que todo ha cambiado, pero ¿será eso efectivo? ¿O en lo substancial la vida del ser humano sigue siendo similar? También, nos referimos habitualmente a otros como responsables de nuestros padecimientos, y tendemos a sentirnos víctimas impotentes ante una realidad que nos abruma. Acaso, ¿habremos perdido el poder de participar en nuestra propia realidad? O, ¿habremos perdido el sentido de lo que es real y de lo que es apariencia?

Ante este escenario, hablar de San José puede parecer a muchos como hablar de un tema para ilusos. Tan lejano a la actual vida cotidiana que sería una auténtica pérdida de tiempo dedicarle unos minutos de atención. Y siempre nos referimos a él con un, “el fue”. Un término que señala que pertenece a la historia pasada, a otro tiempo que ya no es; y como si hubiera dejado de ser quien fue. O sea, alguien carente de actualidad.

Es curiosa esta disposición tan actual hacia el padre de Cristo en esta tierra, ya que los cristianos sabemos que nuestra meta es trascender en la medida de nuestras posibilidades:

. Trascender a nuestra persona, yendo hacia el encuentro con el prójimo. Guiando nuestras acciones sencillas y cotidianas en el sentido de su servicio por amor al mismo prójimo y por amor a Dios; Ya que, la medida de nuestro amor a Dios es la de nuestro amor por el prójimo.

. Y trascender a nuestro tiempo por medio de nuestro amor. El amor es lo único que puede trascender el tiempo, llevándolo todo a lo eterno; Al eterno presente, hacia donde se une y converge toda la existencia.

Si San José vive en la eternidad, entonces vive en el presente y está presente. Por lo tanto, su nombre no se compadece con la simplicidad del mero recuerdo de quien fue y lo que hizo, cuyas consecuencias disfrutamos y disfrutaremos eternamente. Hay algo más, ya que Dios no es un coleccionista de “recuerdos” o de “méritos” sino que es la fuente de la vida misma. Y lo que vive, es presencia activa. Según lo cual, San José es presencia viva.

Pero, si San José fue elegido por Dios como el hombre más confiable para ser el padre de Su Hijo, ¿quién es hoy San José? ¿Qué puede aportar él a la sociedad actual? ¿Por qué lo hemos menospreciado y relegado a ser un santo cercano a nuestras oraciones pero tan lejano a los acontecimientos que cotidianamente debemos solucionar u enfrentar? Quizá, esto ocurre porque en San José encontramos demasiadas respuestas y muy pocas preguntas, algo que generalmente incomoda y molesta al hombre moderno quien desea sentirse dueño y señor de sus actos, opinando, interpretando, decidiendo y actuando por propia iniciativa… Como deseando sentirse el dios improvisado de sus propias acciones, pareciera valorar más las buenas preguntas que a las buenas respuestas. Especialmente cuando las respuestas se refieren a sus responsabilidades y al alcance de sus actos y compromisos adquiridos, sean por propia voluntad o circunstancialmente.

La humildad y las certezas que nos entrega la presencia de San José infunden el temor paternal de vernos enfrentados a las grandes distancias que persisten entre nuestra realidad de lo que somos y hacemos, y lo que aquí podríamos ser o hacer.

San José nos entrega la mejor respuesta humana a preguntas tan vitales como las siguientes:

. ¿Qué significa la paternidad humana?
. ¿Cuál es el sentido de nuestra paternidad?
. ¿Cómo debe ser un buen padre de este mundo?
. ¿Cómo puede enfrentar un padre a los grandes desafíos y obstáculos de la existencia?
. ¿Qué significa ser un buen esposo?
. ¿Cuál es el valor y los alcances humanos y divinos del matrimonio?
. ¿Cuál es la relación óptima entre padre e hijo?
. ¿Qué es trascendente para cada miembro de mi familia y qué actitud debo seguir para cuidarla?
. ¿Cómo debe vivir la fe un padre de familia?


Padre absoluto existe uno solo: Dios. Él es nuestro modelo ideal, inagotable y perfecto. Más, como somos imperfectos y con claras tendencias hacia diversas formas de pecado, parecemos inhibirnos ante Su perfección y nos inclinamos a desatenderla como ejemplo de conducta cuando buscamos soluciones que conllevan un costo para nosotros mismos. Entonces, ¿a quien más puede mirar el padre y esposo moderno cuando enfrenta las incertidumbres, problemas y tentaciones que no están ausentes de ninguna vida? Cristo fue hombre, pero liberado del pecado original e Hijo de Dios. En nuestra ignorancia, somos propensos a ver esto como “facilidades” o “garantías” de las que Él hubiera podido disfrutar en este mundo. Un grave error de conocimiento que nos hace desear disponer de referencias aún más humanas, en el sentido de imperfectas o con defectos algo más similares a los nuestros. Como si nos sintiéramos más seguros con estas referencias que nos recuerdan que sí podemos vivir nuestra fe como Cristo nos enseñó.

Esos hombres y mujeres son los santos de nuestra Iglesia, quienes están para servirnos como guías y ejemplos de vidas que enseñan y muestran lo que podemos lograr aquí, si nos empeñamos en ello. Entre todos ellos, hay un Santo que sobresale cuando de asuntos de familia se trata; Es nuestro principal referente como padre de familia y esposo ejemplar, especialmente, cuando hablamos de la necesidad de enfrentar a variadas situaciones extremas y adversas. Es, San José. Y él nos invita a todos los padres de familia, a preguntarle directamente hoy:

¿Qué haría San José en mi lugar?

¿Cuáles son las consecuencias probables de actuar como San José, versus, actuar como mis pensamientos o la cultura actual lo señalan?

¿Quién sale más beneficiado con esas consecuencias?

Entonces: ¿A quién debo servir primero? ¿A mi mujer, a mis hijos –quienes dependen de mis actos-, o a mi mismo?

Y San José nos responde, a cada cual, y con una admirable claridad y certeza.

San José ha sido un hombre de fe, quien nos puede demostrar sus alcances cuando es vivida en la paternidad. La fe es un don de Dios, y por lo mismo, un acto de Su Amor. De este modo, por sí sola, como don, ella no es garantía de resultado alguno, porque el amor jamás es autónomo, en el sentido de que siempre mantiene una dirección hacia al menos otro ser, quien es el receptor del acto de amor. El Amor, por lo tanto, nunca depende de una voluntad, sino al menos de dos, y sus frutos están condicionados también a la libre y voluntaria aceptación del “regalo” recibido. San José, como nosotros, recibió la fe, y la aceptó viviéndola responsablemente hasta sus extremos más incompresibles para los sentimientos y la razón humana. Nos demuestra con sus actitudes y decisiones, el auténtico sentido vital de la humildad y el valor de la sencillez de quien utiliza la inteligencia para vivir su fe, cultivando las virtudes; no para sí mismo, sino como su respuesta hacia la fe que ha recibido y con la que se ha comprometido.

. San José es un hombre, en el más amplio sentido de la palabra.
. San José es un padre, en el amplio sentido de la palabra.
. San José es un marido y esposo, en el más amplio sentido de la palabra.
. San José nos muestra como vivir nuestra fe en el matrimonio, hasta sus más dolorosos e inciertos extremos.

San José, nos demuestra con hechos los resultados que se obtienen de una vida entregada y confiada plenamente al Amor de Dios. Él, es un magnífico ejemplo a seguir ante las mayores tribulaciones, frustraciones y dificultades que debemos sortear quienes nos sentimos comprometidos con nuestra de fe y queremos vivir una auténtica paternidad -aquella que es inherente a nuestra naturaleza y extensiva a todos aquellos que aceptamos y mantienen algún grado de dependencia con nuestras vidas-; la auténtica vida matrimonial, cuyos alcances no tienen límites ni condición alguna para el compromiso libremente solicitado; y para quienes han consagrado sus vidas plenamente al servicio del Amor de Dios. El heroísmo mostrado en las acciones cotidianas de San José tuvieron para él un alto precio, pero los emocionantes resultados y su ejemplo, están ante nuestros ojos. Y permanecerán para siempre.

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