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Obispo del Episcopado mexicano reitera doctrina católica sobre homosexualidad
Sostiene que el acto homosexual es intrínsecamente contrario a la ley natural y es además un desorden moral o pecado grave


Por: . | Fuente: ACI



El Obispo de Toluca y Responsable de la Dimensión Episcopal de Familia de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Mons. Francisco Javier Chavolla, reiteró la doctrina católica sobre la homosexualidad.

Explicó que si bien la Iglesia acoge con misericordia y comprensión a las personas homosexuales, también sostiene que el acto homosexual es intrínsecamente contrario a la ley natural y es además un desorden moral o pecado grave.

A continuación presentamos el texto íntegro del documento preparado por Mons. Chavolla en respuesta a varias preguntas planteadas por ACI Prensa y remitido el 13 de mayo a nuestra redacción:

"A través de estas líneas, quiero dar respuesta a las inquietudes que me ha manifestado acerca de la doctrina de la Iglesia Católica con respecto a las personas que tienen preferencias homosexuales y la atención pastoral que la Iglesia les ofrece.

Por principio, basados en la sola ley natural, el acto homosexual no produce complementariedad genital ni está ordenado a la procreación de la especie humana, como sucede en las relaciones heterosexuales. En consecuencia, es intrínsecamente contrario a la ley natural.

Ahora bien, es oportuno distinguir entre la inclinación homosexual u homosexualidad, como tendencia, y la actividad homosexual u homosexualismo de hecho. Si bien es cierto que la causa de la atracción entre personas del mismo sexo es discutible, la sola inclinación no constituye en sí misma un desorden moral. Sin embargo, el acto homosexual es considerado como un desorden moral o pecado objetivamente grave.

Por otra parte, la Iglesia, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de Jesucristo, acoge con misericordia y comprensión a las personas homosexuales activas o no, reconociendo su dignidad humana personal y de hijos de Dios, por sobre todo. Y les invita a pedir al Espíritu Santo el don de la castidad y a procurarla mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, apoyándose en la oración, en la penitencia y en la gracia sacramental, ya que todos los cristianos estamos llamados a la santidad. En consecuencia, las personas homosexuales deben también ser atendidas en la acción pastoral, con respeto, comprensión y esperanza. Todos estamos llamados a cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida incluidos los homosexuales.

El hecho de que la Iglesia se pronuncie en repetidas ocasiones en contra de las uniones homosexuales no representa en modo alguno una forma de discriminación contra las personas de preferencias sexuales diversas, sino que la Iglesia tiene el deber de velar por la institución matrimonial y por la familia, fundada en la ley natural y en el plan de Dios. Los Obispos estamos convencidos que la familia, fundada en el matrimonio entre un varón y una mujer, debe ser protegida y promovida como factor esencial de la existencia, estabilidad y paz social, en una amplia visión de futuro del interés común de la sociedad, de cara a la actual crisis de identidad que se vive.

En resumen, no existe por parte de la Iglesia duda alguna acerca del juicio moral respecto a las relaciones homosexuales. Y la Santa Sede defiende este derecho a la libertad de expresión.

Ahora bien, la pastoral que la Iglesia realiza incluye normalmente a todos los bautizados, sin que necesariamente se especifiquen algunos sectores o individuos en razón de su género, edad, estado civil o condición. La situación moral del bautizado es privada y el sacerdote esta obligado a guardar el sigilo sacramental o la prudencia en caso de una consulta, tal es el caso de algunos homosexuales que se acercan a la Iglesia. Como sea, la Iglesia no hará acepción de personas y buscará acompañarlos en su vida espiritual.

Es probable que una pastoral específicamente dirigida a las personas homosexuales pudiera poner en evidencia a una persona que ha querido mantener en privado su lucha interior, pero a los que públicamente se manifiestan como tal, la Iglesia les acompaña en su situación.

El magisterio de la Iglesia, compendiado en el Catecismo de la Iglesia Católica, contiene muchos principios y criterios antropológicos, bíblicos y teológicos que pueden inspirar e iluminar toda pastoral en la vida de la Iglesia, pero es preciso profundizarlos y adaptarlos a las circunstancias concretas de las personas, comunidades y su cultura".

La enseñanza de la Iglesia sobre la Homosexualidad

La enseñanza católica respecto de la homosexualidad está resumida en tres artículos del Catecismo de la Iglesia Católica; 2357, 2358 y 2359. En estos artículos la Iglesia enseña que:

Los homosexuales "deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta".

La homosexualidad, como tendencia es "objetivamente desordenada", que "constituye para la mayoría de ellos (los homosexuales) una auténtica prueba".

Apoyado en la Sagrada Escritura "la Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados", "no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual" y por tanto "no pueden recibir aprobación en ningún caso".

"Las personas homosexuales están llamadas a la castidad" y "mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana".







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