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Tras la virtud
Si la gran mayoría de ciudadanos persiguieran la virtud su vida seria más feliz por lograda, y la sociedad viviría mejor


Por: . | Fuente: ForumLibertas



Este es el titulo de la obra de uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, Alasdair McIntyre, y a la vez hoy una palabra casi malsonante. Tanto, que a la hora de poner título a una conferencia sobre los fundamentos de la crisis económica, los propios promotores pidieron que se evitaran las palabras moral y virtud. Son abrumadores los estragos causados por la dictadura del pensamiento políticamente correcto.

Pero la verdad es que si la gran mayoría de ciudadanos persiguieran la virtud su vida seria más feliz por lograda, y la sociedad viviría mejor. Así, la crisis económica no se habría producido porque en su origen está la codicia y la imprudencia, se cometerían menos delitos, la distribución de la ganancia sería mas justa, y las familias alcanzarían una mayor armonía.

De una manera fragmentada, parcial, como corresponde a la cultura de la desvinculación en la que vivimos inmersos, se intenta vivir bajo estos supuestos, porque perdida la sabiduría de nuestras raíces aun queda la intuición. Por ejemplo, se asume que una colectividad que no fume es mejor por tres motivos. (1) Las personas están dotadas de autocontrol y no son dependientes de la pulsión del deseo. (2) Ganan en salud. (3) Benefician a la sociedad porque generan menos costes a la sanidad pública. Y esto, referido al tabaco, lo podemos extender a otros muchos ámbitos, la conducción de automóviles, la bebida, la comida, el estilo de vida en general.

El autocontrol es visto como algo socialmente deseable que forma parte de la educación adulta, con dos enormes salvedades: el sexo y el dinero. Esto ya describe los principios reales de esta sociedad y de quienes la gobiernan y guían. La fidelidad, la fortaleza, la templanza, no existen. El riesgo de enfermedades sexuales, el aborto, no deben ser objeto de autocontrol; la inmoderada apetencia de euros no es incivil. En este terreno el método general no vale. No debe existir autocontrol sino todo lo contrario, y quien lo predique -véase lo sucedido con Benedicto XVI y su declaración sobre el Sida- es reo de culpa, porque toda la solución radica en una goma, que equivale a creer que resulta superfluo limitar la velocidad porque ya existe el cinturón de seguridad y el “air bag”. En el sexo y la cosa económica no debe existir la búsqueda de la virtud. Extraña lógica, rara excepción, que una vez maás demuestra que los dioses ciegan a quienes quieren destruir.







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