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El cristianismo y el diálogo entre las religiones
Si cada religión busca mejorar al hombre y su mundo de relación, no debería ser imposible vivir en paz y armonía. ¿Por qué, entonces, combatirse entre las religiones? ¿Por qué no encontrar los puntos de acuerdo?


Por: Mons. Rodrigo Aguilar Martínez | Fuente: Diócesis de Tehuacán




Introducción

Hace algunos siglos Europa era prácticamente un mundo cerrado en el que dominaba el cristianismo y se veía obligado a confrontarse con una sola religión: El islam. Este encuentro fue muchas veces violento, caracterizado por el desprecio recíproco y por la guerra para destruirse mutuamente.

Las misiones cristianas que partieron de Europa, muchas veces se han realizado en la historia más como imposición de la propia religión y anulación de la religión nativa, aunque la doctrina y el mandato no lo expresaran de esa manera.

En el mundo actual, caracterizado por rápidas comunicaciones, movilidad humana e interdependencia, hay viva conciencia del hecho de la pluralidad religiosa. Si bien en algunas partes las religiones parecería que apenas sobreviven, al menos en cuanto a la práctica de sus seguidores, en otras partes hay claras muestras de revitalización, inspirando e influyendo en la vida de millones de personas.

No obstante que sigue habiendo ejemplo de confrontación violenta entre los seguidores de diversas religiones, se va pasando paulatinamente al encuentro pacífico y el diálogo, especialmente entre los dirigentes.

Intentos de encuentro

Si cada religión busca mejorar al hombre y su mundo de relación, no debería ser imposible vivir en paz y armonía. ¿Por qué, entonces, combatirse entre las religiones? ¿Por qué no encontrar los puntos de acuerdo?

Una respuesta han sido los varios intentos de “sincretismo”: o sea la mezcla de los mejores elementos de las varias religiones. Alejandro Magno (356-323 A.c.) dio inicio, en su vasto imperio, a un movimiento de intercambio y de fusión de las varias religiones. Más tarde el imperio romano intentó acoger todas las religiones unificadas bajo el culto del estado y del emperador.

En el siglo XVIII se intentó encontrar en la naturaleza humana los elementos básicos para una religión universal sincretista: Rousseau (1712-78) pensaba lograrlo, acogiendo los elementos comunes de las varias religiones, despojándolas de todo aspecto de revelación sobrenatural y remitiéndose a los aspectos naturalmente buenos (por ejemplo el amor al prójimo).

Más tarde, Jung (1875-1961) encontró en la psicología del hombre los elementos que confirman que la religión es indispensable, porque responde a algunas de las exigencias fundamentales de su espíritu. De aquí llegó a la conclusión de que todas las religiones son verdaderas en la medida en que responden a estas exigencias y satisfacen al hombre.

No faltan en la actualidad otros que han trabajado y siguen haciéndolo, con la esperanza de llegar a una unificación de todas las religiones. El problema está en el hecho de que terminan no por unir las varias religiones, sino por crear una nueva que se agrega a las otras, o al menos por crear una nueva teoría y filosofía religiosa. Ejemplos de estos intentos sincretistas tenemos: En el islam, el movimiento “Bahai” (con sede en Israel); en el budismo, el movimiento “Cao Dai” que se ha desarrollado en Vietnam; tenemos también la “Misión Ramakrishna”, salida del hinduismo y que opera un poco en todo el mundo. En todos estos casos, la pretensión es unificar las varias religiones en una sociedad con una religión universal. Sin embargo la actitud sincretista termina por ser poco respetuosa de las varias religiones que pretende unificar, realizando mezclas confusas y arbitrarias, que en lugar de ayudar irritan a los pertenecientes a las diversas religiones. Efectivamente, es muy diferente la actitud de un budista en relación con Buda, que lo considera como un gran maestro y nada más, frente a la actitud de un cristiano hacia Jesús, que lo considera como Hijo de Dios encarnado.

El camino sincretista no es, pues, la solución de encuentro.

El Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II ha sido un parteaguas en la vida reciente de la Iglesia. En la última sesión del Concilio se aprobó y promulgó la Declaración “Nostra aetate” (“En nuestra época”), sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Son fundamentales e iluminadores algunos párrafos (las negritas y cursivas son mías):

“1. En nuestra época, en la que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a las religiones no cristianas. En su misión de fomentar la unidad y la caridad entre los hombres y, aún más, entre los pueblos, considera aquí, ante todo, aquello que es común a los hombres y conduce a la mutua solidaridad.
Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la haz de la tierra, y tienen también el mismo fin último, que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos…”

“2. Ya desde la antigüedad y hasta nuestros días se encuentra en los diversos pueblos una cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de la vida humana… penetra toda su vida con un íntimo sentido religioso. Las religiones, al tomar contacto con el progreso de la cultura, se esfuerzan por responder a dichos problemas con nociones más precisas y con lenguaje más elaborado. Así, en el hinduismo, los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición, ya sea mediante las modalidades de la vida ascética, ya sea a través de profunda meditación, ya sea buscando refugio en Dios con amor y confianza. En el budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con su espíritu devoto y confiado, puedan adquirir, ya sea el estado de perfecta liberación, ya sea la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos o apoyados en un auxilio superior. Así también las demás religiones que se encuentran por todo el mundo se esfuerzan por responder de varias maneras a la inquietud del corazón humano, proponiendo caminos, es decir, doctrinas, normas de vida y ritos sagrados.

La Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque discrepan en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres… Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de la fe y la vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales, que en ellos existen”

“3. La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma, como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian la vida moral y honran a Dios, sobre todo, con la oración, las limosnas y el ayuno…”

“4. Al investigar el misterio de la Iglesia, este sagrado Concilio recuerda el vínculo con que el pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la raza de Abraham.
Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los patriarcas, en Moisés y en los profetas, conforme al misterio salvífico de Dios…
Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos…”

El Concilio Vaticano II, en la Declaración mencionada, invita a un encuentro entre las religiones sin caer en la indiferencia, en el desprecio o en el sincretismo; sin renunciar a las propias convicciones, pero tampoco sin descalificar las de los demás. Esta actitud se llama “diálogo”.
El diálogo interreligioso arrancó con el Concilio Vaticano II (1962-65) y gradualmente se va entendiendo y profundizando. La situación difiere de país a país y entran factores no sólo religiosos sino también culturales, sociales y políticos.

El Papa Juan Pablo II

El Papa Juan Pablo II, quien asistió como Obispo al Concilio Vaticano II, ha promovido fuertemente el diálogo interreligioso. Mediante el “Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso” se mantienen frecuentes contactos con el mundo del Islam, del Budismo y del Hinduismo; también hay interés de diálogo con las Religiones Tradicionales. El diálogo con el Judaísmo se realiza mediante una Comisión que pertenece al “Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos”.

Pero el mismo Papa Juan Pablo II, personalmente se ha preocupado de cultivar el diálogo interreligioso. Ejemplo de ello son los varios encuentros de oración por la paz en Asís, que ha promovido con dirigentes de diversas religiones desde 1986; también los encuentros con dirigentes y seguidores de las varias religiones en sus viajes por el mundo.

En este punto me parece conveniente destacar otra aportación al respecto: En 1993 se preparaba una entrevista televisiva, que el Papa había aceptado, con motivo de sus 15 años de pontificado. Dicha entrevista no se realizó por los muchos compromisos del Papa; sin embargo el Papa mismo no quiso olvidar las preguntas que con anticipación le había hecho llegar el conductor de la entrevista, Vittorio Messori, y decidió responderlas por escrito, texto que se publicó como libro con el título “Cruzando el umbral de la esperanza”, en 1994. Dicho texto es valioso porque presenta el pensamiento íntimo del Papa. Varias preguntas se refieren al diálogo interreligioso. Por principio de cuentas, el Papa no ve como algo negativo la pluralidad religiosa, sino que se fija en lo positivo: “En vez de sorprenderse de que la Providencia permita tal variedad de religiones, deberíamos más bien maravillarnos de los numerosos elementos comunes que se encuentran en ellas”. Y retoma el Papa especialmente el texto de la Declaración conciliar “Nostra aetate”, diciendo explícitamente: “las palabras del Concilio nos llevan a la convicción, desde hace tanto tiempo enraizada en la tradición, de la existencia de los llamados semina Verbi (“semillas del Verbo”), presentes en todas las religiones. Consciente de eso, la Iglesia procura reconocerlos en estas grandes tradiciones del Extremo Oriente, para trazar, sobre el fondo de las necesidades del mundo contemporáneo, una especie de camino común.”

El Papa mismo, en dicho libro, presenta su valoración explícita de las religiones de tipo animista, del budismo, del islamismo y del judaísmo. Por la brevedad de estos apuntes considero no conveniente transcribir esa parte del texto, no obsante valiosa para el diálogo interreligioso.

Las religiones se presentan

Cristianismo


“El cristiano que encuentra a otros creyentes lo hace como un miembro de la comunidad de fe cristiana, o sea, como un testigo de Jesucristo. Es importante que el cristiano tenga una clara identidad religiosa. El diálogo interreligioso no pide que el cristiano deje de lado algunos elementos de su fe o de su práctica cristiana, ni que los ponga entre paréntesis, o menos todavía, que dude de ellos. Al contrario, los otros creyentes quieren conocer claramente quienes están encontrando.”

“Es nuestra firme convicción que Dios quiere que todas las personas se salven (cf. 1Tim 2:4) y que Él puede conceder su gracia también fuera de los limites visibles de la Iglesia (cf. LG 16; Redemptor Hominis 10). Al mismo tiempo, el cristiano es consciente que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es el único y sólo Salvador de toda la humanidad, y que sólo en la Iglesia que Cristo ha fundado pueden ser encontrados los medios de salvación en toda su plenitud. Esto no debe, en algún modo, inducir a asumir una actitud triunfalista o a actuar con un complejo de superioridad. Al contrario, es con humildad y con el deseo de un mutuo enriquecimiento que uno podrá encontrarse con los otros creyentes, mientras se mantiene firme en las verdades de la fe cristiana. El diálogo interreligioso, cuando es conducido en esta visión de fe, en ninguna manera lleva a un relativismo religioso.”

“El cristiano comprometido en iniciativas interreligiosas siente cada vez más la necesidad de comprender las otras religiones para precisamente entender mejor a los creyentes de las mismas. Se podrá notar que existen muchos puntos comunes: creer en un Dios que es Creador, la aspiración a la trascendencia, la práctica del ayuno y la limosna, el recurso a la oración y la meditación, la importancia del peregrinaje. Las diferencias, en todo caso, no deben ser subestimadas. Una espiritualidad cristiana del diálogo crecerá si ambas dimensiones son mantenidas. Mientras se aprecia la acción del Espíritu de Dios entre las gentes de otras religiones, no solo en los corazones de los individuos, sino también en algunos de sus ritos religiosos (cf. RM 55), la unicidad de la fe cristiana será respetada.” (Cardenal Francis Arinze, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso)

Budismo

“La actitud del budismo en relación con las otras religiones es de plena amistad; pero esto no significa que todas las religiones procedan hacia la misma meta y que todas las creencias sean diferentes interpretaciones de la única suprema Verdad. De todos modos, sin ningún sentimiento de división o de antagonismo, el budismo coopera plenamente con todas las religiones en los problemas mundanos o espirituales que lleven al bien y a la felicidad de la humanidad… Si, gracias a sus convicciones religiosas, los hombres de fe diferente no se encuentran sobre una plataforma común como hermanos y hermanas, entonces ciertamente la misión de todos los maestros religiosos será un doloroso fracaso” (Pujia Narada Maha Thera, jefe de los sacerdotes del templo Vajirarama en Colón – Sri Lanka).

“Es muy difícil tener una sólida convicción y al mismo tiempo ser tolerantes, pero buda mismo y muchos de sus seguidores han llegado a esta tolerancia. Los budistas son conocidos dondequiera por su actitud abierta en relación con las otras religiones” (Jaime Nakamura, maestro de filosofía hindú y budista en la universidad de Tokio).

Confucianismo

“En base a la doctrina de la igualdad de todo el género humano y de la universalidad del cielo, el verdadero confuciano cree que haya algo común en todas las religiones genuinas, y que las diferencias entre las religiones se deban considerar simplemente como caminos diferentes para llegar al mismo objetivo. No es necesario para nosotros juzgar cuál de los sabios sea el más grande o haya conseguido el más alto grado de espiritualidad. ¿No es más humilde por nuestra parte suspender el juicio y concentrar nuestras energías espirituales en la admiración de su grandeza y en mejorar nuestra personalidad para alcanzar la estatura a la que ellos ya han llegado?

“Lo único que puede resolver la división y el choque entre religiones diferentes no es ni el sincretismo ni el imperialismo religioso, sino una actitud de respeto hacia todas las religiones genuinas” (Chun I T’ang, rector del Asia College, Hong Kong).

Judaísmo

“La esperanza dominante de los judíos no es la de convertir todo el mundo al judaísmo, sino de convertir todo el mundo a Dios… El judaísmo jamás ha rechazado la posibilidad de cooperar con las otras creencias en la construcción de una sociedad buena, firme en sus convicciones, respetuoso hacia las otras, y tampoco ha puesto en cuestionamiento su papel positivo en el plano divino de la historia. Maimónides (estudioso judío del siglo XII) y otros dirigentes han considerado a Jesús y a Mahoma como instrumentos divinos para preparar el camino a la conversión universal de la humanidad a la fe en el único verdadero Dios… (Como quiera que sea) es mucho mejor y mucho más práctico buscar vías de cooperación común sobre la base de un sincero reconocimiento de las diferencias existentes, más que en una ficticia identidad de miradas. La lealtad a la propia fe puede y debe ser parte de una más amplia lealtad a la fe en general. Hay un gran espacio de intereses comunes en el que todas la religiones pueden cooperar en el interés y en el respeto recíprocos, influyéndose mutuamente y aprendiendo los unos de los otros” (Abba Hillel Silver, rabino de Cleveland, Ohio – U.S.A.)

Hinduismo

“Es firme convicción de los hinduistas que ninguna religión por si sola pueda satisfacer a todos los hombres, porque no todos tienen el mismo temperamento, y dado que cada uno debe tener una religión que lo satisfaga, tendrá que haber muchas religiones, que puedan permitir a cada uno seguir su religión a elección… El hinduismo atiende una gran sinfonía de los ideales religiosos. Lo que desaprueba es el odio, la santurronería y el fanatismo religioso. ‘Tantas creencias, tantos caminos’, ha dicho Sri Ramakrishna, el último profeta del hinduismo.” (Swami Sankarananda, presidente del Ramakrishna Math y Misión – India).

Islamismo

“Nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, debemos considerarnos como parte de una misma familia polígama. Tenemos el mismo padre, pero cada uno de nosotros ha sido educado por una madre diversa. Aunque la madre nos da su modo de ver, permanece el mismo padre. Debemos ser como los huevos de una misma nidada, chocan pero no se rompen. Agrego que ustedes no encontrarán de inmediato interlocutores en la multitud musulmana, pero sólo con el tiempo, porque ella piensa que el cristiano es un enemigo y hay que combatirlo. Hay, por tanto, trabajo por realizar. Sean pacientes. Sólo partiendo con buena voluntad, como hoy, llegaremos a hacer algo.” (M. Hampaté Ba, representante de la Cosa de Marfil en la UNESCO, en la intervención en una sesión de estudios sobre el islam organizada por misioneros de Nigeria).

“La actitud del islam hacia las otras creencias, está determinada por las explícitas enseñanzas del corán. El derecho fundamental de todas las creencias a existir en plena libertad, está establecido inequívocamente en el mandamiento: ‘No habrá ninguna constricción en materia de religión.
El corán ha dicho que la humanidad no seguirá nunca un único credo, y por esto los ritos, los dogmas y los modos de adorar, seguirán siendo diferentes; pero, no obstante esta variedad, todo credo a su modo debe comprometerse en la realización máxima del bien; las religiones deben competir la una con la otra en este esfuerzo común” (M. Hafiz Syed, maestro en la Universidad islámica de Allahabad – India).

Simposio sobre “Los recursos espirituales de las Religiones para la paz”, Roma, 16-18 de enero de 2003.

38 participantes de 15 países diferentes se han dedicado a explorar los ricos recursos de las religiones (budismo, cristianismo, hinduismo, islam, jainismo, judaísmo, sikhismo y zoroastrismo) por la paz. He aquí un fragmento de la Declaración final del Simposio:

“En los meses recientes se han intensificado los discursos de guerra, pero no ha habido el mismo incremento de discursos de paz. Es necesario dedicar esfuerzos para examinar cómo, en un mundo que está cada vez más interconectado, podamos encontrar nuevos caminos para respetar nuestras diferencias religiosas mientras creamos vínculos pacíficos basados en nuestra común humanidad.

“Nuestras escrituras y tradiciones son los recursos espirituales más importantes que cada uno de nosotros posee. Estamos convencidos que las escrituras de cada religión enseñan el camino de la paz, pero reconocemos también que nuestros varios escritos sagrados con frecuencia se han utilizado, y seguirá sucediendo, para justificar violencia, guerra y exclusión de los demás. Nuestras varias comunidades no pueden ignorar esos pasajes que a menudo han sido mal interpretados o manipulados para fines indignos como el poder, la riqueza o la venganza, pero debemos reconocer la necesidad de nuevos estudios contextuales y de un conocimiento más profundo de nuestras varias escrituras que claramente proclaman el mensaje y el valor de la paz para toda la humanidad.

“[La] educación religiosa que toma en serio la autocomprensión de las otras tradiciones religiosas, es esencial para comunicar el mensaje de paz a las nuevas generaciones. El reto es el de permanecer fieles a la propia religión sin denigrar o distorsionar la de los demás… El respeto recíproco y el respeto por las diferencias no son simplemente objetivos nobles, sino realidades alcanzables.

“La opción por la paz no significa una pasiva tolerancia del mal o un compromiso de principio. Requiere una lucha activa contra el odio, la opresión y la división, pero no el uso de métodos violentos. La construcción de la paz requiere una acción creativa y animosa. El empeño por la paz es un trabajo paciente y perseverante. Comprende también la prontitud para examinar de manera autocrítica las relaciones de nuestras tradiciones con aquellas estructuras sociales, económicas y políticas que son frecuentemente agentes de violencia y de injusticia.

“Reconocemos que en el contexto interrelacionado de nuestras vidas contemporáneas, la cooperación interreligiosa no es ya una opción sino una necesidad. Se podría decir que ser religiosos hoy quiere decir ser interreligiosos. La religión prosperará en este siglo sólo en la medida en que mantengamos un sentido de comunidad entre personas de diferentes creencias religiosas que trabajan juntas como una familia para obtener un mundo de paz.”

Conclusión

El diálogo interreligioso exige dos cosas fundamentales: tener algo propio por comunicar, de la misma manera sostener que también los demás tengan algo bueno por enseñarnos; ambos aspectos deben estar unidos y dirigidos al mutuo entendimiento y enriquecimiento.

Si renunciamos a nuestras convicciones por una malentendida actitud de paz, los demás no podrán sacar nada bueno de su encuentro con nosotros. Pero, por otra parte, si no estamos convencidos de que también los seguidores de otras religiones puedan comunicarnos algo bueno, entonces asumiremos una actitud de autosuficiencia y pretenderemos actuar sólo como maestros, cerrando nuestra alma a las riquezas del encuentro.

Se trata ante todo de un “diálogo de vida”: compartir la vida comunidades de religiones diversas que pueden vivir en paz, una junto a la otra, cada uno practicando con coherencia su fe y testimoniándola a los demás, respetándose y solidarizándose en el bien. Esto es urgente en la actualidad, dada la constante movilidad humana.

El cristiano debe estar convencido de que tiene una gran verdad por anunciar a los demás y que éste es un deber preciso; pero también debe estar convencido de que podrá y deberá aprender mucho de los demás: por ejemplo para no caer en el activismo, en el ajetreo de la vida diaria, los monjes budistas dan testimonio del espíritu de oración; o las tendencias individualistas y antiecológicas reciben correctivo de la solidaridad y armonía con la naturaleza de las poblaciones animistas; es muy conocido el influjo ejercitado por Gandhi sobre los cristianos con la doctrina y la práctica de la no-violencia.

Pero también es posible el “diálogo formal”: personas de religiones diversas que se encuentran para afrontar juntos problemas comunes de carácter social, moral, político, etc; cada uno tomando inspiración de la propia religión y buscando encontrar soluciones aceptables para todos. Por ejemplo cómo afrontar problemas de la familia y la vida humana, de la instrucción, de la emigración, de la paz y de la libertad, particularmente la libertad religiosa.
El camino en el diálogo interreligioso está apenas iniciado; hay mucho trecho por realizar. Dispuestos y deseosos de compartir las propias riquezas y de respetar y de recibir las riquezas de los demás, se podrá construir una mejor convivencia humana.










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