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Semana de Oración por la unidad de los cristianos 2006
Buscar la unidad durante todo el año. Materiales y textos para la celebración ecuménica y el octavario


Por: C. P. para la promoción de la unidad de los cristianos/Comisión Fe y Constitución | Fuente: www.vatican.va



Materiales para la
SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
para el año 2006


Donde dos o tres se reúnen en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos.
(Mt 18,20)

Textos preparados y publicados conjuntamente por el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión “Fe y Constitución” del Consejo Ecuménico de las Iglesias

Traducción preparada por la Comisión para las relaciones interconfesionales
de la Conferencia Episcopal Española


PRESENTACIÓN


BUSCAR LA UNIDAD DURANTE TODO EL AÑO

Tradicionalmente, la Semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el periodo entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo. Esta elección tiene un significado simbólico. En el hemisferio Sur, donde el mes de enero es tiempo de vacaciones de verano, se prefiere adoptar igualmente en otra fecha, por ejemplo en torno a Pentecostés (sugerido por el movimiento Fe y Constitución en 1926) que representa también otra fecha simbólica para la unidad de la Iglesia.

Guardando esta flexibilidad de espíritu, os animamos a considerar estos textos como una invitación para encontrar otras ocasiones, a lo largo del año, y expresar el grado de comunión que las Iglesias ya han alcanzado, y orar juntas para llegar a la plena unidad querida por Cristo.


Adaptar los textos

Estos textos que han sido propuestos, cada vez que sea posible, se procurará adaptarles a las realidades de los diferentes lugares y países. Al hacerlo, se deberá tener en cuenta las prácticas litúrgicas y devocionales locales así como el contexto social-cultural. Tal adaptación deberá comportar normalmente una colaboración ecuménica.

En muchos países, las estructuras ecuménicas existen y permiten este género de colaboración. Esperamos que la necesidad de adaptar la «Oración» a la realidad local pueda animar la creación de esas mismas estructuras allí donde éstas no existen todavía.


Utilizar los textos de la Oración por la unidad de los cristianos



  • Para las Iglesias y las Comunidades cristianas que celebran juntas la «Oración» durante una sola ceremonia, este folleto propone un modelo de Celebración ecuménica de la Palabra de Dios.


  • Las Iglesias y las Comunidades cristianas pueden igualmente servirse para sus celebraciones de las oraciones y de otros textos de la Celebración ecuménica de la Palabra de Dios, de los textos propuestos por el Octavario y de las oraciones presentes en el apéndice de este folleto.


  • Las Iglesias y Comunidades cristianas que celebran la «Oración por la unidad de los cristianos» cada día de la semana, pueden encontrar sugerencias en los textos propuestos para el Octavario.


  • Si se desea realizar estudios bíblicos sobre el tema del año 2005, pueden servir de apoyo igualmente los textos y las reflexiones bíblicas propuestas para el Octavario. Los comentarios de cada día pueden concluir con una oración de intercesión.


  • Para las personas que desean orar en privado, los textos de este folleto pueden animar sus oraciones y su llamada a la comunión con todos aquellos que oran en todo el mundo por una mayor unidad visible de la Iglesia de Cristo.

Texto bíblico

(Mt 18, 18-20)

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Otra cosa os digo también: si dos de vosotros, estéis donde estéis, os ponéis de acuerdo para pedir algo en oración, mi Padre celestial os lo concederá. Pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

(Traducción ecuménica del Nuevo Testamento)

 

INTRODUCCIÓN

Donde dos o tres se reúnen en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20)



Lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa: éste es el gran hallazgo que está en el origen del movimiento ecuménico. El elemento más importante de nuestra unidad está en la presencia de Cristo resucitado, que prometió a sus discípulos que él estará con ellos hasta el fin de los tiempos. Al final del Evangelio de san Mateo, Jesús hizo esta promesa inmediatamente después de haber dicho a sus discípulos de que se vayan a hacer nuevos discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf Mt 28,19-20). Era consciente de las dificultades de todo tipo que ellos deberían afrontar y no quiso dejarlos huérfanos en su misión (cf. Jn 14). Les prometió que él estará con ellos. Él es el “Emmanuel”, es decir, el “Dios con nosotros”.

Los Evangelios nos hablan de diversos modos en los que Jesús, nuestro Señor resucitado, está presente entre nosotros: cuando su Palabra es proclamada y vivida, y cuando el pan y el vino eucarísticos son ofrecidos en su memoria; está igualmente presente en el niño pequeño, en el hambriento, en el encarcelado, en el despreciado; está presente en cada uno de nuestro prójimo; está presente en los que prosiguen su misión y su ministerio por el mundo. En este contexto se expresa la promesa de Jesús, que sirve de tema para la Semana de oración por la unidad de este año: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).

Esta promesa la va situando Mateo en el contexto de una enseñanza de Jesús: cómo organizar la comunidad eclesial con la preocupación por los más despreciados, cómo puede la Iglesia estar al servicio de sus miembros que se han extraviado, qué límites hay que poner al perdón. En Mt 18 se encuentran textos importantes que nos juzgan. Son textos orientadores destinados a la comunidad de los cristianos, que muestran dónde está la responsabilidad de sus discípulos. Otros textos vienen a ayudar en otra dirección, subrayando la preocupación de Dios hacia cada persona y haciendo a cada comunidad una llamada al perdón ilimitado, a imagen de la capacidad infinita de reconciliación que hay en Dios. Este capítulo proporciona instrucciones dejadas por Jesús a los primeros cristianos: la manera de construir la comunidad no puede dejarles indiferentes. La comunidad que se reúne en torno a la persona y a la palabra de Jesús debe hacer todo lo posible para estar en armonía. En este contexto el Señor invita a sus discípulos a tener confianza en el poder de la oración comunitaria así como en su presencia permanente en medio de la comunidad que se reúne en su nombre.

Durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos y en nuestra oración por la unidad durante todo el año, estamos invitados a tomar conciencia profundamente de que la unidad es una gracia y de que debemos invocar sin cesar este don. Los que nos esforzamos en promover la unidad de nuestras propias comunidades y la unidad de todos los cristianos, sabemos que es importante reunirnos de forma ecuménica en el nombre de Jesús. Cada vez que nos reunimos así en oración, estamos invitados a tener confianza en el poder de la oración ofrecida en la presencia de Jesús que ha prometido a sus discípulos “Os digo también: si dos de vosotros, estéis donde estéis, os ponéis de acuerdo para pedir algo en oración, mi Padre celestial os lo concederá” (Mt 18,19). Lo que verdaderamente cuenta no es una pluralidad de voces sino el hecho de que esas voces estén unidas en la oración. La voz silenciosa que habla en el corazón de cada uno es ampliada cuando nos reunimos en el nombre de Cristo. Recordemos en nuestra oración y demos gracias al Señor por los avances realizados a lo largo de los últimos decenios en el camino de la unidad; Jesucristo ha estado presente entre nosotros mediante el poder de su Espíritu y con nosotros ora al Padre.

La promesa de la presencia de Jesús entre nosotros no se limita sólo a la comunidad reunida en la celebración litúrgica. Puesto que el amor de Dios Trinidad se ha encarnado en Jesucristo, nos es posible vivir en Cristo una vida de comunión enraizada en la misma Trinidad. Por la presencia de su Espíritu Santo, el Señor resucitado desea estar con nosotros en todo tiempo y lugar, compartiendo nuestras preocupaciones, dándonos consejos, caminando a nuestro lado, visitando nuestras casas y lugares de trabajo, reavivando nuestra alegría por su presencia que nos conduce directamente al corazón del Padre. Quiere que sintamos la proximidad de Dios, su fuerza y su amor. Quiere estar entre nosotros para testimoniar él mismo su amor y su presencia en nuestras vidas, en el trabajo, en la escuela y en los ámbitos en que vivimos.

Está bien recordar que muchas cosas se han cumplido a lo largo de la historia cristiana “en nombre de Jesús”, cosas que no tienen nada que ver con la enseñanza de Cristo, con el ejemplo que nos ha dado en su vida y en su muerte. Nuestras historias individuales o comunitarias nos ofrecen razones para arrepentirnos. Justamente leemos Mt 18,20 a la luz de la primacía dada al mandamiento del amor en el Evangelio de Juan: “Mi mandamiento es éste: amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,12) y “Vuestro amor mutuo será el distintivo por el que todo el mundo os reconocerá como discípulos míos” (Jn 13,35). La presencia de Jesús allí donde dos o tres se reúnen en su nombre está estrechamente vinculada al amor que estos dos o tres tienen los unos para los otros.

Reunirse en el nombre de Jesús significa participar en el amor que él nos ha traído a la tierra. Este amor no puede ser reducido a la simple filantropía, solidaridad o benevolencia; va más allá de la amistad o del deseo. Es un amor que se da totalmente, que acepta el sufrimiento, que “todo lo excusa... todo lo cree... todo lo espera... todo lo tolera” (1 Cor 13,7). Es un amor que necesita prudencia y paciencia cuando discernimos la presencia del Señor y la dirección que nos indica.

Para poder ser también receptivos de la presencia de Jesús entre los cristianos, debemos aprender a vivir juntos un “ecumenismo cotidiano” que acompaña la búsqueda de la unidad teológica. Esto significa estar abiertos y dejarse enriquecer por las tradiciones espirituales, las riquezas y las costumbres del otro en nuestro común empeño, concretamente, de edificar el Reino de Dios sobre la tierra. Esto significa también promover una cultura de interdependencia aprendiendo juntos a ver lo que hay de positivo en las características de toda comunidad eclesial y étnica, de toda historia y mentalidad, características que fácilmente pueden dividir a los cristianos. Ser conscientes de que todo lo que compartimos nos permite afrontar más eficazmente lo que todavía nos separa. Un ecumenismo de vida implica, cada vez que es posible, la oración común, la misión común y el testimonio común cuando tomamos parte juntos y cada vez más en la vida según el Espíritu. Eso significa también compartir con los otros los aspectos ordinarios de nuestra vida, de tal forma que podamos reconocernos siempre como más hermanas y hermanos en Cristo, y que podemos ver en el otro la presencia misma del Señor.

Nada es pequeño si se hace con amor. Ningún gesto de amor, de testimonio, de colaboración en nombre de Jesús, ninguna oración común está desprovista de sentido y de valor si responde a la voluntad de Cristo, que todos sus discípulos sean una misma cosa. Cada una de estas acciones, aunque modestamente, expresa nuestra determinación de amarnos unos a otros como Cristo nos ha amado; esto puede ser igualmente un signo elocuente ante un mundo frecuentemente incapaz de reconocer la presencia de Dios o indiferente ante sus designios.

El grupo ecuménico que se reunió en Irlanda para preparar los textos de la Semana de oración por la unidad de los cristianos era consciente de la riqueza del patrimonio espiritual de este país que se remonta a la antigüedad cristiana y que comparten así todas las tradiciones cristianas presentes en Irlanda. Los miembros del grupo eran igualmente conscientes de que las Iglesias cristianas estaban implicadas y decididas a terminar con los conflictos y tensiones que han marcado fuertemente la vida de Irlanda durante los últimos siglos. Las divisiones entre los cristianos han provocado profundas heridas o las han agravado.

Es la tercera vez que durante los últimos veinticinco años el grupo de preparación de la Semana de oración por la unidad se reúne en Irlanda, cuando la violencia disminuye y la esperanza aumenta al ver realizarse la paz de Cristo. La rica historia pero compleja de Irlanda ha dado al grupo buenas razones para escoger este año Mt 18,20 como texto bíblico central y tema de la Semana de oración por la unidad de los cristianos 2006.

La intención del grupo ha sido, en primer lugar, llamar la atención sobre Jesús como fuente de nuestra unidad, subrayando que él ya nos indicó cómo podemos ser instrumentos de la unidad que Dios desea para nosotros.

En segundo lugar, además de que la esperanza puede nacer y crecer rápidamente en gestiones e iniciativas a gran escala, los miembros del grupo preparatorio han resaltado que el simple encuentro de dos o tres reunidos en el amor mutuo de Cristo es un medio esencial para construir relaciones entre pueblos y comunidades divididas. Los encuentros en grupos restringidos, las relaciones y amistades a nivel local pueden dar un fuerte impulso a la difusión de un espíritu de paz y de reconciliación. Muchas experiencias de la historia reciente de Irlanda lo atestiguan.

En tercer lugar, el grupo subrayó que para poder tener esperanza en el futuro y construir hoy la paz y la reconciliación, era necesario tomar en consideración los remedios dolorosos y los sufrimientos del pasado. Como discípulos de Cristo, debemos comprometernos a poner los medios constructivos para curar las heridas del pasado y ofrecer un testimonio común, buscando y eligiendo los caminos que conducen a la reconciliación. En este espíritu, todos los cristianos que utilizan los textos de la Semana de oración están invitados a reunirse en la plegaria y en el amor recíproco para aprender a comprenderse los unos a los otros en sus diferencias. De este modo podemos llegar a ser signos siempre más poderosos de reconciliación y testimoniar la presencia del amor de Cristo que nos sana.

Los textos bíblicos propuestos y los comentarios para el octavario tienen como propósito estimular una reflexión prolongada sobre la invitación a reunirnos en su nombre, que Jesús ha dirigido a sus discípulos. El primer día desarrolla la idea de que todos los cristianos, por pertenecer a Cristo, pertenecemos los unos a los otros y estamos reunidos en una comunión que ya se manifiesta en nuestro reconocimiento común del bautismo. El segundo día ofrece una meditación sobre la importancia de la humildad en el servicio (el ejemplo que se nos ha dado aquí es el de la invitación hecha a los discípulos de Cristo a lavarse los pies mutuamente) como medio de construir la unidad de la Iglesia. El tercer día se concentra en la importancia de la oración común, sugiriendo que cuando Jesús oraba por la unidad de sus discípulos, puede ser posible que ellos no estaban todavía reunidos en su nombre; la presencia de Jesús entre nosotros nos une a él y nos une a unos y otros. El tema del cuarto día es el de la purificación de la memoria y del perdón ofrecido y recibido, elemento esencial del redescubrimiento y de la reafirmación de nuestra unidad en Cristo.

El quinto día describe la presencia de Dios como fuente de paz y de estabilidad, de valentía y de fuerza, que nos anima a buscar los medios para realizar la paz. El tema del sexto día nos permite reflexionar sobre el doble movimiento de la misión: reunión y envío. Estas dos acciones tienen cada una como fin realizar la voluntad del Padre, que es la de animar al débil y proclamar que el Reino de Dios está cerca. El séptimo día nos invita a acoger al prójimo y al extranjero con todas sus diferencias, a reconocer que la presencia de Cristo en ellos determina nuestro compromiso y el seguimiento de nuestra tarea ecuménica. El día octavo se vuelve en la esperanza hacia el fin de nuestra peregrinación que nos conduce a la plenitud de la presencia de Cristo. A lo largo del camino estamos animados a descubrir que los otros cristianos no son más extranjeros, sino compañeros de viaje, y a anticipar juntos el día en que tenderemos las manos los unos a los otros en la presencia de Cristo.

 

PREPARACIÓN DE LOS TEXTOS PARA EL OCTAVARIO 2006

El proyecto inicial a partir del cual este folleto se ha preparado, ha sido preparado por un grupo ecuménico de Dublín. Dirigimos nuestros sinceros agradecimientos a todos los miembros del grupo preparatorio irlandés:

P. Irineu Ioan Craciun (Iglesia ortodoxa griega de la Anunciación de Dublín)

P. Athanasius George (Iglesia copta ortodoxa de Irlanda)

Rev. Elizabeth Hewitt (iglesia metodista de Irlanda)

Rev. Mary Hunter (Iglesia presbiteriana de Irlanda)

P. Hung Kennedy (Iglesia católica)

P. Brendan Leahy (Iglesia católica)

Pastor Fritz-Gert Mayer (Iglesia luterana de Irlanda)

P. John McCann (Iglesia católica)

Rev. Alan McCormack (Iglesia de Irlanda)

P. Godfrey O´Donnell (Iglesia ortodoxa rumana de Irlanda)

La versión definitiva de estos textos fue llevada a cabo con ocasión de la reunión del grupo preparatorio internacional nombrado por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos de la Iglesia católica. Este grupo internacional se reunió en el Centro de los Focolares, cercano a Prosperous en el County Kildare (Irlanda) gracias al generoso apoyo de la Conferencia Episcopal Irlandesa. Tenemos que agradecer al Arzobispo Séan Brady, al Obispo Anthony Farquhar y al Padre Brendan Leahy, así como a todo el equipo del Centro de los Focolares por su amable hospitalidad y por todo lo que ellos llevaron a cabo para facilitar el trabajo del grupo preparatorio internacional.

 

CELEBRACIÓN ECUMÉNICA


Introducción


Presentación


La celebración se basa en dos temas:


Tema A

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre”. La idea subyacente es animar y fortalecer la comunión fraterna del pueblo de Dios en las pequeñas comunidades, tanto en las grandes asambleas, en la vida cotidiana, como en las celebraciones litúrgicas oficiales. La respuesta fiel a la llamada de Dios no está limitada a las asambleas masivas, sino que implica el encuentro en el amor, la oración y el estudio de la Biblia donde “dos o tres” están reunidos en el nombre de Jesús. En efecto, este es el camino de las personas unidas en el amor mutuo que realiza el Reino de Dios sobre la tierra.


Tema B

“Acercándose Pedro, le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete? Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Nosotros hablamos de perdón, pero raramente buscamos el perdón los unos y los otros. Una fuerte corriente de arrepentimiento subyace en toda esta celebración. Ello resalta en la oración conclusiva del acto penitencial, que específicamente pide: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

 



Lecturas bíblicas

Los textos han sido escogidos de manera que reflejen un modelo coherente de la presencia de Dios cercano a su pueblo, que se encuentra desde el principio al fin de la Escritura.

En el Antiguo Testamento, Dios ha liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto y lo ha guiado de día con una columna de nube, y de noche con una columna de fuego. Jamás abandonó a su pueblo.

El Salmo recuerda las maravillas que Dios ha hecho: invita a su pueblo a recordar sus hazañas y a trasmitirlas a sus descendientes.

En el texto del Apocalipsis, el autor hace una llamada al Reino de Dios donde el pueblo de Dios “reinará para siempre”.

El Evangelio tiene su lugar al fin de las lecturas, ya que este reino eterno de Dios anunciado en el Apocalipsis se basa sobre la presencia de Dios en su pueblo que vive en la carne y en la sangre de Jesús su Hijo. Jesús anuncia el Reino de Dios. En él se cumple esta presencia de Dios.

 

Acción de gracias e intercesión

Estas oraciones se proponen para coordinar la acción de gracias porque el poder misericordioso de Dios obrado en su pueblo ya se hizo realidad, reconocimiento que todavía queda mucho por cumplirse, si nosotros queremos realmente hacer la voluntad de Dios en el mundo.

 

Símbolos

El uso de diferentes símbolos y representaciones es posible: particularmente la cruz celta llevada ante la asamblea, el símbolo de los clavos de la cruz utilizados eventualmente en el momento del acto penitencial. Los cirios, en número de siete, podrían significar las siete iglesias y los siete candelabros de oro del primer capítulo del Apocalipsis.

Sin embargo, aunque el simbolismo está estrictamente vinculado a la cultura, a las circunstancias y a la sensibilidad de las comunidades, hemos preferido omitir toda referencia específica al uso de símbolos en el desarrollo de la celebración. Los grupos nacionales están invitados a encontrar los símbolos que mejor expresan los temas en su contexto social como particular.

Para los textos de la Palabra de Dios recomendamos utilizar la traducción ecuménica de la Biblia. También utilizar preferentemente las versiones ecuménicas existentes del texto original del Símbolo Niceno-Constantinopolitano y del Padre Nuestro.

 

Desarrollo


Saludo

Lector: Que la gracia y la paz estén con vosotros.

Asamblea: Que la gracia y la paz estén con vosotros.

L y A: En el nombre de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.


Apertura

El saludo litúrgico es seguido por la presentación de las comunidades y de sus responsables que participan en la celebración. Es la ocasión para las personas reunidas, cuando se comienza a dar gracias a Dios, de presentarse y de comprometerse en un espíritu de comunión fraterna y de bienvenida recíproca.


Introducción (Se puede inspirar en estas líneas)

Como en muchos países, se ha desarrollado en Irlanda una fuerte cultura espiritual y misionera, pero también una larga y dolorosa historia. Objetivos y aspiraciones políticas y religiosas han desgarrado a las comunidades y causaron auténticas heridas en todas partes. Dios estaba presente en el dolor y ha aliviado un gran número de heridas psíquicas y psicológicas que fueron causadas. En pequeños grupos de dos o tres personas, y en grandes asambleas de cientos de participantes, se siente la presencia reconfortante y misericordiosa de Dios. Por todas estas razones, los cristianos de Irlanda han podido colocar en el centro de su experiencia de creyentes estas palabras de Jesús: “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).

Dios llama a su pueblo a unirse y le muestra que el amor y el perdón van juntos. La experiencia de Cristo en la cruz llama a los cristianos a darse la mano y perdonar. En pueblos y ciudades, en aldeas y grandes villas, el pueblo de Dios es llamado a buscar un camino para progresar, confesando y reconociendo las ofensas y los sufrimientos causados a las personas y, en esta óptica, a encontrar el perdón y la plenitud del nuevo camino de Cristo.


Acción de gracias/Himno/Música


Letanía de la presencia de Cristo


L 1: Jesús, Señor resucitado,
A: Estamos reunidos en tu nombre.

L 1: Jesús, Buen Pastor,
A: Estamos reunidos en tu nombre.

L 1: Jesús, Palabra de vida,
A: Estamos reunidos en tu nombre.

L 1: Jesús, amigo de los pobres,
A: Estamos reunidos en tu nombre.

L 1: Jesús, fuente de todo perdón,
A: Estamos reunidos en tu nombre.

L 1: Jesús, Príncipe de la paz,
A: Estamos reunidos en tu nombre.

A: Señor Jesucristo:
Tú nos llamas a reunirnos en la fe y en el amor.
Infunde en nosotros la nueva vida de tu Espíritu Santo,
para que podamos comprender tu Palabra santa,
orar en tu nombre,
buscar la unidad entre los cristianos
y vivir más plenamente la fe que profesamos.

A ti toda gloria y todo honor
con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.


Acción de gracias/Himno/Música

Proclamación de la Palabra


Éxodo 40,1-4 y 34-38
(Reflexión sobre la presencia de Dios durante la travesía de su pueblo por el desierto)

Salmo 78 (77), 1-8 (leer en dos coros alternando)
(Reflexión sobre la memoria de las hazañas de Dios y llamada a la fidelidad)

Apocalipsis 22, 1-5
(Reflexión sobre la gloria suprema de la presencia de Dios en medio de su pueblo que espera su Reino)

Evangelio según san Mateo 18, 15-22
(Reflexión sobre las tensiones que existen en la realidad para reconocer la presencia de Dios en medio de su pueblo, por modesta que sea la asamblea)


Homilía/Meditación

Profesión de fe


Símbolo Niceno-Constantinopolitano o Símbolo Apostólico
(Utilizar una versión ecuménica del texto original del Símbolo Niceno-Constantinopolitano, si se usa en el contexto de esta celebración ecuménica)


Acción de gracias/Himno/Música

Acto de arrepentimiento

(La asamblea se vuelve hacia el altar/la mesa eucarística)

L: Hay muchas maneras de ser infieles por no vivir el bautismo y faltar a nuestro compromiso y a nuestra obediencia a Dios; ahora le ofrecemos nuestras oraciones de arrepentimiento.

A: Dios vivo,
confesamos nuestra incapacidad de vivir como hermanos y hermanas, como hijos tuyos.
Dios amoroso,
confesamos que no te hemos amado como tú nos has amado.

Kyrie eleison

Dios misericordioso,
confesamos tener dudas de tu palabra y fallar en la obediencia de tu enseñanza.
Dios clemente,
confesamos nuestro deseo de poseerte y de encerrarte en nuestras doctrinas y teologías.

Kyrie eleison

Dios poderoso,
confesamos fallar en reconocerte como Señor de toda la tierra.
Perdónanos y sálvanos,
porque no hemos permitido que tu presencia brille en medio de nosotros.

Kyrie eleison


L: De estas maneras, hemos fallado en nuestro compromiso y en nuestra obediencia hacia nuestros semejantes. Nos volvemos hacia nuestro prójimo y hacia nuestros amigos y les ofrecemos nuestras oraciones de arrepentimiento.

(En el marco de ciertas asambleas, aunque numerosas, es posible alternar este acto de arrepentimiento colocándose cara a cara. Esta disposición expresa que nos reconocemos pecadores ante Dios y los unos ante los otros. Conviene formular las expresiones de arrepentimiento según las situaciones locales)

A: Hermanas y hermanos en Cristo,
confesamos no haber comprendido vuestro modo de vida.
Hermanas y hermanos en Cristo,
confesamos nuestro frívolo orgullo y nuestro egocentrismo.

Kyrie eleison

Hermanas y hermanos en Cristo,
confesamos no habernos vuelto hacia los que estaban en la necesidad.
Hermanas y hermanos en Cristo,
confesamos no haber visto a Cristo resucitado en el extranjero que está en medio de nosotros.

Kyrie eleison

Hermanas y hermanos en Cristo,
confesamos desear una vida fácil, una vida cómoda, una vida que no nos exige nada.
Perdonad nuestra incapacidad de mostrar el amor de Cristo y todo lo que hemos omitido.

Kyrie eleison

(La asamblea se vuelve nuevamente hacia el altar/la mesa eucarística)

L: Que cada uno de nosotros comprenda las palabras de Jesús para que retornemos del camino desviado y sigamos el camino de la reconciliación, de la amistad, del amor y de la unidad querida por el Salvador. En armonía y paz, decimos la oración que enseñó a sus discípulos:

A: Padre nuestro...

L: Cumplamos en nuestras vidas lo que hemos confesado con los labios. Intercambiando el signo de paz, renovamos nuestro compromiso por un nuevo modo de vida que hace de nuestra confesión a Dios y de unos a otros una etapa decisiva en la vida de cada uno de nosotros.


Signo de paz

(Ciertas asambleas pueden en este momento de la celebración dirigirse hacia otra parte de la iglesia, sea en torno al libro de la Palabra de Dios, sea en torno al altar/la mesa eucarística. Este desplazamiento expresa el paso interior y comunitario en nombre de Jesús, en su presencia. Una sugerencia: llevar una reproducción de la cruz celta, en el momento de este desplazamiento, después de la entrada hasta delante de la asamblea. Otros gestos pueden ser aquí propuestos: intercambio entre los miembros de la asamblea de un versículo de la Escritura, de una palabra de paz o de misericordia...)


Oraciones de acción de gracias e intercesión (dos lectores y asamblea)

Recordando los beneficios de Dios, oramos juntos:

L 1: Señor del cielo y de la tierra, hemos comenzado a escuchar a tu Espíritu Santo que nos llama a la unidad en Cristo.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2: Podemos estar más atentos a tu inspiración y mejor dispuestos a escucharnos unos a otros.

A: Te lo pedimos, Señor.


L 1: Hemos comenzado a dialogar unos con otros, celebrando nuestra fe común y buscando comprender nuestras diferencias.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2: Que el trabajo paciente de los pastores, de los teólogos y de los cristianos pueda continuar progresando y dando frutos duraderos.

A: Te lo pedimos, Señor.


L 1: Por los acuerdos alcanzados que afectan a la teología y a la vida pastoral.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2. Que podamos afrontar y solucionar las cuestiones difíciles que todavía nos separan.

A: Te lo pedimos, Señor.


L 1: Por nuestros encuentros anuales de oración por la unidad de los cristianos.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2: Que la oración común pueda llegar a ser un elemento natural de nuestras comunidades locales.

A: Te lo pedimos, Señor.


L 1: Por el testimonio común en Cristo que hemos dado en tiempos de crisis sobre la justicia, la paz y la ayuda humanitaria.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2: Que nuestra unidad pueda llegar a ser un día de tal manera que el mundo entero crea en Cristo tu enviado.

A: Te lo pedimos, Señor.


L 1: Por el progreso del diálogo interreligioso en el mundo.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2: Comprometidos de ahora en adelante, que podamos comprender más la urgencia de nuestra plena comunión entre cristianos como testimonio ante otros creyentes.

A: Te lo pedimos, Señor.


L 1: Por todas las familias interconfesionales, testimonios vivos de comunión de personas en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2. Fortalece su vida familiar como miembros de sus Iglesias participando del gozo en Cristo.

A: Te lo pedimos, Señor.


L 1: Por los grandes progresos de nuestras Iglesias en la comprensión común de la Palabra de Dios como fuente de la Revelación, y por el camino ya recorrido de cara a la celebración común de la Eucaristía.

A: Te damos gracias, Señor.


L 2: Que esta esperanza de compartir un día la misma mesa y beber del mismo cáliz refuerce nuestro deseo de cumplir tu voluntad para recibir de ti este don.

A: Te lo pedimos, Señor.


(Otras intenciones según la situación local de la asamblea)


Acción de gracias/Himno/Música


Despedida


A: Abre nuestros ojos a tu presencia.
Abre nuestros oídos a tu llamada.
Abre nuestros corazones a tu amor.
Que nuestros brazos se abran a los otros.
Que nuestros corazones se abran a los extranjeros.
Que nuestras puertas se abran a los que llaman.
Que estemos abiertos hacia ti, Señor.
Abre este día hoy y siempre.

Flame in my heart – St Aidan for Today (David Adams, Triangle Press SPCK)


La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor de Dios
y la comunión del Espíritu Santo
esté siempre con nosotros, hoy y por los siglos de los siglos. Amén.




Textos bíblicos, meditaciones y oraciones
para el Octavario


DÍA PRIMERO

Unidos por la presencia de Cristo
Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Ef 4,5-6)

Ez 37,15-28 Mi morada estará junto a ellos
Sal 67 (66) Oh Dios, que todos los pueblos te den gracias
Ef 4,1-6 Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo
Jn 14,23-27 Vendremos a él y haremos morada en él


Meditación

Las Escrituras subrayan que Dios quiere la unidad de su pueblo. Por el profeta Ezequiel, Dios afirma que Judá e Israel —dos reinos separados, a menudo en desacuerdo— no serán más que uno nuevamente. Por su presencia purificadora, los fortalecerá y los bendecirá en una alianza de paz.

Nosotros respondemos naturalmente por la gratitud y la alabanza al donde la unidad que nos ofrece Dios. El salmista invita a todas las naciones a unirse en la alabanza a Dios, cuya presencia salvífica será reconocida en todas las naciones y a través del mundo entero.

Jesús enseña a sus primeros discípulos que, junto con el Padre, estará presente entre ellos, que “morará” en todos los que le aman. Les promete igualmente que su presencia no terminará con su muerte: él continuará estando con cada uno de sus discípulos —y hoy con nosotros— a través del Espíritu Santo.

Pero la promesa de la presencia de Jesús no se limita a los creyentes de forma individual: cuando afirma el evangelista san Mateo que donde dos o tres se reúnen en nombre de Jesús, ellos forman una comunidad, una comunidad en cuyo seno Jesús ha prometido estar presente para fortalecer y acompañar a los miembros a lo largo de todo su camino.

Nuestro reconocimiento mutuo del bautismo muestra poderosamente esta pertenencia común. Por el bautismo, Jesús llama a cada uno de nosotros y lo incorpora a su cuerpo, la Iglesia. Perteneciendo a Cristo, todos nos pertenecemos los unos a los otros. Esta pertenencia común, a Cristo y a cada uno de nosotros, hace de nosotros una sola cosa, dejando nuestro pasado, nuestra cultura y nuestras convicciones teológicas diferentes, porque “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.


Oración

Señor, te damos gracias por tu presencia entre nosotros, que nos fortalece y nos anima en nuestro camino. Haznos conscientes de tu presencia en nosotros y haz que seamos sensibles a lo que tú nos sugieres en todas nuestras acciones. Concédenos sabiduría y humildad para que podamos reconocer tu presencia en nuestros hermanos y hermanas. Señor, haz que seamos verdaderamente uno. Amén.


DÍA SEGUNDO

Edificar la unidad de los cristianos con Jesús entre nosotros. Ecumenismo diario
También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros (Jn 13,14)

Dt 30,15-20 Entonces vivirás y te multiplicarás
Sal 133 (132) Qué felicidad encontrarse entre hermanos
1 Cor 12,12-31 Dios dispuso según su voluntad a cada miembro en el cuerpo
Jn 13,1-15 También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros


Meditación

Como indica el Salmista, la unidad es atrayente. En razón de la presencia de Cristo entre nosotros, todos los cristianos tienen la tarea de edificar día a día sus comunidades según el espíritu del Evangelio.

En la tarde antes de morir, lavando los pies de sus discípulos, Jesús nos ha dejado un modelo muy concreto de comportamiento cristiano hacia el prójimo. En 1 Cor 12, san Pablo anima la necesidad de tener en cuenta al otro, el hecho de que en el Espíritu Santo cada uno es diferente aunque pertenezca al mismo cuerpo. La Palabra de Dios nos invita a practicar un servicio muy concreto de hermano y hermana en la Iglesia, que nosotros tenemos como misión para aumentar el servicio en el mundo.

La participación en la vida de la Trinidad Santa no es la simple afirmación de un artículo de la fe. Ello nos empuja a comprometernos cada día en una tarea ecuménica para que la Iglesia refleje todavía más la comunión trinitaria. En el único Dios, que confesamos junto con nuestros hermanos monoteístas, ¿no tenemos los cristianos un modelo de amor a imitar que se obra entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo? Avanzar con Cristo implica, así, la solicitud entre los miembros de la Iglesia, ya que lo que se cumple positivamente de manera aislada no tiene el valor de lo que, modestamente, se realiza en común.

Lavar los pies de los hermanos, más que un simple gesto, también es una apertura de corazón, en fidelidad a Jesús que nos invita a servir a la Iglesia una, en la que queremos ser piedras vivas y fundamentales.


Oración

Padre eterno, unidos en el nombre de tu Hijo Jesucristo y en la presencia de tu Espíritu consolador, nos comprometemos a construir la comunidad cristiana con un corazón y un entusiasmo renovados por el fuego de tu amor.

Ayúdanos a vivir un ecumenismo diario con los que nos rodean, a imagen de tu Hijo, que lavó los pies de sus discípulos para hacerles entrar juntos en la nueva vida de su presencia. Amén.


DIA TERCERO

Orar juntos en el nombre de Jesús
El Señor espera el momento para apiadarse de vosotros (Is 30,18)

Is 30,18-26 Él se apiadará de vosotros
Sal 136 (135) Es eterna su misericordia
Act 1,122-14 Reunidos en oración
Mt 18,18-20 Orar en nombre de Jesús


Meditación

Reunirse para la oración en una sola y única comunidad, dejando las diferencias que persisten en el plano humano, es un tema recurrente en la Biblia. Las comunidades se reúnen para celebrar y alabar al Señor, implorar su perdón e interceder ante él para alcanzar su misericordia y su ayuda. La bondad de Dios se nos muestra más claramente por el hecho de que el Señor es un Dios de justicia. Por la oración damos respuesta a la justicia de Dios, a lo que Dios en primer lugar ha cumplido por nosotros, ya que “Cristo murió por nosotros siendo nosotros todavía pecadores”. A través de toda la Biblia se nos ha manifestado la identidad de Dios: su amor misericordioso nos salva.

Los Salmos han sido conservados como himnos y oraciones que eran recitados por el pueblo de Dios cuando se reunía para celebrar el culto divino. Estas palabras recitadas conjuntamente creaban un vínculo de unidad entre los fieles como también un sentimiento de pertenencia común que, de vuelta, inspiraban confianza y serenidad.

Era natural que esta tradición prosiguiera en la Iglesia primitiva. ¿Jesús mismo no ha sido el que enseñó a sus discípulos a orar? En el Evangelio de hoy Jesús habla de que se nos concederá cualquier cosa que pidamos si nos ponemos de acuerdo. Cuando nosotros, los cristianos, nos reunimos en el amor para orar los unos con los otros, podemos estar seguros de que Cristo está presente entre nosotros. Juntos, cuando rezamos en nombre de Jesucristo, estamos unidos los unos a los otros como objeto de nuestra oración. He aquí por qué la oración común es una oración eficaz.

Los discípulos de Cristo se dedican a la oración y alcanzan la unidad. Es muy probable que si Jesús ha orado en la víspera de su muerte para que sus discípulos sean uno, es porque no estaban todavía unidos en su nombre. Veinte siglos más tarde tenemos el deber de preguntarnos: ¿estamos hoy más cerca de la unidad por la oración, la vida y la acción común? Efectivamente, nuestra unidad es un don que nos viene de Dios. Aún más, somos conscientes de que este don debemos buscarlo incesantemente en la humildad. El apóstol nos exhorta a orar sin descanso para que el Espíritu Santo se derrame nuevamente sobre nosotros y, por encima de todas nuestras divergencias, nos una con su soplo.


Oración

Señor, enséñanos a orar como Jesús ha enseñado a sus discípulos. Que podamos ser uno en la fe, en el amor y en el servicio como ellos mismos no tenían más que un solo corazón. Concédenos celebrar nuestra diferencia, alegrarnos en la diversidad y compartir de todo corazón las riquezas de nuestras respectivas oraciones. Haz que nuestra reunión en nombre de Jesús nos transforme, a fin de que seamos verdaderamente uno y el mundo crea en su presencia fiel. Amén.


DIA CUARTO

Del pasado al futuro: perdón y purificación de la memoria
No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mt 18,22)

Jon 3 Arrepentimiento de Nínive, la gran ciudad
Sal 51 (50) Una invitación a la misericordia
Col 3,12-17 Por encima de todo, revestíos del amor
Jn 8,1-11 Tampoco yo te condeno


Meditación

Reconocer los pecados del pasado, la gracia del perdón y el restablecimiento de la comunión son los temas presentes en estos textos. En sus relaciones mutuas, nuestras comunidades cristianas llevan todavía las huellas de un pasado marcado por la debilidad humana y el pecado. Ciertas heridas están en vías de curación, otras son todavía fuente de dolor y de división. La confrontación con el pasado puede ser difícil y exige un sincero examen de conciencia, como también de las personas y de las comunidades. Por ello, el camino que Dios quiso cumplir con nosotros fue para que seamos su pueblo elegido, y para que la paz de Cristo reine en nuestros corazones y entre nosotros.

Jonás exhorta a los habitantes de Nínive a conducirse honestamente, confesando su egocentrismo, su menosprecio del bien y sus actos de violencia. Dirige esta llamada a toda la ciudad y a todos sus habitantes. Cada uno debe convertirse de sus malos pensamientos y de la violencia que todavía hay en sus manos.

El Salmista implora el perdón de Dios, estando él mismo profundamente turbado por su pasado. Reconoce sus culpas y pide a Dios que no le abandone. Se siente también responsable de los otros y les indica el camino de la verdad y de una vida recta para que puedan, ellos también, reconciliarse con Dios.

Los escribas y los fariseos no ven en la mujer adúltera más que la caída y el pecado. La identifican con su pasado. Al mismo tiempo, rechazan reconocer su propio pasado y sus propios pecados. Jesús nos invita a no tirar más la primera piedra, a no condenar más y, finalmente, a no pecar más. Nuestra búsqueda de la unidad se fundamenta sobre esta llamada.

El perdón ya no se mide, es inagotable como el amor de Dios: hasta setenta veces siete. En su caminar ecuménico, nuestras comunidades están llamadas a dar testimonio de la misericordia de Dios en lo que ella tiene de infinito.


Oración

Dios de reconciliación, ayúdanos a superar las decepciones y la amargura que se han acumulado en nuestros fracasos y los pecados del pasado. Enséñanos tu perdón para que podamos con toda humildad buscar la reconciliación contigo y con nuestro prójimo. Fortalece en nosotros el amor de Cristo, fuente y garantía de la unidad de tu Iglesia. Amén.


DÍA QUINTO

La presencia de Dios entre nosotros: una llamada a la paz
El Señor está con nosotros (Sal 46)

1 Re 19,1-13a En un ligero susurro
Sal 46 (45) El Señor está con nosotros
Act 10, 9-48 Dios no hace acepción de personas
Lc 10,25-37 ¿Y quién es mi prójimo?


Meditación

Meditando los textos bíblicos que hablan de la presencia de Dios entre nosotros, encontramos las interpretaciones fuertes para nuestro camino ecuménico.

Como en tiempos de Elías, Dios no está en el huracán o en el temblor de tierra. Está en la discreción de una brisa ligera que se manifiesta en la presencia apacible y reconfortante.

La convicción del salmista debe animarnos: Dios es nuestra única fuerza. A ejemplo de un Dios que rompe los arcos y quiebra las lanzas, estamos invitados a poner fin a todo conflicto.

El episodio relatado en los Hechos de los Apóstoles nos invita a contemplar el Espíritu de Cristo resucitado actuando en el mundo. A imagen de un Dios que no hace acepción de personas, debemos aprender a superar las fronteras muy humanas.

La parábola del buen samaritano nos recuerda que no podemos ocultar la mirada cuando nos cruzamos con un hermano o una hermana despojados al borde del camino. ¿Cómo podríamos no sentirnos solidarios cuando una comunidad eclesial está en dificultad?


Oración

Reunidos en el nombre de Cristo Jesús, te rogamos, Padre: haznos descubrir tu presencia en este mundo y ayúdanos a discernir los caminos sobre los cuales tú nos quieres guiar en nuestra peregrinación ecuménica. A ti todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.


DÍA SEXTO

Ser misioneros en el nombre de Jesús
Vuestro Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños (Mt 18,14)

Dn 3,19-30 Testimoniar la fe
Sal 146 (145) Alabar a Dios, nuestro Salvador
Act 8,26-40 Felipe anuncia la buena noticia al eunuco etíope
Lc 10,1-12 Jesús envía a sus discípulos


Meditación

Encontramos hoy personas llamadas por Dios a testimoniar su fe. Sidrac, Misac y Abdénago creyeron fuertemente y de manera firme en Aquél que les salva. Su fervor, su ánimo y su testimonio común, en presencia de un grave peligro, convencieron al rey y a sus consejeros que su Dios es el único Dios verdadero. Su testimonio de fe permitió también reunir a los más temerosos de Israel. El pueblo de Dios se ve fortalecido y unido nuevamente en torno a su Dios.

El salmista canta alabanzas a Dios que viene en ayuda de su pueblo en numerosas circunstancias para que encuentre la seguridad y la salvación. El hecho de que Dios nos haya enviado a su Hijo confirma sumamente la preocupación constante que tiene de su pueblo: Jesús no reúne solamente a los que están débiles o extraviados; también atiende a sus discípulos que se comprometen apasionadamente, como misioneros en su nombre, a difundir la buena noticia del Reino de Dios.

En Felipe se refleja el entusiasmo de la Iglesia primitiva. El apóstol se aprovecha de todas las ocasiones que se le ofrecen para desempeñar la misión de Jesús.

Hoy, como discípulos de Cristo, estamos llamados a ser un pueblo misionero. El mensaje del Evangelio es siempre eficaz cuando los cristianos dan juntos testimonio de su fe. Ahora es nuestro turno llevar la buena noticia con todos nuestros semejantes. Estamos llamados a:



  • tener coraje ante la increencia;


  • quitar la comodidad que ofrece nuestra propia cultura y nuestra tradición religiosa;


  • encontrar nuevos métodos, innovadores, para proclamar la buena noticia de Jesucristo;;


  • estar entusiasmados y apasionados por nuestra fe común;


  • estar motivados por la compasión de Jesús para trabajar juntos aliviando los sufrimientos de nuestro mundo;


  • desafiar la injusticia en el mundo y ponerse al lado de los pobres.


  • De cara a un mundo en rápida evolución, los cristianos dan testimonio común del Evangelio abriéndose al mundo, pero también reuniendo a todos aquellos que están desunidos, para que ninguno de los más humildes esté abandonado a su suerte. ¡Tenemos, pues, una doble misión que cumplir!


    Oración

    Dios vivo, despierta en nosotros el deseo de ser un pueblo misionero. Ayúdanos a escuchar tu llamada y concédenos el coraje de dejarnos guiar por tu Espíritu. Que podamos congregar mediante nuestro testimonio común a los más necesitados, para que sean fuertes y en el mundo proclamen la buena noticia de tu reino. Amén.


    DÍA SÉPTIMO

    Reconocer la presencia de Dios en el otro: aceptar al otro en nombre de Jesús
    El que acepta en mi nombre a un niño como éste, a mí me acepta (Mt 18,5)

    Ex 3,1-17 La zarza ardiente
    Sal 34 El Señor salva a los abatidos
    Act 9,1-6 Yo soy Jesús, a quien tú persigues
    Mt 25,31-46 Jesús está presente en nuestro prójimo


    Meditación

    Cuando Dios anuncia que librará al pueblo de Israel de la esclavitud guiándole fuera de Egipto hacia un país que mana leche y miel, manifiesta su presencia a Moisés en medio de la zarza que el fuego no puede consumir. De este modo, el pueblo estaba seguro de la presencia del Dios de sus padres: “Yo soy el que soy”. Éste no era un Dios distante, indiferente, sino una Presencia y una Persona a quien le importaba la suerte del pueblo que había elegido.

    Más tarde, Dios tenía que confirmar la naturaleza de su ser en la persona de su Hijo, Jesucristo, que nos recuerda que debemos ser como niños pequeños si deseamos llegar al Reino de Dios. En el seno de la Iglesia o en la sociedad esto no puede ser en los que son arrogantes u orgullosos, que debemos buscar a Cristo en la inocencia de los niños pequeños (y de los que han llegado a ser como ellos en la inocencia y la humildad). Acogiéndolos entre nosotros, es a Cristo a quien acogemos. Jesús nos asegura una vez más la presencia de Dios entre nosotros. Cuando guardamos su palabra, cuando dos o tres se reúnen en su nombre y cuando los hombres y mujeres son perseguidos por su causa

    Como cristianos obedientes al mandamiento dado por Cristo en la última Cena (“haced esto en conmemoración mía”) podemos no estar de acuerdo sobre la naturaleza de la presencia de Jesús en su mesa, pero sobre todo estamos seguros de que está presente en nuestro corazón y en nuestro espíritu.

    Cuando damos de comer a los hambrientos, asistimos a los enfermos, visitamos a los presos, vestimos a los desnudos y abrimos nuestras puertas al extranjero, es también a Jesús a quien se lo hacemos y es, igualmente, a quien recibimos. El Consejo Ecuménico de las Iglesias fue fundado en 1948, en parte para responder a la necesidad urgente que experimentaban los cristianos de participar en la tarea de reconciliación y ayudar a los que sus vidas estaban destrozadas por la segunda guerra mundial. Este servicio ecuménico sigue siendo hoy día una gran urgencia.

    Paralelamente, los teólogos se esfuerzan por encontrar el camino capaz de llevarnos a una mayor unidad en la Iglesia. Además, la palabra “extranjero” es una palabra clave. Jesús nos dijo que deberíamos amar a nuestro prójimo en todas sus diferencias. Esta indicación muy clara que nos ha sido dada para reconocer al extranjero, el otro pertenece a Cristo mismo, representa un elemento fundamental del modo por el cual podemos animar y hacer avanzar la causa ecuménica. Si reconocemos la presencia de Cristo en el extranjero de otra tradición eclesial, no tenemos ninguna necesidad de tenerle miedo o de sus intenciones. Al contrario, podemos aprender de él y él de nosotros. De esta manera, es posible que progresemos en el camino de la unidad.

    Teniendo conciencia de la presencia constante de Jesús, reconocemos que Él es parte de nuestra vida. Él no es un personaje histórico que nos ha enseñado cómo debemos vivir sino que, gracias al Espíritu Santo, está presente y obra en el mundo de hoy.


    Oración

    Padre eterno, concédenos reconocer que tú estás presente entre nosotros de diferentes maneras, para que aumente nuestro deseo de llegar a una auténtica comunión en nuestras propias Iglesias y en la sociedad donde vivimos, y que nuestra oración por la unidad del cuerpo de Cristo, tu Iglesia, llegue a ser siempre más ferviente. En el nombre de Cristo te lo pedimos. Amén.


    DÍA OCTAVO

    Unidos en la esperanza
    Cuando llegue aquél día, comprenderéis que yo estoy en mi Padre; vosotros en mi y yo en vosotros (Jn 14,20)

    Ex 40,34-38 En cada etapa del camino, la nube del Señor estaba sobre el tabernáculo
    Sal 42 (41) Espera en Dios. Sí, yo lo alabaré
    Ap 21,1-6 Dios estará con ellos
    Jn 14,15-31 No os dejaré huérfanos


    Meditación

    Moisés condujo al pueblo de Israel por el desierto. Mientras lo atravesaban, Dios estaba bajo la forma de una nube durante el día, y durante la noche, y en ella había luz.

    El tema del salmo es el deseo vital y la esperanza de la comunidad de Dios realizada, que nos hará desaparecer todas las dudas y penas.

    El nuevo pueblo nacido del Evangelio es un pueblo peregrino, en camino hacia la plenitud de la vida, en la nueva creación donde Dios morará entre nosotros, secando todas nuestras lágrimas. La muerte no existirá más. El dolor y las divisiones serán superadas. No habrá más que una sola humanidad renovada y reunida en Dios.

    Hoy, nosotros recorremos juntos el mismo camino. Vivimos en la misma esperanza y pertenecemos al mismo Dios. En nuestra peregrinación no estamos huérfanos. Jesús no nos ha abandonado porque hemos recibido el Espíritu: el Espíritu de esperanza y de amor. Cristo nos ha dado la paz que nos anima y nos guía para que vivamos en el amor. Si amamos a Cristo, seremos fieles a su palabra.

    El tema de esta semana nos recuerda la promesa de Jesús: “Donde dos tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Con Jesús, Palabra eterna y viva de Dios entre nosotros, caminamos juntos en la esperanza. Nos podemos ayudar mutuamente para ser fieles a este compromiso. Por el poder del Espíritu, Jesucristo nos hará conocer cada vez más profundamente la nueva voluntad del Padre. En el seno del movimiento ecuménico, aspiramos a ser una comunidad reconciliada y reconciliadora; ella constituye un signo y una anticipación de la nueva creación futura. Con la gracia de Dios, hemos realizado esta peregrinación para vivir lo más posible desde hoy “en la tierra como en el cielo”.


    Oración

    Padre eterno, reunidos en nombre de Jesús, concédenos la certeza de que a pesar de todo la muerte no predominará, que nuestras divisiones cesarán, que no nos dejaremos vencer por el desánimo y que, en la esperanza, llegaremos a la plenitud de vida, de amor y de luz que tú has prometido a los que te aman y son fieles a tu palabra. Amén.


    ORACIONES SUPLEMENTARIAS DE LA TRADICIÓN IRLANDESA [1]


    Oh Rey del viernes (Antigua oración irlandesa)

    Oh Señor, cuyos miembros fueron extendidos sobre la Cruz,
    Tú, que sufriste contusiones, heridas, sufrimientos,
    nos pon







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