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Meditación sobre la Sta Faz del Arz.de Marsella
Contemplemos este Rostro, para que nuestros semblantes, transfigurados por el Señor, que es el Espíritu, sean su reflejo


Por: Robert Coffy | Fuente: Arz. de Marsella



Empezamos una meditaci?obre el Rostro del Se? alimentada por la Palabra de Dios, y recogiendo la herencia espiritual de Oriente, que enriquece la nuestra. Me dejo guiar en este punto por la contemplaci?el aut?ico Rostro de Dios, que nos entrega un pintor ruso de iconos, exiliado en Francia, Nicholas Greschny.

El rostro es misterio: El rostro se ve al mismo tiempo que nos ve, y es palabra y escucha. Aunque los ojos est?cerrados y sellados los labios, el rostro es invocaci?br>
El rostro es misterio: A trav?de ?que los corazones se reconocen y comunican y, siempre, en el respeto al secreto del otro. La mirada que el otro me env? la palabra que me dirige –y, hasta, la presencia silenciosa de su rostro- vienen de un lugar que no puedo identificar totalmente y, a?enos, alcanzar aunque se trate del rostro y de la palabra de mi amigo.

El rostro es misterio: No lo puedo conocer como se conoce un objeto. Puedo describir, analizar, medir y, hasta, someter o apropiarme de un objeto. Al rostro s?puedo acogerlo, y lo har?nicamente si lo reconozco como el rostro del otro que –comprometido en el mismo camino- lo transita de forma diferente a la m? Del otro que, a?xperimentando sentimientos parecidos a los m?, sigue constituyendo para mi un secreto.

Solo conozco un rostro SI ME ABRO A SU MISTERIO y yo mismo ME OFREZCO A EL como, tambi? misterio. Nunca lo conseguir?i trato de apropi?elo: en tal caso ya no es misterio y, s? objeto.

Trato de huir del rostro duro y amenazador, que quiere juzgarme y atraparme en mi falta, o que me mira como si fuera un objeto. En cambio me gusta acoger el semblante del ni?ue sonr?o que llora, el rostro de un hombre en peligro o que quiere compartir conmigo su alegr? el rostro del pobre que me pide o el del rico que quiere compartir. Es como la llamada que me dirige y espera una respuesta. Es en este sentido que el rostro es INVOCACI?: invitaci? s?ca y, por lo tanto, me siento responsable: le he de responder y he de responder de ?

-Dios del universo, renovadnos, hacednos ver la claridad de vuestra mirada, y seremos salvos (Ps 80,4)

-No me priv? de vuestra mirada, acudid enseguida,¡que estoy en peligro!

A estas aspiraciones del salmista DIOS HA RESPONDIDO y nos ha mostrado su Rostro y, ?e, es el Rostro de Jes?e Nazaret, que es Cristo y es el Se?.. Es el Rostro del Crucificado que perdona a sus verdugos y da la vida por la salvaci?el mundo, es el Rostro del Resucitado, irradiando la gloria del Padre que nos dar?ostros de resucitados.

La Santa Faz de Jes?irradiando en medio de la humillaci?aut?ico Rostro de Dios que nos visita, que implora mi mirada, mendigo de nuestro amor. Viernes Santo y Pascua: manifestaciones del Rostro de Dios.

El Rostro de Dios no es el de aquel que vigila y esp?para sorprender, ni el del juez que condena ni el del prepotente que carga sobre nosotros el yugo de su poder. Es el Rostro del pobre que se ofrece a nosotros para enriquecernos con su pobreza (2 Co 8,9). Eso quiere decir: para darse a nosotros y hacernos entrar en su comuni?SOMOS RESPONSABLES delante de este Rostro: le hemos de responder. Y somos responsables de este Rostro delante de los hombres.

Contemplemos este Rostro, para que nuestros semblantes, transfigurados por el Se? que es el Esp?tu, sean su reflejo (2 co 3,18).

La tradici?ristiana ha intentado trazar sobre la tela, la madera o la piedra los rasgos de este Rostro, para que esta contemplaci?acilite que tambi? nosotros lo reflejemos. En el origen de esta iconograf?encontramos ese misterioso rostro, el Mandylion, del que Nicolas Grescny nos explica la historia y su profundo significado.



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