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La manipulación a través del lenguaje (Parte 5)
Alfonso López Quintás nos ofrece una interesante serie de artículos en los que explora el tema de la manipulación; en esta emisión nos ofrece una serie de antídotos contra la manipulación.


Por: Alfonso López Quintás. Universidad Complutense. Madrid | Fuente: .



Antídoto contra la manipulación

La práctica de la manipulación altera la salud espiritual de personas y grupos. ¿Poseen éstos defensas naturales contra ese virus invasor? ¿Cabe poner en juego un antídoto contra la manipulación demagógica?

Actualmente, es imposible de hecho reducir el alcance de los medios de comunicación o semeterlos a un control eficaz de calidad. No hay más defensa fiable que una debida preparación por parte de cada ciudadano. Tal preparación abarca tres puntos básicos:

1) Estar alerta, conocer en pormenor los ardides de la manipulación.

2) Pensar con rigor, saber utilizar el lenguaje con precisión, plantear bien las cuestiones, desarrollarlas con lógica, no cometer saltos en el vacío. Pensar con rigor es un arte que debemos cultivar. El que piensa con rigor es difícilmente manipulable. Un pueblo que no cultive el arte de pensar con la debida precisión está en manos de los manipuladores.

3) Vivir creativamente. Lo más valioso de la vida sólo se lo aprende de verdad cuando se lo vive. Si tú, por ejemplo, prometes crear un hogar con otra persona y eres fiel a esa promesa, vas aprendiendo día a día que ser fiel no se reduce a tener aguante. Aguantar es la tarea de muros y columnas. El hombre está llamado a algo más alto, a ser creativo, es decir: a ir creando en cada momento lo que prometió crear. La fidelidad tiene un carácter creativo. Cuando el manipulador de turno te diga al oído: "No aguantes, búscate satisfacciones fuera del matrimonio, que eso es lo imaginativo y creador", sabrás contestar adecuadamente: 3Amigo, yo no intento aguantar, sino ser fiel, que es bien distinto". Lo dirás porque sabrás por dentro lo que es e implica la virtud de la fidelidad.


La movilización de un contraantídoto: la confusión de vértigo y éxtasis

Si tomamos estas tres medidas, seremos libres a pesar de la manipulación. Pero aquí surge un grave peligro: quienes desean dominarnos están poniendo en juego un contraantídoto, que consiste en confundir dos grandes procesos de nuestra vida: el de vértigo y el de éxtasis. Si caemos en esta trampa, perderemos definitivamente la libertad.

El vértigo es un proceso espiritual que comienza con la adopción de una actitud egoísta. Si soy egoísta en la vida, tiendo a considerarme como el centro del universo y a tomar cuanto me rodea como medio para mis fines. Cuando me encuentre con una realidad -por ejemplo, una persona- que me atrae porque puede saciar mis apetencias, me dejaré fascinar por ella.

Dejarse fascinar por una persona significa dejarse arrastrar por la voluntad de dominarla para ponerla a mi servicio. Cuando estoy en camino de dominar aquello que enardece mis instintos, siento euforia, exaltación interior.

Me parece que voy a adquirir una rápida y conmovedora plenitud personal. Pero esa conmoción eufórica degenera inmediatamente en decepción, porque, al tomar una realidad como objeto de dominio, no puedo encontrarme con ella, y no me desarrollo como persona.

Recordemos que el hombre es un ser que se constituye y desarrolla a través del encuentro. Esa decepción profunda me produce tristeza. La tristeza acompaña siempre a la conciencia de no estar en camino de desarrollo como persona. Esa tristeza, cuando se repite una y otra vez, se hace envolvente, asfixiante, angustiosa. Me veo vaciado de cuanto necesito para ser plenamente hombre. Al asomarme a ese vacío, siento vértigo espiritual, angustia.

Si el sentimiento de angustia es irreversible porque no soy capaz de cambiar mi actitud básica de egoísmo, la angustia da lugar a la desesperación: la conciencia lúcida y amarga de que tengo todas las salidas cerradas hacia mi realización personal.

Un joven estudiante se esforzó un día en convencer a una amiga drogadicta de que se estaba destruyendo. Ésta le interrumpió y le dijo con desaliento: "No te canses. Sé perfectamente que estoy bordeando el abismo. Lo que pasa es que no puedo volver atrás, que es bien distinto". Esta conciencia de no tener salida es la desesperación.

La desesperación lleva rápidamente a la destrucción, la propia o la ajena, la física o la moral.

(Digamos entre paréntesis que este proceso se refiere a quienes en perfecto estado de salud se entregan al afán de poseer lo que encandila las propias apetencias, no a quienes sufren algún tipo de depresión por causas fisiológicas.)

Sobrevolemos lo dicho. El vértigo no te exige nada al principio, te lo promete todo y te lo quita todo al final. El vértigo te llena de ilusiones y acaba convirtiéndose en un iluso.

Veamos ahora el proceso opuesto: el de éxtasis o creatividad. Si no soy egoísta, sino generoso, no reduzco cuanto me rodea a medio para mis fines. Yo soy un centro de iniciativa, pero tú también. Por eso te respeto en lo que eres y en lo que estas llamado a ser.

Este respeto me lleva a colaborar contigo, no a dominarte. Colaborar es entreverar mis posibilidades con las tuyas. Y este entreveramiento es el encuentro. Al encontrarme, me desarrollo como persona y siento alegría.

Esta alegría, en su grado máximo, se llama entusiasmo. A mí me entusiasma encontrarme con realidades que me ofrecen tantas posibilidades de actuar creativamente que me elevan a lo mejor de mí mismo. Esa elevación es el éxtasis. Cuando me siento cercano a la realización de mi vocación más profunda, experimento una gran felicidad interior

Esta felicidad me lleva a la edificación de mi personalidad, de la mía y de la de quienes se han encontrado conmigo. He aquí un dato decisivo: El proceso de éxtasis o encuentro crea vida de comunidad. El proceso de vértigo la destruye.

El éxtasis es un proceso espiritual que al principio te lo exige todo, te lo promete todo y te lo da todo al final. ¿Qué es lo que exige al principio? Generosidad. No encontrarás ni una sola acción que sea creativa en deporte, en vida de relación, en vida estética o religiosa que no lleve en su base alguna dosis de generosidad. Si eres egoísta en la práctica del deporte, reducirás tu juego a mera competición, que es una de las formas del vértigo de la ambición. Tomarás a los compañeros de juego como medios para tus fines. No fundarás unidad sino disensión, y engendrarás violencia.


Están a la vista las consecuencias del vértigo y el éxtasis:

·El vértigo anula poco a poco la creatividad humana -porque imposibilita el encuentro, y toda forma de creatividad se da en el hombre a través de la fundación de modos diversos de encuentro-, amengua al máximo la sensibilidad para los grandes valores, hace imposible la fundación de modos elevados de unidad.

·El éxtasis, por el contrario, incrementa la creatividad, la sensibilidad para los grandes valores, la capacidad do unirse de forma sólida y fecunda con las realidades del entorno.


Ahora podemos responder lúcidamente a la pregunta que dejamos antes pendiente. Decíamos que el tirano domina a los pueblos reduciendo las comunidades a meras masas. Lo hace amenguando la capacidad creadora de cada una de las personas que constituyen tales comunidades.

Este empobrecimiento de las personas se consigue orientándolas hacia las diversas formas de vértigo no hacia las de éxtasis. Para ello el demagogo manipulador confunde ambas formas de experiencia, y dice a las gentes, sobre todo a los jóvenes: "Os concedo todo tipo de libertades para realizar experiencias exaltantes de vértigo. Esa exaltación es la verdadera forma de entusiamo, y conduce a la felicidad y la plenitud".

Si caemos en esta trampa artera, no tenemos futuro como personas. Vértigo y éxtasis son polarmente opuestos en su origen -que es la actitud de egoísmo, por una parte, y de generosidad, por otra- y son diversos en sus fines: El vértigo tiende al ideal del dominio y el disfrute; el éxtasis se orienta al ideal de la unidad y la solidaridad.

Confundir ambos tipos de experiencias significa proyectar el prestigio secular de las experiencias que los griegos denominaban "éxtasis" -elevación a lo mejor de uno mismo- sobre las experiencias de vértigo y dar una aparente justificación a las prácticas que conducen al hombre a formas de exaltación aniquiladora.

Nuestra voluntad de supervivencia como seres personales nos lleva a preguntar si hay un antídoto contra la confusión de vértigo y éxtasis. Por fortuna, lo hay, y se basa en la convicción de que el ideal lo decide todo en nuestra vida.

Somos seres dinámicos, debemos configurar nuestra vida conforme a un ideal; tenemos libertad para tomar un ideal u otro como meta de la existencia, impulso y sentido de nuestro obrar, pero no podemos evitar que el ideal del egoísmo y el dominio nos exalte primero y nos destruya al final, y que el ideal de la generosidad y la unidad nos exija al principio un gran desprendimiento y nos dé al final la plenitud.

El hecho de orientar la vida hacia este ideal plenificante nos impulsa a elegir en cada momento lo más adecuado a nuestro verdadero ser. Esta libertad interior nos inmuniza en buena medida contra la manipulación.


La configuración de un Nuevo Humanismo

Una vez que recuperemos el lenguaje secuestrado por los manipuladores y ganemos libertad interior, podemos abordar con garantía de éxito la gran tarea que tiene ante sí la Humanidad actual: dar vida a una nueva forma que asuma los mejores logros de la Edad Moderna y supere sus deficiencias, las que provocaron dos hecatombes mundiales.

Esta tarea, que en lenguaje religioso se está llamando "reevangelización", sólo podrá llevarse a cabo si vamos a la raíz de nuestro obrar. La raíz es el ideal que nos mueve.

Desde el período de entreguerras se pide en Europa un cambio en el estilo de pensar, de sentir y actuar. Ese cambio no se ha realizado. De ahí el desconcierto y la apatía de la sociedad contemporánea. Es hora de abandonar la indecisión y poner las bases de una concepción de la vida aquilatada, más ajustada a la condición verdadera del ser humano.

Ello requiere tener la valentía de optar por el ideal de la generosidad, la unidad, la solidaridad. Ese ideal -y la cultura a él correspondiente- tiene una antigua y prestigiosa tradición en Europa, pero, frente a la época anteriores a la nuestra, se nos presenta como algo novedoso.

Si lo asumimos animosamente, sin restricción alguna, veremos nuestra vida colmada de alegría, pues, como bien decía el gran Bergson, "la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado" [4] . Y no hay mayor triunfo que el crear modos auténticos de unión personal.

Que esta tarea creativa se lleve a cabo en la sociedad actual depende en buena medida de los medios de comunicación. Un día y otro, con el poder de persuasión que ejerce la insistencia, los "medios" abren ante el hombre actual dos vías opuestas: la vía de la creatividad y la edificación cabal de la personalidad, y la vía de la fascinación y el desmoronamiento de la vida personal.

Cuando se habla de manipulación, se alude a una forma de abuso de los medios de comunicación que tiende a encaminar a las gentes por una vía destructiva.

Cabe, sin embargo, otra forma de uso que asuma todas las posibilidades de tales medios y les confiera una honda nobleza y una gran fecundidad. Sólo cuando las gentes se orienten por esta vía tendrán garantizada su libertad en el seno de los regímenes democráticos, que -bien está recordarlo- no generan libertad interior automáticamente.



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Comentarios al autor







[4] Cf. L1energie spirituelle, PUF, París 321944, p. 23







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