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La Iglesia particular, hogar de catequistas
Palabras de saludo y de introducción de Su Em. Rev.mo el Señor Cardenal Darío Castrillón Hoyos Prefecto de la Congregación para el Clero.


Por: Cardenal Darío Castrillón Hoyos | Fuente: Conferencia Catequ?ica Europea





Conferencia Catequística Europea

La Iglesia particular es el lugar privilegiado de la catequesis, como anuncio y testimonio inculturado del ministerio de Cristo.

En sintonía con los reiterados y vibrantes reclamos del Santo Padre dirigidos a todo el Pueblo de Dios, para que en la Iglesia revitalice, con las palabras y con el ejemplo, una extensa y profunda catequesis radicada en Cristo, también nosotros nos sentimos llamados y sacudidos "a continuar, bajo la guía del Espíritu Paráclito, la obra misma de Cristo, quien ha venido en el mundo a dar testimonio de la verdad, a salvar y no a condenar, a servir y no a ser servido" (Gaudium et spes, n. 3)

Refiriéndose al Viejo Continente, San  Juan Pablo II, mediante su Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa del 28 junio 2003, escribió que es necesario que las comunidades cristianas se activen para proponer una catequesis apta a los distintos itinerarios espirituales de los fieles en las diferentes edades y condiciones de vida, anticipándose también con formas adecuadas de acompañamiento espiritual y de redescubrimiento del propio bautismo. Fundamental punto de referencia en tal compromiso será, obviamente, el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. n. 50).

En este sentido, sobre el surco fecundo trazado por el Ministerio perenne de la Iglesia y, en manera particular, por los Documentos del Concilio Vaticano II, la Congregación para el Clero quiere ofrecer, hoy, una ocasión particular para profundizar la reflexión teológica sobre la Iglesia particular que es signo eficaz del anuncio y del testimonio del Evangelio en el territorio.


"Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor, compadecido de ti, ha hecho contigo" (Mc 5, 19). La invitación de Cristo al hombre liberado del poder del demonio solicita la Iglesia particular cual espacio doméstico de testimonio de la Verdad.


Las distintas intervenciones de los ilustres Profesores y Formadores Catequísticos nos recuerdan que el inicio y el centro de cada catequesis es el misterio pascual de Cristo (cfr. Cor 15, 3-4), el proyecto salvador de Dios en la historia de la Kenosis-exaltación del Verbo encarnado (cfr. Fil 2, 6-11), proyecto que constituye el anuncio primitivo de la fe que el mismo Pablo, Apóstol de las gentes, ha recibido mediante los testimonios de la primera hora.

Comprenderemos mejor que la relación con la tradición apostólica viviente es vital para cada catequesis, cuyo mensaje responde a dos exigencias fundamentales: fidelidad a la Verdad y proximidad de la "buena noticia" al destinatario a quien la Palabra llega en el "idioma nativo" del hombre, es decir en el contexto vital de la situación territorial concreta y particular de la persona humana.


Sobre el camino catequistico que conduce cada fiel de la Diócesis al encuentro personal con Cristo.


En esta perspectiva, el primer Informe de Italia pondrá en relieve que la evangelización de la cultura y la inculturación del Evangelio son parte integral de la catequesis y que constituyen uno de los deberes esenciales de las Iglesias particulares. Será evidenciado que cada Diócesis está llamada a manifestar su rostro catequístico aceptando la valiente elección de servir en primer lugar a todos los creyentes, en los distintos momentos y lugares en los que ellos exprimen su fe. En este sentido, sobretodo las parroquias, y también los nuevos movimientos eclesiales presentes en la Iglesia particular, serán verdaderas comunidades de fe si mantendrán relaciones directas de catequesis con todos los fieles de aquella porción del Pueblo de Dios confiada al propio Obispo, colaborando con él en plena sintonía.


Además, con espíritu misionario, nada en la vida de los hombres, cristianos o no cristianos, partícipes de la vida de la comunidad o a sus márgenes, será dejado de lado o resultará indiferente al conocimiento y a la presencia discreta y activa de la Iglesia particular, hecha de compartir, de solidaridad y de ayuda.


En este sentido, la catequesis no resulta simplemente una actividad más entre los tantos caminos recorridos por la Diócesis en la evangelización, sino bien representa una "obra de justicia" única y fundamental. Como afirma el Concilio Vaticano II en la Lumen gentium: "todos los fieles tienen el derecho de recibir abundantemente de los sagrados pastores los bienes espirituales de la Iglesia, sobretodo las ayudas de la palabra de Dios y de los sacramentos" (LG n. 37).


Se lee al respecto en la reciente Exhortación apostólica Pastores gregis de San Juan Pablo II: "En el ámbito de la catequesis es evidente que el Obispo es el catequista por excelencia... Por esto es deber del Obispo asegurarse en la propia Iglesia particular la prioridad efectiva de una catequesis activa y eficaz. El mismo, es más, debe ejercitar su dedicación mediante intervenciones directas destinadas también a suscitar y conservar una auténtica pasión por la catequesis" (n. 29).


Sobre esta línea, la nueva edición del Directorio General para la Catequesis del 15 de Agosto 1997, a propósito de los destinatarios de la actividad catequística, releva y presenta con eficacia la necesidad y el derecho de cada creyente y de la comunidad de recibir una catequesis válida (cfr. DGC nn. 167-168). Obispos y Presbíteros, si descuidaran o minimizaran esta "obra de justicia" no dejarían de lado solo una actividad pastoral, sino que faltarían a un deber preciso - que nace justamente del sacramento recibido - al cual corresponde un derecho igualmente preciso, que necesita de no ser herido. Espero que resuene siempre en el corazón y en la mente de cada sacerdote la súplica que Pablo escuchó en la visión de Macedonia: "Ayúdanos" (At 16, 10).

Hoy recordaremos también que el desafío de la catequesis no puede ser enfrentado adecuadamente si no se hace pié sobre el deber profético, propio de todos los bautizados, que, de los nuevos areopagos del continente europeo, están llamados a testimoniar la Verdad en el mundo de la política y de la economía, en el mundo del arte, en cada expresión pluriforme y noble, en el mundo de la comunicación y de la investigación científica, en el mundo de la informática y con todos los medios honestos y congruos a disposición, para saldar aquella fractura entre el Evangelio y aquella cultura que es generadora de graves daños en la sociedad civil y en la Iglesia.

No por último, en la profundización de algunos aspectos de la misión catequética de la Iglesia, descubriremos que la catequesis parroquial hace de la familia el lugar esencial de su acción formadora, promoviendo tantas formas y modalidades de catequesis: la iniciación cristiana para el recibimiento de los sacramentos dirigida a los niños, la preparación de los jóvenes al matrimonio y de los esposos a la espera y a la educación de los hijos, una formación doctrinal más profunda a favor de los ancianos, el recibimiento en la fe del sufrimiento y de la enfermedad a favor de los enfermos; es decir una catequesis permanente que no se limita a la formación de los niños sino que acompaña el camino cristiano hasta la plena madurez, otorgando a todos la vocación universal a la santidad.

 

 

 

 



 

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