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Cristiano de hoy

Mar adentro
Meditación. Vivir con pasión el presente


Por: Enrique Cases | Fuente: Catholic.net



Después del jubileo nada será igual, ha dicho el Papa después de la fiesta de Epifanía en que ha concluido este año tan lleno de sucesos que debemos asimilar. Es natural que después de una época de gran actividad venga como un decaimiento, o cansancio, por lo mucho que se ha hecho, como al finalizar una dura tarea; pero Juan Pablo II no ceja y pone a la Iglesia ante el reto de un nuevo milenio que comienza. Ninguno de los que hemos empezado el siglo XXI llegaremos al final del milenio, pero todos dejaremos huella en los años que nos siguen. El Papa anima a vivir con intensidad estos años, pues se cumplirán los decretos salvadores de Dios con los hombres, pero no sin nosotros.

La carta Novo Millenio ineunte comienza y acaba con una frase de Jesús pronunciada poco antes de la primera pesca milagrosa: remad mar adentro y utiliza la versión latina de duc in altum. Poco podían pensar aquellos pescadores, incipientes discípulos, que tras su obediencia y su generosidad vendría el milagro de la pesca abundante y su seguimiento definitivo al Maestro. “Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: « Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre » (Hb 13,8)”(NMI 1).

Pienso que este remad mar adentro tiene muchas interpretaciones, pero se puede unir a la frase inicial del pontificado de Juan Pablo II que ha repetido muchas veces: “No tengáis miedo”. Pues se trata de adentrarse en situaciones que parecen difíciles y tumultuosas, pero a las que se puede transformar, con la gracia de Dios, en fuente de bien y de salvación. Se trata de decidirse de verdad en la lucha por la santidad, sin miedos ni cobardías, con todo lo que lleva consigo de generosidad, de fe, de confianza, de amor. Se trata de ser almas de oración, con oración continua en medio del mundo, si Dios nos concede ese gran don. Se trata de sembrar el mundo de paz y de alegría a través de un apostolado comprometido, de santificar los caminos divinos de la tierra: la familia, la sociedad civil, los estados, las ocupaciones profesionales, la diversión, y hasta el descanso. Se trata de llegar a nuevos ambientes y culturas sin evangelizar en un mundo globalizado en algunos aspectos, pero aún no en la llegada del mensaje de Cristo. Se trata de recrear una nueva cultura sanada de los orgullos humanos y abierta a la verdad. Se trata de crear la civilización del amor tantas veces predicada.

Remar para adentro llevará a que se repita la eficacia pescadora de los primeros. Recordemos las palabras de Juan Pablo II al final de su carta apostólica: “¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos. ¿No ha sido quizás para tomar contacto con este manantial vivo de nuestra esperanza, por lo que hemos celebrado el Año jubilar? El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: « Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19). El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5)” (NMI 58).







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