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Cristiano de hoy

La abnegación, camino de formación
meditación. Lucha, trabaja, sacrifícate


Por: P. Antonio Izquierdo | Fuente: Catholic.net




Al profeta Jeremías le tocó vivir el momento más difícil en la historia del pueblo de Israel: el momento en que Jerusalén fue atacada por las tropas babilónicas, asediada y, después de un tiempo, tomada. El profeta Jeremías, siguiendo la voz de Dios, iba diciendo lo que debían hacer y nadie le hacía caso; más aún, lo maltrataron y lo metieron en un pozo encenegado. El profeta Jeremías sufrió mucho y sufrió por ser fiel a la palabra de Dios, a la revelación de Dios. Que los hombres sufran, es una realidad de todos los días; que tengan la actitud de Jeremías, ya es otra cosa.

En el cristianismo Jesucristo primero y después la Iglesia no han cesado de hablar de sufrimiento, de cruz, de renuncia de nosotros mismos para poder vivir como auténticos cristianos. Jesucristo dice en el Evangelio: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, que tome su cruz de cada día y que me siga".

Es a los discípulos a quienes Jesucristo dirigió primeramente estas palabras: "Si tú, Pedro, quieres seguirme, niégate a ti mismo". Esto le debió costar a Pedro, y que no lo entendía muy bien lo vemos en el Evangelio. Pedro aparece orgulloso, queriendo sobresalir, fanfarrón...Y Jesucristo: "Si quieres seguirme, Pedro, niégate a ti mismo". Después de la confesión mesiánica, viendo que ya los apóstoles habían entendido que él era el Mesías, Jesús les comienza a decir que va a tener que sufrir, ser maltratado y morir en la cruz. Eso a Pedro no le parece y le dice a Jesús: "Jamás sea eso contigo, Señor". ¡Quiere darle una lección a Jesucristo de cómo debe comportarse! Jesucristo llamó a Pedro ´satanás´, nombre que jamás dio a ningún otro.

A Juan lo suelen representar joven y modosito. Pero el Evangelio lo llama ´hijo del trueno´. ¡Debió tener un carácter tremendo! Cuando los samaritanos no los quisieron recibir, él y su hermano Santiago, le dicen a Jesús: "Señor, ¿quieres que mandemos fuego sobre éstos?". Respuesta de Jesús: "No sabéis lo que estáis diciendo".

También fue invitando oportunamente a abnegarse a sí mismos a otros discípulos, a todos. Tomás era un racionalista, y un empirista. "Si no veo, no creo", decía. Y Jesús: "Niégate a ti mismo, cree aunque no veas". Felipe no había sido capaz de ver en Jesucristo a Dios. Jesús le dice: "Quien me ve a mí, ve a mi padre". Como si le dijera: "Vence tu sensibilidad, edúcala para que a través de tu sensibilidad des el salto a la fe". Jesús pasó tres años formando a los discípulos, mediante la palabra y el ejemplo.


La abnegación, camino de formación

La formación no termina a los veintidós o veinticuatro años. Tal vez, eso era factible en el pasado, hoy hay que estar en una continua formación. La vida ordinaria es un constante estar formándonos a nosotros mismos, y es precisamente por eso un constante ejercicio de abnegación.

¿Qué significa formarse? Significa adquirir una forma. ¿Cuál es nuestra forma? Nuestra forma es el ideal humano y cristiano, el humanismo cristiano. Esa forma la tenemos que estar día a día adquiriendo, perfeccionando. Y eso exige abnegarnos.

Hoy en la educación familiar, escolar, en la misma mentalidad común, se piensa y se actúa como si formar fuese dejar que el niño o el adolescente sigan su inclinación natural. ¿Para qué decirle: "Esto no se debe hacer"? ¿Por qué ponerle trabas?... ¿Qué es lo que resulta? Que el concepto de abnegación y sobre todo la realidad de la misma se están perdiendo. Es una pena, porque el que no sabe negarse a sí mismo no tiene voluntad. Si ha hecho siempre lo que quiere y querrá hacer siempre lo que quiera, cuando en la vida tenga que enfrentarse con alguna dificultad, no sabrá qué hacer y se derrumbará. La falta de abnegación produce hombres débiles, mujeres débiles. Esa es la pena y la desgracia de una educación que no tiene en cuenta la abnegación, como un elemento importante en el formación del hombre y de la mujer.


Algunos campos para el ejercicio de la abnegación

1.-La disciplina:

La disciplina existe en la casa, en la escuela o en la universidad, en el deporte, en cualquier institución...Toda disciplina nos pide negarnos, aunque sea en pocas cosas. Se trata de la disciplina externa, pero existe una disciplina interior que es la disciplina de nosotros mismos. Disciplinar nuestros deseos, nuestras pasiones, nuestros sentimientos, nuestra afectividad, nuestros pensamientos, nuestra imaginación. Esa disciplina interna exige abnegarnos mucho más. Quien se abniega, va adquiriendo la facilidad para la disciplina, va formando el hábito. Santo Tomás dice que un hábito es el modo normal, frecuente, ordinario que lleva a la facilidad de aquello que nos proponemos. Si tengo el hábito de obediencia, por ejemplo, no tengo que hacer un esfuerzo titánico en cada acto de obediencia.

Los hombres han inventado grandes cosas, tenemos que estarles muy agradecidos. Pero hay también esos inventos pequeños, insignificantes, que tanto han facilitado al hombre la vida y el trabajo ordinario: el papel aluminio, el bolígrafo bic, el plástico... Son pequeños inventos, que nos parecen lo más natural, y por eso no los valoramos, ni pensamos en ellos. Nos puede suceder en la disciplina lo mismo: Que a las cosas importantes, a las cosas "gordas" de la disciplina les demos valor...Pero de los pequeños detalles ni nos demos cuenta, ni les prestemos atención porque no los valoramos. Tenemos que valorar esas pequeñas disciplinas de cada día.

2.-El frenesí o hiperactivismo.

Hiperactiva es esa persona que no piensa, sino que hace; y haciendo cosas sin pensar, con frecuencia las hace mal. ¡Lo importante no es pensar sino hacer! En la vida personal, en la formación, en la vida familiar, tenemos el tremendo peligro de caer en el activismo. No está mal hacer el bien, hacer cosas, sino el frenesí en hacerlas. Y es ese frenesí el que nosotros tenemos que sacrificar. No convirtamos el frenesí en un pequeño ídolo. Inmolemos la inclinación temperamental al frenesí en aras de la serenidad. Hacer el bien, pero hacerlo con serenidad. Los hiperactivos, por el contrario, fabrican cosas, montan cosas, se agitan, no paran, pero no hacen sino multiplicar sus nervios y los de los que les rodean.

Para conseguir esa abnegación del activismo, quisiera leerles cinco consejos para la serenidad:

A. Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver los problemas de toda la vida.
B. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido
creado para la felicidad no sólo en el otro mundo sino también en éste.
C. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
D. Sólo por hoy me haré un programa detallado y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
E. Sólo por hoy creeré firmemente, aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

3.-El realismo:

Es algo de lo que necesitamos constantemente echar mano en nuestra vida. El joven, por naturaleza misma de la juventud, es idealista, y es muy bueno tener grandes ideales. Pero al mismo tiempo el idealismo tiene que estar conjugado con un grande sentido de la realidad.

A veces corremos el peligro de vivir soñando. El otro día leí en una revista "Consejos para cambiar el mundo". Después de dar muchos que podían ser discutibles, aportaba uno que me pareció imprescindible: "No critiques, no sueñes, haz algo". Ahí está el realismo. Los jóvenes critican a los mayores: "¡Cosas de viejos!". ¿Quieres cambiar el mundo? ¿Quieres cambiar la Iglesia? ¿Quieres cambiar a los cristianos? "No critiques, haz algo". Criticar es fácil, construir es más difícil.

Ser realista y ponerse a construir exige negarnos a nosotros mismos. No critiques, no sueñes un futuro utópico. Lucha, trabaja, sacrifícate en el yunque del presente para mejorar el futuro. Es verdad que conviene soñar un poco, pero no mucho. Sobre todo si se queda uno en el sueño y no se baja a la realidad de la vida. "Sueña, pero haz algo, lucha, trabaja, sufre, ama, entrégate".

Vivamos la virtud de la abnegación con alegría. La abnegación jamás nos debe poner tristes. Hemos de aceptarla y vivirla con valentía, con atrevimiento, con gozo interior.

 

 

 

 



 

 

 

 

 



 

 







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