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Cristiano de hoy

Hacer y padecer injusticia
Meditación. ¿Es mejor sufrir la injusticia o cometerla?


Por: Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net



Es bueno ser justo y no sufrir ninguna injusticia. Es terrible ser injusto y, además, sufrir injusticias. Seguramente en esto estamos de acuerdo. Sin embargo, resulta más difícil determinar qué sea mejor: ser justo y padecer injusticias, o ser injusto y no sufrir ninguna injusticia.

Para quien considera que lo mejor es no sufrir nunca, a cualquier precio, podrá ser aceptable el cometer de vez en cuando alguna injusticia con tal de evitar el convertirse en víctima de las injusticias de otros. Si por conservar un puesto de trabajo ganado honradamente uno "necesita" hacer alguna trampa, aunque perjudique al jefe o a algunos compañeros, no son pocos los que aceptan esa trampa, a pesar de que, en su corazón, algo les diga que no todo va bien.

En cambio, ¡qué extraña resulta, muchas veces, la actitud de quien está dispuesto a perderlo todo con tal de mantenerse en sus principios! Para él, la justicia vale más que la propia vida. No tiene miedo a ser abandonado por los amigos, a ser despedido del trabajo, a verse criticado por el esposo o la esposa. Sabe que nunca se puede hacer el mal, cometer una injusticia, y acepta todos los riesgos con tal de ser fiel a su conciencia.

De nuevo, la pregunta, ¿es mejor sufrir la injusticia o cometerla? En un mundo global esta pregunta puede significar, por ejemplo, perder la competividad de una fábrica, o quedar fuera de una brillante carrera médica, o ser excluido de un puesto en los tribunales, en el ejército o en la administración pública. La tentación de una pequeña trampa es tan fuerte que muchos, muchos, ceden. Sin embargo...

También a nivel de la vida cotidiana los conflictos se presentan con toda su agudeza. Una madre joven, con niños pequeños, que vive la angustia de la pobreza porque su marido se emborracha, puede sentir la tentación de un ingreso fácil de dinero. Seguramente pensará que todo se hace para el bien de los niños, y quizá encuentre a un "amigo" que por un poco de dinero "compra" unos momentos de la vida de esta mujer angustiada. De nuevo, la pregunta: ¿es mejor ser madre pobre y esposa honrada, a pesar de las traiciones del marido, o madre "menos pobre", que pueda dar algo más a sus hijos, con un dinero ganado a costa de "venderse" y perder la fidelidad a la propia conciencia?

No siempre es fácil establecer el límite entre lo justo y lo injusto, entre lo éticamente correcto y lo que implica cometer un mal que hiere profundamente a la conciencia. Pero siempre será necesario intentar hacer el bien, vivir la justicia.

Hace 2400 años Sócrates fue acusado ante el tribunal de Atenas. Tenía 70 años. Sus acusadores pidieron contra él la pena de muerte. Y ganaron el juicio. Los amigos de Sócrates le prepararon una fuga rápida: todo estaba listo, la barca, el dinero, el lugar donde se podría esconder lejos del odio de sus enemigos. Sócrates rechazó la propuesta. Prefirió aceptar una condena injusta que no mancharse con la cobardía de quien huye y busca un poco más de vida a costa de traicionar a su conciencia. Valía más, para él, la muerte con honra que la vida del fugitivo y del cobarde. Sabía que era inocente, pero el modo para luchar contra una condena injusta no era el fugarse de la cárcel, sino el pedir la revisión judicial de la condena. Se quedó entre los barrotes, y el día previsto aceptó la ejecución.

Sócrates es, para unos, el ejemplo de un perdedor, de un hombre agarrado a sus convicciones y fracasado por no saber entrar en los mecanismos de la "lucha por la vida". Sócrates, para otros, es el ejemplo de la fidelidad a la conciencia, aunque esto implique la ruina personal. Es un testimonio del valor de la verdad y la justicia. Lo son todos los hombres y mujeres que han sabido morir por defender sus ideales y la justicia en un mundo en el que, por desgracia, muchas veces se impone la ley de la utilidad sobre los principios de la verdad y del bien.

En el milenio que inicia, la figura de Sócrates vuelve a repetirnos, con el sello de su sangre, que "es mejor padecer la injusticia que cometerla". Una afirmación que horroriza a muchos promotores de la victoria a cualquier precio. Una afirmación que llena de esperanza a los millones de víctimas de todos los siglos que han sido fieles a sus conciencias. Porque en la otra vida el verdadero perdedor será el que aquí fue injusto, mientras que el derrotado en la tierra será quien reciba la corona de la vida.







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