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Murmurar es difundir defectos
Todo ser humano tiene derecho a su buena fama, pues nadie ha d ser tenido por malo hasta que sea evidente que lo es. Por eso la injusta difamación de una persona es un pecado contra la estricta justicia, y obliga, en conciencia, a...


Por: Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte




4. Murmurar es difundir defectos del prójimo en su ausencia.

«El derecho a la buena fama es natural en el hombre.

Todo ser humano tiene derecho a su buena fama, pues nadie ha d ser tenido por malo hasta que sea evidente que lo es. Por eso la injusta difamación de una persona es un pecado contra la estricta justicia, y obliga, en conciencia, a restituir»58 .

En materia de murmuración es posible llegar a pecado grave si se quita la fama, aunque las cosas que se dicen sean verdaderas, si son graves y no son públicas; a no ser que haya causa que lo justifique, como sería evitar un daño.

Además, muchas veces, después, no se puede restituir bien la fama que se ha quitado.

Pasa como cuando se derrama un cubo de agua, que nunca se puede recoger de nuevo toda el agua.

Quien con sus preguntas, interés, etc., induce eficazmente a otro para que difame injustamente al prójimo, peca, grave o levemente, contra la justicia, según la gravedad de lo que se diga.

Quien al oírlo se alegra, peca contra la caridad.

Quien pudiendo impedirlo, no lo hace, peca si es un superior: por ejemplo, el padre en la familia.

Un igual generalmente no tiene obligación de impedirlo, al menos obligación de pecado grave.

Y si prevé que su intervención sólo ha de servir para empeorar la cosa, es mejor no decir nada; pero desde luego, tampoco puede dar muestras de aprobación a la falta.

Se puede mostrar desagrado guardando silencio, no prestando atención, e incluso defendiendo o excusando al prójimo, si esto no es contraproducente.

Dice San Bernardo: «La lengua es una lanza que de un solo golpe atraviesa tres personas: la que murmura, la que escucha y aquella de quien se murmura»59 .

Hay personas que tienen el mal gusto de estar siempre revolviendo los defectos de los demás: se parecen a los escarabajos peloteros.

En cambio, en una ocasión oí este elogio de cierta persona: «Siempre habla bien de todo el mundo». ¿Verdad que esto segundo es mucho más bonito?

Siempre que puedas, elogia lo digno de elogio.

A todo el mundo le gusta verse estimado.
Y, además, todos tienen derecho a que se les reconozcan sus méritos. Hay que saber ver el lado bueno de las cosas.

Ante media botella, uno se entristece porque está medio vacía; pero otro se alegra porque todavía le queda media botella.

Una persona a quien estaban criticando de otra pidió una hoja de papel y en el centro puso un punto.

Entonces preguntó a la criticona:
- ¿Tú qué ves aquí?
- Un punto negro.
- Pues yo veo una hoja blanca.

No deberíamos hablar mal de nadie. A no ser con causa justificada, como sería al aconsejar a otro, prevenirle, etc. No es falta de caridad atacar al lobo, sino caridad con las ovejas.

Eso de «piensa mal y acertarás», aunque a veces dé resultado, es muy poco cristiano.

Es mil veces mejor esto otro: «piensa bien de todos mientras no tengas razones claras que justifiquen el pensar mal».

Aparte de que «la experiencia nos enseña que el hombre más mentiroso dice mayor número de verdades que de mentiras, y que el más malvado hace muchas más acciones buenas o indiferentes que malas»60 .

Por eso dijo Jesucristo: «No juzguéis y no seréis juzgados»61.

Se trata naturalmente de un juicio ligero.

«No se han de juzgar sin motivo desfavorablemente las acciones de los demás o las intenciones de ellas»62 .

Es muy difícil juzgar con justicia a los demás.

Las apariencias, a veces, engañan.

La verdad queda oculta en el corazón.

Y sólo Dios conoce el corazón de los hombres.

Algunas personas necesitan estar siempre en el candelero.
Que todos las miren y admiren.

Como los «Gigantes y Cabezudos» en algunas procesiones: se buscan un armatoste para sobresalir y ser mirados por todos.

Aunque este muñeco sea de cartón-piedra y por dentro esté vacío.

Pero ellos quieren sobresalir, aparecer grandes, mayores que los demás.

Por eso se meten dentro de esos gigantes de feria.

Y si no encuentran el muñeco que les aúpe, se ponen una gran cabeza de cartón como los «cabezudos»: critican todo y a todos; porque sólo ellos tienen siempre la verdad en todo.
Los demás son ignorantes, ingenuos o malvados.

Todos riegan fuera del tiesto.

Los únicos que saben lo que hay que hacer para acertar son ellos.

Lo malo es que hay una gran desproporción entre su cabezota de cartón y su corazón, que, quizás, tiene también mucho de cartón.

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  1. 58 JUAN ANTONIO GONZÁLEZ LOBATO: Razones de la fe, XII, 4,a. E.M.E.S.A. Madrid. 1980.
    59 MELCHOR ESCRIVÁ, S.I.: Medicina de la personalidad, LII. Ed. Sal Terrae. Santander.
    60 JAIME BALMES: El criterio, VII, 2. Ed. BAC. Madrid.Este libro es utilísimo para la madurez mental y formación intelectual. Balmes, sacerdote catalán, fue uno de los grandes filósofos de la Europa del siglo XIX.
    61 Evangelio de SAN MATEO, 7:1
    62MANUEL DE TUYA, O.P.: La Biblia comentada. Evangelio de San Mateo, VII, a. Ed. BAC. Madrid



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