Pornografía en los medios de comunicación
Por: Guiselle Camacho Olivares, Colaboración: Erincson Córdova Navarro | Fuente: .
Para M. McLuhan “los medios de comunicación son extensiones de nuestros sentidos. Pero hay que apuntar que igual que la vista, el oído, el olfato, los mass media pueden engañarnos; unas veces por limitaciones en el campo técnico, otras por limitaciones en el campo ético y otras tantas, por limitaciones en la preparación de los profesionales de la información”.
Acercarnos a las pantallas de televisión, del cine y del ciberespacio supone un peligro para el espectador, quien cada vez tiene más cerca la posibilidad de toparse con contenidos vulgares, grotescos y sobre todo falsos. Pareciera que los medios de comunicación dejaron de ser plataformas para la difusión de cultura y empezaron un proceso en el que su naturaleza viene desvirtuándose poco a poco.
Un elemento recurrente hoy en los medios es el sexo. El cuerpo humano y la intimidad que éste incluye se exponen con la mayor brutalidad ante los espectadores, como si de una mercancía más se tratara. Contenidos pornográficos, enviados de modo directo o subliminal, nos invaden hasta la saciedad. La preocupación ante esta situación es grande, sobre todo para quienes sabemos que el trabajo de los comunicadores conlleva un compromiso de responsabilidad con el público.
El enorme poder que tienen las múltiples herramientas de comunicación vuelve a poner sobre la mesa la responsabilidad que recae sobre los productores de contenidos, quienes en aras de vender y obtener rentabilidad para sus empresas ofrecen a los consumidores, bajo la etiqueta de “información” y/o “entretenimiento”, cualquier material entre sus ventanas de exhibición.
El Dr. Jaime Nubiola –profesor de la Universidad de Navarra- en el artículo ¿Por qué vende el pecado? incluye los siguiente datos: “Según la revista económica Capital, Norteamérica es la «primera potencia mundial del sexo», con unos ingresos en este aspecto de unos 10.000 millones de euros al año. Su cine pornográfico, que se lleva a cabo en unos 200 estudios, facturó más dinero, en el año 2005, que toda la industria del cine de Hollywood. España tampoco se queda atrás.
Según el Gobierno, en nuestro país se mueven 18.000 millones de euros al año en este campo, y todos los periódicos nacionales, a excepción de La Gaceta, cuentan con páginas de contactos por las que se embolsan decenas de miles de euros al día. El negocio de la pornografía también llega a los móviles, más fácil y más accesible que nunca.
Se trata de un sistema que acaba de comenzar, pero el sector de los contenidos eróticos y pornográficos para el móvil generará, según los expertos, 1,5 millones de euros en el año 2009.
Las cifras dejan claro que la pornografía no es una simple expresión frívola del sexo en nuestros días; se trata de un negocio a nivel mundial, donde los intereses económicos, y otro tipo de intereses más oscuros todavía, ocultan a toda costa las terribles consecuencias psiquiátricas y emocionales que tiene en la vida privada de las personas”.
Mirar la realidad informativa puede hacernos caer en la desesperanza porque al parecer el círculo vicioso de destruir las conciencias, a través de los contenidos pornográficos, sigue aumentando de diámetro. “(…) Denunciar este estado de cosas se hace precisamente en nombre de la libertad, que postula y exige no tener que sufrir imposiciones por parte de quien quiera transformar la sexualidad misma en un ‘fin’ (…)”
Responsabilidad en nuestra tarea de informar
Señalamos en uno de los párrafos anteriores que un elemento recurrente hoy en nuestros medios de comunicación es el sexo. Dicen que la pornografía, el sexo venden, pero venden a costa de las miles de mentes que en el camino van destruyéndose.
En El pecado vende, pero torna insoportable nuestra vida, el Dr. Nubiola hace mención al estudio Does Sex Really Sell? (¿Realmente vende el sexo?), publicado en Adweek en octubre de 2005; donde se señala que “los anuncios con elementos eróticos gustan positivamente a la mitad de los varones, porque tienen un mayor poder de atraer su atención. Lo fácil para atraer los ojos de los hombres es poner chicas jóvenes provocativas en los anuncios, pero el riesgo para el publicitario es que se fijen en la chica y no en los bonos o productos financieros que se quiere publicitar”… luego agrega: “Un amigo mío experto publicista me confirmaba que, efectivamente, es mucho más fácil poner erotismo en un anuncio que poner buen humor, pero está comprobado que el humor de calidad es mucho más eficaz para captar de manera permanente al espectador”.
Producir y distribuir material pornográfico es un tema que implica directamente a la moral de las personas. Ser difundido por profesionales de la comunicación en el cine, la publicidad, la internet, supone –además- faltar a nuestra profesión. Y es así porque quienes promocionan estos contenidos cubiertos con la fachada de “entretenimiento” y/o “información” saben que haciéndolo engañan y lesionan al público al que se deben.
El Dr. Desantes, en la Prudencia Informativa, señalaba que “el informador ha de ser prudente al obrar, en un doble sentido: dirigiendo su actividad al cumplimiento del deber de informar; y preservando esta actividad de toda impureza en su conducta profesional y personal. Quizá, si no lo hace así, obtendrá un mensaje, pero con las raíces podridas porque han contaminado o violado otro u otros derechos ajenos”. En El deber profesional de informar añade que “En aras de la justicia, hay que evitar convertir la información en instrumento lesionador y hay que elevar constantemente la calidad de los mensajes.
Más todavía: hay que sembrar justicia, crear un ambiente justo, construir permanentemente el orden”
¿Si una de las tareas del comunicador es informar, cumple él con su labor cuando se hace cómplice de la producción y difusión de material pornográfico? Dice Carlos Soria en Informar, Comunicar y Servir que “un mensaje no es información simplemente porque haya sido elaborado por un profesional, o se difunda a través de un medio informativo, o tenga la apariencia externa de la información. Los mensajes sólo se pueden llamar informativos si son conformes a la naturaleza de cada tipo de mensaje; si poseen todos los elementos constitutivos que los determinan; si están coordinados con otros derechos humanos; y, finalmente si son mensajes que no impiden ni violan aquellos derechos humanos que son prevalentes sobre el derecho a la información…”
El comunicador, además de caer en una grave falta moral, desinforma al público cada vez que incluye material pornográfico en sus producciones y lo hace, puesto que como señala el Dr. Desantes no se puede llamar información a aquello que prescinde de la verdad, el bien, la belleza o el criterio: “En definitiva, según el tipo de mensaje, el informador difunde la verdad, el bien, la belleza y el criterio. O el mensaje encarna alguno de estos valores o no es mensaje. En otras palabras, no es información, sino antiinformación o contrainformación”
Lamentablemente la libertad de prensa, la libertad de información, satisfacer los gustos de los consumidores –sin la menor responsabilidad- son los principales argumentos de quienes vienen llenando nuestros medios de contenidos basura.
Las consecuencias: canales y páginas web enteramente dedicadas a la difusión de material pornográfico, publicidad e imágenes cinematográficas con altas dosis de contenidos eróticos, y líneas telefónicas “hot”. Una libertad mal entendida según Juan Pablo II, quien afirmaba que “la libertad de la que goza el periodista no es sinónimo de licencia hasta el extremo de reivindicar ·el derecho al mal moral”.
Tampoco le faculta, en ningún sentido, para atropellar a los otros porque la libertad termina donde empiezan los derechos de los demás. Esta frontera se encuentra con frecuencia en el obligado respeto a la intimidad y buen nombre de personas e instituciones
El Dr. Nubiola en ¿Por qué vende el pecado? resume así los efectos que ocasiona la irresponsabilidad en la que caen algunos informadores: “Bajo el disfraz de la tolerancia y la libertad de expresión, la sociedad es bombardeada constantemente con mensajes efímeros que incitan al más puro hedonismo. Pero nadie habla nunca de las terribles consecuencias que dejan estos mensajes en lo más íntimo de las personas. ¿Sabe la sociedad las terribles consecuencias de la exposición a la pornografía? ¿Se habla sobre las adicciones, matrimonios rotos, el daño de las imágenes inadecuadas en niños y adolescentes?”
En 1989 en el mensaje Pornografía y violencia en las comunicaciones sociales: una respuesta pastoral, Juan Pablo II escribía que “nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. La pornografía y la violencia sádica desprecian la sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan a los individuos, especialmente mujeres y niños, destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes antisociales, y debilitan la fibra moral de la sociedad. La pornografía, como la droga, puede crear dependencia, y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante (hardcore) y perverso. La posibilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este proceso”.
Jaime Nubiola señala que “quienes hacen negocio explotando la curiosidad morbosa de los hombres son contaminantes morales de la sociedad.
Quienes producen pornografía, no sólo explotan a las mujeres y hombres que aparecen en sus productos, sino que destrozan a sus consumidores, dañándoles a veces irremisiblemente. Son vendedores de droga adulterada: parecen vender gratificación sexual en pequeñas dosis, pero, en muchos casos, están contaminando irremisiblemente los cerebros de sus usuarios. Se trata de una droga tan peligrosa y destructiva como las drogas perseguidas penalmente”.
Los profesionales de la comunicación tenemos hoy en día muchas más posibilidades de realizar bien nuestra labor. En el primer párrafo de este ejemplar apuntábamos que los medios de comunicación son extensiones de nuestros sentidos. Pero que al igual que ellos podían engañarnos; en ocasiones por limitaciones técnicas, otras por limitaciones en el campo ético y otras tantas, por limitaciones en la preparación de los profesionales de la información. Si tuviéramos que exceptuar una de las causas de estos engaños definitivamente excluiríamos las limitaciones en el campo técnico. Hoy las posibilidades que tenemos de informar y de hacer un mejor trabajo son inmensas porque contamos con las herramientas necesarias para hacerlo. Lamentablemente la precariedad en la ética y en la preparación profesional son las principales causas del problema que aquí merece nuestra atención.
En este contexto vale hacer énfasis a lo que Juan Pablo II llamaba responsabilidad creativa y moral del artista. “La auténtica y responsable actividad artística tiende a superar el anonimato del cuerpo como objeto ‘sin opción’, buscando, a través del esfuerzo creativo, una expresión artística tal de la verdad sobre el hombre en su corporeidad femenina y masculina, que, por así decirlo, se asigne como tarea al espectador y, en un radio más amplio, a cada uno de los receptores de la obra. A su vez depende de él si decide realizar el propio esfuerzo para acercarse a esa verdad, o si se queda sólo en un ‘consumidor’ superficial de las impresiones, esto es, uno que se aprovecha del encuentro con el anónimo tema-cuerpo sólo a nivel de la sensualidad que, de por sí, reacciona ante su objeto precisamente ‘sin opción’.
Asimismo mencionaba el Santo Padre que: “Nuestras reflexiones precedentes no pretendían poner en duda el derecho a este tema (el cuerpo humano en toda la visible verdad de su masculinidad y feminidad). Sólo miran a demostrar que su desarrollo está vinculado a una responsabilidad particular de naturaleza, no sólo artística, sino también ética. El artista que aborda este tema en cualquier esfera del arte o mediante las técnicas audiovisuales, debe ser consciente de la verdad plena del objeto, de toda la escala de valores unidos con él; no sólo debe tenerlos en cuenta en abstracto, sino también vivirlos él mismo correctamente. Esto corresponde de la misma manera a ese principio de la “pureza de corazón” que, en determinados casos, es necesario transferir desde la esfera existencial de las actitudes y comportamientos a la esfera intencional de la creación o reproducción artística.
No es la finalidad de esta exposición satanizar a los medios de comunicación ni a quienes laboran en ellos, somos conscientes que los usuarios no son pasivos, pero conocemos también que el consumidor de pornografía cada vez quiere más y más escenas duras. No podemos volvernos cómplices de prácticas que destruyen la dignidad y la mente del ser humano.
No intento negar las realidades humanas –nuestra tarea es informar sobre ellas-, la sexualidad y la unión que tiene lugar entre un hombre y una mujer son realidades que no tienen por qué avergonzarnos; pero me opongo rotundamente a la forma tan grotesca (y a veces hasta innecesaria) en que suelen aparecer frente a nuestros ojos, ya sea durante una película cualquiera o mientras accedemos al ciberespacio.
La principal distorsión es la exposición tan vulgar y descarada que se hace de una realidad que corresponde sólo al ámbito de la intimidad entre dos personas, tal como lo mencionaba Juan Pablo II: “El cuerpo humano –el desnudo cuerpo humano en toda la verdad de su masculinidad y feminidad- tiene un significado de don de la persona a la persona. El ethos del cuerpo, es decir, la regularidad ética de su desnudez, a causa de la dignidad del sujeto personal, está estrechamente vinculado a ese sistema de referencia, entendido como sistema esponsalicio, en el que el dar de una parte se encuentra con la apropiada y adecuada respuesta de la otra al don”. Este contexto de intimidad no tiene por qué ser compartida por terceros, mucho menos para desarrollar la imaginación morbosa de aquellos.
Obispos Católicos de Estados Unidos señalaron en una de las conferencias de los estados católicos que “los medios de comunicación tienen tal capacidad para llevar la verdad y la belleza a las vidas de miles de millones de personas (y es por ello) que no podemos permitir que se conviertan en el escenario de los que quieren pervertir el don divino del cuerpo y la sexualidad”.
Juan Pablo II recordaba .a periodistas en los Estados Unidos unas palabras del Papa Pablo VI en las que este Pontífice afirma que “es un hecho que cuando artistas y escritores son capaces de revelar en la condición humana, por modesta y triste que sea, una chispa de bondad, es ese instante un esplendor de belleza inunda toda la obra. No pide que se conviertan en moralizadores pero sí expresa su confianza en el poder misterioso que tienen estos profesionales de abrir regiones de luz que reposan tras el misterio de la vida humana”
Recalco que mi preocupación por la calidad de los productos informativos a los que nos vemos expuestos es más grande hoy porque como ciudadanos disponemos de más ventanas para acceder a ellos, y si es cierto –tal como lo menciona Marco Ordóñez en El rol de la comunicación en la sociedad- que “el hombre actúa como sabe y por lo que sabe. Sus posiciones ante la vida están altamente condicionadas por la formación y por la información de que dispone…”, entonces la responsabilidad de quienes tenemos en las manos el control de contenidos resulta ser mayor.
El ejercicio de nuestra carrera puede resultar muy noble y si la realizamos correctamente puede aportar mucho en beneficio de la sociedad. Nuestra profesión ciertamente no necesita de mártires, pero sí de buenas personas, de profesionales hábiles en la técnica y con una inteligencia que permita comprender que nuestro trabajo llega directamente a seres humanos, a personas que a veces no tienen otro medio de formación que aquellos contenidos que nosotros preparamos y que los empresarios de las industrias de comunicación hacen llegar hasta ellos. Desde la comodidad del hogar más de una persona –desde el niño hasta el anciano- puede estar recepcionando el material elaborado por un profesional de la Comunicación. No dejemos que más tarde nuestra profesión se vuelva un cargo en nuestra conciencia.
Piura, Noviembre de 2008, Universidad de Piura, Facultad de Comunicación
Notas
A. Mensaje para la XV Jornada mundial de las comunicaciones sociales. Las comunicaciones sociales al servicio de la libertad, citado en Aspíllaga Pazos, C, La información en el pensamiento de Juan Pablo II, Piura, 1994.
DESANTES, J.M., El Deber profesional de informar, p. 22
Ibid
Discurso a los miembros de la asociación de la prensa extranjera de roma (5-II-81). L’OR. 5-IV-81, pp. 208, 210: Servicio a la verdad y al bien común, citado en Aspíllaga Pazos, C, La información en el pensamiento de Juan Pablo II, Piura, 1994.
Radiomensaje a los que trabajan en los medios de comunicación social, desde Radio Católica Nacional del Ecuador (Quito) (30-I-85). L’OR 10-II-85. P.69, citado en Aspíllaga Pazos, C, La información en el pensamiento de Juan Pablo II, Piura, 1994.
NUBIOLA,J., Pornografía y tortura
Catequesis en la Audiencia general (6-V-81). L’OR, 10 –V-81, p. 275: El ethos de la imagen artística, citado en Aspíllaga Pazos, C, La información en el pensamiento de Juan Pablo II, Piura, 1994.
Ibid,
Ibid.
Discurso a las personalidades del mundo empresarial que trabajan en el campo de las comunicaciones sociales en Estados Unidos (Los Angeles) (15-IX-87). L’OR, 18-X-87, pp. 756, 758, citado en Aspíllaga Pazos, C, La información en el pensamiento de Juan Pablo II, Piura, 1994.