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Los límites de la publicidad
¿Hasta dónde puede y debe llegar la publicidad? ¿Qué hay de la libertad de expresión y la actividad publicitaria? Clemente Ferrer reflexiona al respecto.


Por: Clemente Ferrer Roselló | Fuente: clementeferrer.com



¿Cuáles son los límites de la publicidad?, ¿hasta donde puede llegar?, ¿debe existir un sistema de autorregulación frente a a determinadas actitudes, campañas, eslóganes,..?Sobre todo esto planea la eterna cuestión de la libertad de expresión.

En el artículo 20 de la Constitución Española de 1978 se recoge el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. El artículo 20.4 advierte que estos derechos tienen un límite en el respeto, derecho al honor, a la intimidad, a la protección de la juventud...

Esto nadie lo discute, pero la cuestión es: ¿cuál es ese límite? La publicidad es un foro público dinámico en el que confluyen los intereses de compañías, la creatividad, las necesidades de los consumidores y las regulaciones gubernamentales.

La extrema notoriedad que hoy tiene la publicidad la hace vulnerable a la crítica. Por naturaleza, la publicidad no es objetiva ni neutral, “trata de vendernos algo”. Por otro lado, algunos críticos, se quejan de que se corrompe al público al hacerle creer que deben comprar un determinado producto. La publicidad debe entenderse como una actividad al servicio de la sociedad y como un medio para informar sobre cualidades y características de productos y servicios, señalando las propiedades o peculiaridades de los productos, utilizando las técnicas y formas que hagan posible su debida apreciación mediante descripciones o imágenes que preserven la educación, la salud, la integridad familiar, el cuidado del medio ambiente y el respeto a las personas sin distinción de edad, sexo, nacionalidad, religión, afiliación política o condición social.

La publicidad debe estar enmarcada en los límites de la veracidad que acreditan la honestidad y buena fe de quienes la llevan a cabo, pudiendo hacer uso de las más variadas e imaginativas formas de expresión, siempre que no constituyan falsas expectativas ni causen descrédito a competidores o personas públicas o privadas y no falte a la verdad.

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