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La publicidad y la comunicación
Artículo del P. Felipe Santos en el que analiza la situación de la publicidad a la luz de la Doctrina de la Iglesia.


Por: P. Felipe Santos SDB | Fuente: .




La publicidad es un hecho en los medios de comunicación social. Sin ella no podrían subsistir. En España, desgraciadamente, todas las cadenas de TV y las radios privadas se surten de anuncios en abundancia. Ya es una exageración.

Por cada cuarto de hora, más o menos, ponen unos ocho minutos de anuncios. Por eso hay que acudir continuamente al zapping. Pero sabedoras de este aparatito, se ponen de acuerdo para hacer publicidad a la misma hora. No hay quien se libre, salvo que se apague el televisor.

La publicidad, decía Pablo VI, condiciona el desarrollo integral del hombre, directa o indirectamente, e influye en su vida cultural...Se inspira en ciertas visiones del mundo que exigen de los cristianos que den un juicio y tengan una forma de actuar ante ella.

La Iglesia ve con buenos ojos la capacidad creativa del hombre. La publicidad puede convertirse en un sano y eficaz instrumento para la ayuda recíproca de los hombres. Otro aspecto de la publicidad es el informativo. La publicidad debe ser verdadera, prudente, respetuosa para con el hombre y sus valores esenciales.

La publicidad promueve determinados intereses que, aunque legítimos, deben tener en cuenta el bien común y la situación del desarrollo integral del destinatario o receptor, su ambiente cultural y económico, y su grado de desarrollo educativo.

Como es bien conocido, el mensaje publicitario se orienta a un convencimiento eficaz, y se difunde mediante el asesoramiento de precisos conocimientos psicológicos y sociales, formas y modos altamente persuasivos.

Aquí se impone la exigencia de respetar a la persona humana, su derecho-deber para una elección responsable, su libertad interior, todos los bienes que, de ser violado, le llevarían a dar rienda suelta a sus tendencias que deterioran al hombre y que hasta llegan a comprometer su capacidad de reflexionar y de decidir.

La amplitud del fenómeno publicitario, con sus implicaciones morales y religiosas, hay que tenerlo muy en cuenta. No se deben crear ansiedades irrealizables en la gente que, por otra parte, compite por tener como los más poderosos.


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